1

53 8 7
                                    

Las nubes oscuras se iluminaron por un relámpago. Los vientos gélidos y crueles alzaron las olas, cubiertas de espuma e ira, a alturas que le paralizarían el pulso de muchos.

Un rayo cayó desde los oscuros nubarrones hasta el azul oscuro del mar. A la par de millares de gotas de lluvia del grosor de un dedo para caer cruelmente sobre los barcos, que osaban desafiar la tormenta.
4 polacras, 2 goletas y 6 galeones.

Todas las embarcaciones, llevando a la horda.

Semanas, atrás. El caudillo del clan Frostwolf, Thrall había despertado en una noche de lluvia, tras una pesadilla en una batalla entre orcos y humanos, para oír una voz narrando un terrible mal acercarse. En su sueño vio caer lluvia de fuego verde, y entidades de sombra, encarnaciones de la maldad y crueldad.

Despertó nervioso y asustado para ver a un cuervo que le hablo, le pidió que lo siguiera, y guiado por la curiosidad más que nada, fue que siguió al cuervo hacia una costa cercana a donde acampaba.

El cuervo, se transformó en un hombre misterioso que eludió a dar su nombre. Y después de una breve charla, el "profeta" le indico viajará por el mar. Llevar a su pueblo a las tierras del oeste, un continente del cual Thrall no sabía nada.

Desconfiaba de ese desconocido.
Pero los elementos, le hablaron mientras el misterioso profeta volvía a transformarse en un cuervo y se marchaba. Los espíritus le decían que debía creer sus palabras y marcharse.


Llamó a sus guerreros, diversos clanes disueltos alguna vez esclavizados en los campos de internamiento alguna vez dirigidos por el sátrapa e impío: Aedelas Blackmoore.

El Clan Warson acudió completo, así mismo pocos integrantes del clan natal del clan Frostwolf. Aunque primero, debieron rescatar a Grom Hellscream, quien había sido capturado por una expedición humana.

Los muelles humanos estaban cerca, el clan Warson lo ataco y robaron los barcos, siguiendo las indicaciones de Thrall, el Jefe de Guerra.

Y ahora, estaban ahí, en altamar. Navegando.

En medio de una tormenta.


Thrall tuvo que sostenerse a la baranda de estribor, cuando la nave dio un salto entre las olas. Con un gruñido sintió el agua salada del mar empaparlo y casi arrastrarlo por la borda. La lluvia era cada vez más fuerte, y las olas comenzaban a alzarse a alturas que tenían nerviosos a varios orcos.

– ¡Plieguen las velas! –Bramo un orco que tiraba de una soga con fuerza mientras su expresión se tornaba amenazadora. –Aten la gavia, al palo de mesana.

Ballat Wolfscar era un orco de gran tamaño, se decía su padre fue un ogro, explicando así su gran altura y musculatura. Sus vestimentas consistían en un tosco pantalón rasgado y botas, dejando su pecho desnudo.

Un trueno retumbó entre las nubes, iluminando por unos instantes la embarcación.

Thrall vio como varios orcos subían por las escaleras de cuerda entre gruñidos y maldiciones, siguiendo las indicaciones del gran orco castaño.

–Jefe de guerra. –Dijo Ballat acercándose al caudillo orco. –No soy de los que piden favores, pero algo de ayuda de sus habilidades chamánicas, no sería de utilidad. –Gruño mientras miraba hacia el horizonte. –La tormenta está incrementándose y esto ya roza lo suicida.

–Lo sé. –Respondió el orco con un gruñido –Pero el espíritu del agua está furioso, y no quiero que desate su ira sobre nosotros.

El capitán parecía que quería decir algo, pero le interrumpió un grito.

Jinetes de la TempestadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora