Un día de invierno en la mañana temprano, en su aventura, Frederion se encontró con un viejo maestro, a la orilla del lago. Éste bebía algo caliente, y debido a que las tribulaciones de la vida habían llevado a nuestro viajero a dicho lago, se acercó al viejo.
No hubo necesidad de mediar tantas palabras: la expresión de Frederion lo puso sobreaviso al viejo, quien detectó inmediatamente que este extraño tenía un semblante turbado, signos de que algo estaba sucediéndole.
-Te veo algo preocupado. ¿Quieres té verde? -le dijo a Frederion.
Éste respondió afirmativamente, cabizbajo.-Te contaré algo si dispones de tiempo -agregó el viejo, mientras la mirada perdida del viajero apesadumbrado se encontraba brevemente con la del apacible anciano, transmitiendo tal calma que casi resultó como haberse dado un chapuzón en el agua helada del lago, que ahora era se había vuelto un espejo del cielo.
"Te ayudas ayudando a otros. Porque en verdad de esa forma altruista, puedes ver que el efecto que se produce alrededor resulta de un reflejo de lo que nos pasa a nosotros mismos por dentro. Si en nuestro interior hay ruido, pues verás y sentirás eso en el entorno. Entonces, ¿cómo poner orden en un corazón agitado y asustado?
"Se puede pensar que ese desorden es natural, pues hacía allá vamos inexorablemente. Sin embargo, nos pasamos la vida luchando denodadamente, en un absoluto esfuerzo vano por enfrentarlo. Y si bien somos -como tal- un resquicio de armonía en un universo de caos constante, el que tengamos que batallar habla de un contrainstinto poco lógico para nuestro organizado mundo interior.
"En ese ejercicio, considero con convicción absoluta que las personas estamos compuestas por tres grandes dimensiones: corporal, mental y espiritual -expuestas las tres en orden creciente de trascendencia pero no de importancia. Desde un punto de vista etéreo, el corazón es quién conecta cuerpo con espíritu y el cerebro cuerpo con mente. Me arriesgo a nombrar qué vincula mente con espíritu: la conciencia, lo que a mi entender tiene sentido ya que ambas tres son prácticamente metafísicas. Pero no es este el punto de mi relato.
"Cuando hay ruido interno, es porque hay un clarísimo desacuerdo entre cerebro y corazón. Ambas posturas se contraponen en su terreno común: el cuerpo. Por lo tanto, considero que si hay una tempestuosa y ensordecedora batalla entre la mente y el espíritu, la mejor manera de poner tregua es empezar por el cuerpo. Es decir, cultivarlo. No deja de ser el primer canal entre nuestra concepción del mundo y el mundo mismo. Si ese intermediario está en armonía interna, pues comunicará mejor el mensaje que se nos presenta y lo que nosotros entendemos por tal.
Su consejo terminó. Observó a Frederion, quien luego de escuchar atentamente entendió cuál era el primer paso para su reconstrucción y recrecimiento. Y entonces, con una sonrisa, el viejo le dijo:
-¿Quieres té? Es bueno para reflexionar.
Frederion aceptó el trago, estuvo un momento más a su lado, realizó una reverencia en señal de profundo agradecimiento y se despidió de aquel maestro. El camino buscado se acababa de abrir. Debía dar el primer paso. Y así lo hizo.