Prólogo

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Año 1758, siglo XVIII.

Ser presentada en sociedad y encontrar un buen hombre con una fortuna detrás era lo más importante en la época georgiana. Las familias reconocidas gozaban y eran anfitriones de grandes bailes sumamente costosos, por supuesto, aquellos eventos eran aprovechados para presentar a las mujeres, dar pauta a la fila de pretendientes que quisieran contraer matrimonio con la joven, adquirir roce social y demostrar seguridad y compostura, como una mujer debe ser.

Katherine Bingley, acababa de cumplir los diecisiete años y su familia organizó un baile de presentación, al ser la única mujer entre los cinco hermanos, la familia Bingley, no escatimó en gastos.

—Estoy nerviosa mamá —pronunció Katherine, mirando a toda la gente que se encontraba en el salón, procurando permanecer oculta detrás de las cortinas.

—Deberás de estarlo —sentenció su madre, la señora Emma Bingley—. Tu padre invitó a gente muy importante.

—De cualquier forma, no es como si Kathy fuera a tener una propuesta de matrimonio esta misma noche —intervino Nathan, el mayor de los hermanos Bingley y el futuro heredero del negocio familiar.

—Probablemente no, pero Katherine tiene que buscar a un hombre que supere los privilegios de los que goza ahora —la mujer se aseguró de que la imagen de su hija estuviera presentable—. Recuerda, no aceptes cortejo de ningún hombre que gané menos de cuatro mil libras al año —dijo y terminó de acomodar el listón de su propio vestido.

—Ni siquiera voy a saber reconocerlos, todos llevan antifaz— incrédula, Katherine volvió a observar el bullicio detrás de las cortinas—. Además, ¿no se supone que yo deba casarme con quien realmente me haga feliz?

—Tonterías —la señora Bingley observó con desánimo a su pequeña hija—. La felicidad y el romance no te van a dar de comer, Katherine.

—Pero usted se casó por amor —rechistó la joven.

—Eso es porque yo me enamoré de tu padre cuando me enteré que ganaba cinco mil libras al año.

Katherine, inconforme con la respuesta de su madre, preguntó. —¿Y si el hombre que me gusta no es primogénito, y por lo tanto, no gozará de una herencia ostentosa?

—Entonces no lo tomas en cuenta —respondió, obvia.

—Madre, usted tiene tres varones que no heredarán la principal fortuna de mi padre. ¿Supone que ellos no deberían de tener buenos prospectos femeninos? —inquirió Nathan.

—Escuchen, me guste o no, tengo que aceptarlo — encaró a sus dos hijos—. Los hombres que no heredan negocios que les permitan vivir prósperamente, son la única opción que te queda después del rechazo que te propician los ricos.

—Está siendo prejuiciosa, madre — advirtió Katherine.

La mujer sacó uno de sus abanicos—. Estoy siendo realista. Además, tal situación no aplica para sus hermanos, puede ser que ellos no hereden la principal fuente de ingresos de nuestra familia, pero su padre se encargó de administrar otros negocios que les den una vida digna —Emma, les dio la espalda y se apresuró a abrir la cortina que los separaba del cúmulo de gente que había debido al baile.

Inmediatamente, la mirada de todos los presentes, fue dirigida a los tres miembros de la familia, principalmente hacía Katherine, pues además de que ella era la causa de tan ameritado evento, la joven era muy bella y aquel vestido verde presumía con grandeza sus preciosos ojos miel.

Contrario a la seguridad que mostraba su madre y su hermano mayor, Katherine encogió los hombros y estuvo a punto de ponerse detrás de Nathan, pero sus acciones fueron previstas Emma, quien rápidamente la presentó frente a todo el público.

Espejito, espejito ¿Y el alfiler?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora