Chubascos

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Desde la ventanilla del coche observo como las gotas de agua rebotan en el cristal. Hay un silencio algo incómodo mientras que el chófer, con cara de amargado resopla y sube el volumen de la radio. Llevo en este coche mugriento más de 3 horas. Digamos que no por algo por lo que yo quiera.

Mis padres me han mandado aquí por mi "mal comportamiento". Cabe decir que tengo diecinueve años pero aún así sigo estando castigada. Este último curso me ha ido bastante mal. Suspendo todo e incluso he estado a punto de repetir.

Todo esto se debe a que contesté mal a una profesora.

Sí, a una profesora. Para ser exactos la profesora Raggi. De las típicas con gafas e insoportables. Se supone que vengo aquí, a Della Guaita para aprender a convivir, cosa que me parece ridícula. ¿Qué se suponía que querían que aprendiera? Todos sabemos lo insoportables que son los profesores, incluso los de grados mayores.

Apoyo mi cabeza sobre el respaldo para dejar soltar un gran suspiro. No sabía qué me iba a deparar aquel internado. Estaba en lo alto de una montaña y por lo que había visto en las fotos antes de que me quitaran el móvil parecía bastante antiguo. Guaita es uno de los tres picos que domina la ciudad de San Marino. Es todo muy verde, da bastante paz aunque a la vez impone, ya que es enorme.

Voy con los cascos que me regaló mi madre por mi cumpleaños, por lo que voy un poco distraída pensando en mis cosas

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Voy con los cascos que me regaló mi madre por mi cumpleaños, por lo que voy un poco distraída pensando en mis cosas. De repente, el conductor se gira hacia mí y comienza a hacerme gestos mientras da un frenazo.

Conductor: ¡Oye, tú! ¡Baja de aquí!

Le miro sorprendida

Yo: ¿Y...Ya hemos llegado?

Conductor: ¡Sí! ¡Coge todas tus cosas y largo!

Mi mirada es expectante. Afuera está diluviando ¿Y ni siquiera se va a molestar en ayudarme? Siento una gran impotencia y salgo de un portazo. Rápidamente mi suéter de rayas se empapa por completo de goterones. Hacía mucho frío y sentía las manos congeladas, pero conseguí abrir el maletero y coger mis cosas. Mis tres maletas eran pesadas pero más pesado era el catarro que iba a coger.

El hombre arranca tan rápido como puede, dejándome tirada en mitad del camino embarrado. Intento agudizar mi vista para seguir el camino hasta la puerta.

Yo: ¡Hay demasiada niebla! No consigo ver nada...

Me llevo las manos a la cabeza y respiro hondo, muerta de frío

Yo: ¡EY! ¡¿HAY ALGUIEN AHÍ?!

Grito con todas mis fuerzas

Pasan unos minutos hasta que vuelvo a intentarlo

Yo: ¡OYE! ¡POR FAVOR, ME ESTOY MURIENDO DE FRÍO!

De repente, como si de un milagro se tratase, veo la figura de una mujer rechoncha y pequeña acercarse. Llevaba un uniforme negro a rayas blancas y un moño alto. Parecía ser la cocinera de allí.

Venía gritando algo que no conseguía escuchar debido a la fuerza del tormentón.

Mi cara era un cuadro. ¿Qué demonios me estaba diciendo? Una vez que ya estuvo lo suficientemente cerca mío cogió dos de mis maletas y comenzó a correr hacia la puerta. Yo cogí la otra y le seguí el rollo. ¿Qué más iba a hacer? Ella sería la única que me podría guiar.

Una vez llegamos al portón, esta suelta de golpe mis maletas y saca de su bolsillo unas llaves de acero enormes para abrir la reja.

Mujer rechoncha: ¡Muchachita! ¡Coja sus maletas!

Yo hago lo que esta me dice y abre. Intento apresurarme para no empaparme más de lo que estoy.

Una vez dentro, suspiro. Levanto la cabeza para ver a mi alrededor paredes enormes de piedra con cientos de cuadros colgados. Un fuerte olor a rosas y buñuelos se desprende de alguna sala de la instalación y el ruido no cesa. Las voces de miles de estudiantes resuenan en mi cabeza. Como es de esperar, todos los que pasan por allí se me quedan mirando fijamente. Entrecubro mis hombros, algo insegura de mi misma, luciendo literalmente como un perro mojado. Mi pelo rizado gotea encima de mi sudadera, aumentando los escalofríos.

La mujer se me queda mirando.

Yo también lo hago, sorprendida.

Mujer rechoncha: ¿A qué espera señorita?

Noto como mi pulso comienza a acelerarse. ¿Qué demonios me estaba contando? Comienzo a mirar de un lado a otro y no me queda otra que poner una mueca de no entender nada a lo que se estaba refiriendo.

Mujer rechoncha: ¡Quítese los zapatos ya! ¿¡No ve que está manchando la maqueta!?

Mis pupilas se agrandecen. Pego un bote en el sitio.

Yo: Esto... Lo siento, ahora mismo lo hago.

Mujer rechoncha: ¡Más te vale! Pero como se ve que estás atontada te voy a dar la lista de cosas que vas a tener que hacer hoy. No te olvides de mirarte en profundidad la lista de normas. Los directores son muy estrictos en eso...

Yo: Está bien, démelo, ya me las apañaré como sea...

Estira la mano rígidamente y me entrega un papel arrugado.

Mujer rechoncha: Ahí tienes. Luego te veo a la hora de la comida.

Tan rápido como puede, se va de allí. ¿Tanta prisa tenía?

Enrosco mis ojos y me cambio de zapatos a unos que me había asignado. Me quedo mirando fijamente al papel.La lista de normas era bastante larga, no me iba a molestar ni en leerla. Siempre son las mismas en todos los sitios. Y por lo demás ese día no pintaba nada especial. Lo único que debía de hacer era desempacar mi equipaje, ir a clase de arte y comer en la cafetería, ya que había perdido toda la mañana en aquel coche mugroso.

Las clases acababan a las tres de la tarde, por lo que teníamos toda la tarde libre. Doblo de nuevo los pergaminos y me los guardo en el bolsillo.

Cojo mis tres maletas y suspiro fuertemente.

Me esperaba un día ajetreado.

Mi pulso iba a mil por hora. Quizá necesitaba hacer ese viaje para cambiar mi vida. Últimamente no me había estado pasando nada nuevo o bueno, sino que mi vida se estaba convirtiendo en un agujero negro. Desde que mi ex novio, Dylan, me engañó con mi mejor amiga y comenzó a esparcir rumores todo ha ido a peor. Quizá me venía bien conocer gente nueva, aires nuevos, alejada de personas tóxicas.
Este pensamiento se apodera de mí y muy decidida subo a mi habitación.

Mientras subía las escaleras de madera, prácticamente empapadas y con el peso de todo aquel equipaje logró divisar a lo lejor a un rubio de pelo largo y rizado, más o menos por los hombros.

Va acompañado de dos chicos más y una chica. Se les veía bastante seguros, en cambio yo parecía un perro mojado.

Noto como la chica clava la mirada en mí. No puedo evitar ponerme nerviosa. Dios mío, aquella mirada azul cielo imponía...
Lo dejo pasar y abro la puerta de mi habitación.
Dejo caer todas las cosas.

Yo: Estoy muerta

Murmuro mientras me tiro fuertemente a la cama y suspiro.








El próximo sábado nuevo capítulo, más largo e interesante.
Si has llegado hasta aquí solo quería agradecerte por leer mi historia!
juls

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⏰ Última actualización: Nov 04, 2022 ⏰

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