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𝓜𝗨𝗗𝗔𝗡𝗭𝗔


El fuerte sonido de la televisión se escuchaba a una distancia razonable en el pasillo del edificio. Jean Pierre caminaba con un par de cajas apiladas en las manos, pesadas, pero las cargaba sin esfuerzo, y estas cubrían su cara de modo que solo su cabello sobresalía por encima.

A medida que se acercaba, el volumen aumentaba. Entró al apartamento que compartía con su novia, y con esfuerzo dejó las cajas en el piso.

Al levantar la vista, se encontró con Josephine, quien estaba sentada en el único mueble que estaba instalado en su casa: el sofá. En sus manos, una bolsa grande de papas fritas, y algunas migajas esparcidas sobre el sofá. Al rededor de ella, un montón de cajas abiertas con algunas de sus pertenencias, y un par de repisas sin armar. Sus mirada parecía no despegarse del partido de baseball que transmitían en ese momento. Rn cuanto la chica vió a Polnareff, sus ojos se iluminaron.

—Hola, amor.— dijo en un tono entusiasmado —¿Cómo te fue? Ven, siéntate. Estamos en la primera entrada.—

 
El francés, que no es lo que se puede llamar la persona más responsable del mundo, sacudió un poco las migajas del sofá. Josephine se hizo a un lado para que él se sentara, y una vez lo hizo, se acurrucó junto a él.


—Genuinamente no entiendo por qué te gusta tanto.— dijo él, observando a su novia quien no quitaba la vista de la pantalla.



—Es por mi abuelo.— respondió ella —Cada vez que íbamos a visitarlo mirábamos los partidos él y yo, y me explicaba todo. A Jotaro nunca le gustó, es un aburrido.—



El juego continuó y ambos pasaban los minutos sentados en el sofá. Polnareff no entendía mucho, no era un deporte que estuviera acostumbrado a ver, y aunque Josephine le eplicaba algunas cosas, tomaría un poco de tiempo para que entendiera por completo.

En el calor de la tarde-noche, y debido a que estaba en una posición bastante cómoda, los párpados del mayor comenzaron a sentirse cada vez más pesados. Sin darse cuenta, se había quedado dormido.

Unos minutos más tarde, una vez el partido había acabado, Josephine apagó la televisión y se levantó del sofá, estirándose y soltando un bostezo. De una caja no muy lejana, tomó una cobija suave y delgada con la que cubrió a Jean Pierre, y que apenas cubría el fornido cuerpo de su novio.

Después de la breve (o no tan breve) pausa, era hora de volver al trabajo. De una de las cajas que trajo el mayor anteriormente, sacó las piezas para armar una mesa de centro circular. Preparó todo lo necesario y leyó el instrutivo, aunque la joven Joestar no acostumbraba a seguir reglas e instrucciones, sabía que no tenía a Holly para arreglarlo después.

Suspiró nostalgica al recordar los momentos que pasaba junto a su familia. ¿Cómo estarían ahora? ¿Qué estarían haciendo? A pesar de que no hace mucho habían hablado por teléfono, no podía evitar extrañar su presencia. Y no es que no se sintiera feliz, todo lo contrario, estaba creando un hogar, pero incluso Jotaro le hacía falta.


Mientras secaba un par de gotas de sudor con el dorso de su mano, la castaña miraba orgullosa el pequeño mueble que había armado sola. A pesar de que fue relativamente fácil, se sentía feliz por su buen trabajo. En ese momento, y como si hubiera sido planeado, el francés despertó de su siesta.

Le costó un poco reincorporarse a la realidad, pero finalmente logró levantarse del sofá. Saludó a su novia, quien estaba esperando a que estuviera completamente despierto, con una sonrisa. La chica se acercó a él.


—Buenos días, bello durmiente.— bromeó, para luego depositar un beso suave en sus labios.



Él reía ligeramente, mientras ella se acomodó en el sofá, sintiendo como su músculos se relajaban finalmente, y soltando un suspiro aliviado.


—¿Tú la armaste sola?— preguntó Polnareff, admirando el mueble color crema recién armado, a lo que ella asintió.



Cuando estaban  decidiendo los muebles con los que decorarían su apartamento, ambos estuvieron de acuerdo en que lo mejor sería que Josephine se encargara de escoger todo. A pesar de que podría parecer mucho trabajo, ella lo hizo gustosa, y como buena diseñadora de modas, se encargó de que todo coordinara.

La única cosa que no escogió ella fue esa mesa para la sala, al estar mirando los muebles en la tienda en línea, Polnareff había quedado completamente enamorado de esta.


"Solo imagínala, con dos tazas de café encima y algún florero, en el centro de la sala." había dicho él.


A la chica no le molestó comprarla, ya que combinaba con la paleta de colores que había elegido para el apartamento, y que a él le hacía mucha ilusión. Fue por eso que quería armarla mientras el dormía, y darle la sorpresa al despertar.

Y tal como lo había dicho, Polnareff se levantó y se dirigió a la cocina para preparar un poco de café.

 
—¿Qué tal el partido?— dijo el francés de forma apenas entendible, ya que sostenía una cuchara con los dientes mientras llevaba en cada mano una taza de café.

 
—Bien, algo aburrido.— contestó ella —Pero ganamos.—

 
Al mismo tiempo, la chica ponía un par de porta vasos sobre la mesa de centro, y se sentó para que su novio pudiera pasar y poner el par de tazas sobre estos.

Ambos estaban tranquilos, acurrucados de nuevo en el sillón, bebiendo una taza de café en medio del pequeño caos de su departamento. Había cajas por todos lados, algunos muebles y herramientas de limpieza; papel de burbujas y papeles, cinta, incluso algunos clavos; un par de latas de pintura ya vacías y listas para desechar; y todo esto que, junto con el amor que se tenían, formaba un hogar.

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⏰ Última actualización: Nov 30, 2022 ⏰

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𝗦𝗧𝗜𝗟𝗟 𝗜𝗡𝗧𝗢 𝗬𝗢𝗨. │ polnareff x ocDonde viven las historias. Descúbrelo ahora