Indomable

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Indomable porque hacía que los latidos aumentaran cuando le venía en gana,
Porque no se quebraba ni se encogía cuando la decepción lo golpeaba,
Indomable porque enviaba susurros tibios por todo el pecho ante el contacto de aquella mirada,
O ante el sonido vibratorio de esa risa,
Indomable porque se estremecía en presencia de quien no podía,
De quien estaba tan, pero tan lejos,
Indomable porque no se rendía,
Porque nunca le importó cuán inalcanzable fuera el calor de aquel cuerpo,
Porque mandaba señales ocultas al cerebro y le informaba, en mi contra, de quien lo hacía galopar con más intensidad,
Indomable porque nunca dejó de latir,
Porque siempre fue auténtico.

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