Preludio

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El departamento era amplio, tres habitaciones, una cocina amplia, un baño completo por habitación más el de las visitas, una sala de estar, comedor y hasta un jardín pequeño. Se veía ropa por todas partes desde el salón hasta la habitación principal, cajas de comida para llevar, botellas de alcohol y refresco, el suelo apenas y se veía, y en los lugares en donde se asomaba un poco del azulejo, en lugar del elegante color marfil egipcio, se notaba un gris oscuro con manchas de distintos tipos.

La cocina era otro interesante ecosistema, claramente no se podía preparar ni un desayuno sencillo en esas condiciones, había una pila de trastes en el fregadero que no dejaban ver ya las llaves de agua, algunas criaturas ya estaban creciendo en aquel monte blanco de platos, vasos y cubiertos, toda la encimera estaba llena de basura y empaques de galletas y papas fritas, el bote de basura cumplía la función de adorno más que de otra cosa, pues una pila de basura del doble de tamaño de este se observaba junto a él.

En la sala, los que alguna vez fueron hermosos sillones color crema, ahora eran una suerte de tapizado con manchas de muchos tonos de gris, café, rosado y anaranjado.

A primera vista podría parecer que este departamento fue la sede de una fiesta universitaria de unas 40 personas durante una semana, aunque la verdad es que no, en el condominio estaban estrictamente prohibidas las fiestas, esto hubiera provocado que a Daniel lo hubiesen multado y su padre lo sacara del departamento.

Este escenario era obra de una sola persona, Daniel, un chico de veintidós años quien llevaba una vida bastante desorganizada por no decir más, desde hace casi un año que había entrado a la universidad después de varios intentos, vivía solo en un departamento en la ciudad que su abuelo le había heredado, y subsiste gracias a un seguro de vida de su madre del cual él era el único beneficiario.

Pero la vida independiente no le había sentado nada bien a Daniel, desde hace más de diez años había vivido solo con su padre con un régimen militar por no decir menos ya que este era funcionario de las fuerzas armadas y creía que esta crianza era la que formaba a un hombre de provecho para la sociedad, su madre falleció en un accidente de auto junto con su abuelo cuando el tenia apenas doce años, al cumplir veintiuno pudo recibir el departamento, herencia de su abuelo y el seguro de vida de su madre, su padre no creía que el fuera capaz de administrar todo este dinero solo, pero no podía hacer mucho ya que el beneficiario era mayor de edad y el podía disponer de su dinero como el quisiera, sabia que si su hijo recibía una cantidad así de dinero de golpe iba a amanecer muerto victima de una congestión alcohólica, sobre dosis, o lo iba a terminar gastando todo en una noche de fiesta con sus amigos, ya que sabia que su hijo era bastante generoso cuando se trataba de salir con más personas, así que lo único que pudo hacer era crear un fideicomiso, antes de que Daniel cumpliese la mayoría de edad, en donde, una parte se iba directamente al mantenimiento del departamento, otra a las colegiaturas de la escuela y seguro médico y el resto se le iba a ir pagando a razón de mil dólares al mes, eso seria más que suficiente para pagar los servicios, comida y ropa, que para su padre, deberían ser los únicos gastos que un chico de su edad debería tener.

Regresando al departamento, entramos a la habitación principal, ahí encontramos a un chico de veintidós años de edad, bastante común, en la habitación hay más ropa acumulada por el suelo, la cama y los muebles que en cualquier parte de la casa, aquí si no se alcanza a ver ni evidencia de que existe un suelo debajo de todo esto, hay botellas de vidrio y plástico por todos lados y un baño lleno de toallas, jabón y más productos regados por todos lados.

Suena la alarma de un teléfono sepultado entre ropa y cobijas, se estira una mano de entre todo el desorden que hay sobre la cama y Daniel se levanta, pateando los obstáculos del suelo se dirige al baño, abre la llave de la ducha y se queda bajo el chorro de agua durante varios minutos, con la mirada vacía y los hombros caídos.

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