Y de esa manera observé cómo la noche fue abarcando mi mirada.
Del día soleado, un día donde la brisa secaba rápidamente lágrimas, es por eso que no las ves.
Y así, entre vocabulario y números pasó el domingo.
Mis oídos disfrutaban tu triste melodía. Pero un sube y baja de acordes me hicieron pensar en tu dominio de cuerdas, bajaba a esos momentos oscuros, sin fin. Totalmente nublados. Luego un impacto de miel suavizaba mis facciones. Me coloca en una posición difícil de dominar. No podría dominar mis sentidos. Esa mezcla de agrio con dulce hacía que la puesta del sol fuera algo interesante.
Subes el volúmen y así mi volumen sube con el tuyo, y ya no hay sol. Las luces de la ciudad-campo enfrían mis pupilas.
Se siente una brisa de ansiedad. Con la puesta del sol llegan iguales rutinas y me abarca una sensación de desespero, vendrá esa nueva semana, esa igual semana, esa diferente semana.
Pero otra ansiedad arropa, aún no tiene color, ni nombre ni apellido.