XV

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—No quiero que te vayas, mi padre ni siquiera bajó a comer, tengo miedo que haga algo cuando no estés... —en lo bajo hablaba Guatemala abrazando al alemán mientras ponía su cabeza en su pecho siendo capaz de escuchar los latidos continuos y calmados de Alemania. 

Alemania puso una de sus manos en la espalda del menor dando un par de palmadas intentando que así se pudiera relajar al igual que dándole un aviso de que lo soltara, no es como si le disgustara ser abrazado, pero sabía que si seguían así no iba a poder negarse a las peticiones de Guatemala. En estos momentos ambos se encontraban en la estación del ferroviario esperando a que este pasase, el triste guatemalteco se aferraba a él sin querer soltarlo por nada del mundo, cosa que estaba comenzando a asfixiar al alemán que no sabía que hacer exactamente. Había que comprender que el menor se encontraba asustado por ver a su padre enojado, a lo que entendía, era la primera vez en tanto tiempo que le soltaba algún insulto y que de la nada se apartaba; él ha de confesar que el insulto no era para tanto ¡Dios, hay peores!, pero ver a Guatemala tan afligido sentía como una espada lo apuñalaba en el corazón. 

—P-podría... —tartamudeo, mierda se estaba dejando ceder por una pelea que no le correspondía.—Pero debes de comprender que... Que tu padre te quiere mucho y no te hará daño ¿No? Te ha cuidado todo este tiempo ¿Por...? ¿Por qué desconfiar ahora? —dudó un tanto al hablar, aunque a veces se le hacía fácil crear discursos esta situación no la entendía muy bien como para poder consolar. 

Guatemala no respondió y se separó del abrazo rápidamente, tomó con sus manos las manos del alemán y le vio fijamente con ojos suplicantes que parecían estar al punto de querer soltar un par de lágrimas. Maldito manipulador. Volteó la cabeza ignorando la cara de perro pateado que le ofrecía su amigo, no iba a caer, él no era alguien que cedería tan fácil. 

—Entiendo, entiendo, no te puedes quedar —soltó un suspiro dejando caer las manos del alemán, cabizbajo volvió a abrazarle ya dispuesto a dejarlo ir. 

—Volveré cuando pueda. Intenta hablar con tu padre, si él se niega no lo vayas a forzar. Hey, hey, mírame —llamó alzando con ambas manos la cabeza de Guatemala quien ya había fijado sus ojos en su rostro. —Si llega a pasar algo y quieres escaparte, ya sabes donde me encuentro ¿Sí? —sonrió acariciando el pelo negro del menor, era una broma, esperaba que no pasase nada malo como para llegar a ese punto.—Cuidado con tu embrazo, prometo que vendré en el último mes para acompañarte en el parto. Es momento de irme de vuelta a mi casa, te quiero. Adiós. 

Bajando sus manos del rostro de Guatemala las había posado en las manos de este, al decir el "adiós" besó la mano izquierda del menor y luego caminó hacia el ferroviario que descansaba en su parada esperando a que los pasajeros se subieran, entre la pequeña multitud  se adentró al ferroviario sin antes voltear a ver al menor para despedirse con un movimiento de mano. Guatemala formó un pequeño puchero triste de volverse a quedar solo, ver a su amigo partir nunca había sido tan doloroso hasta ahora. Tal vez eran las malditas hormonas.

Miró por un rato viendo marchar el ferroviario, un viento suave movió sus ropajes y sus alborotados cabellos mientras observaba en la distancia aquel gran transporte partir, era enero, apuntaban casi las once de la mañana, gente se movía de un lado a otro con tranquilidad mientras que él lo único que podía hacer era ver melancólico el cielo azul que el día ofrecía. Como si fuera una flor se dejó acariciar un rato más por el viento antes de darse la vuelta comenzando a caminar. Esperaba que Alemania llegara bien a su hogar. Miró por última vez la estación soltando inconscientemente un suspiro lleno de pesadez y tristeza, volviendo a su antiguo rumbo volteo la mirada al frente dando paso a paso con desdén, cuando tuvo que dejar ir a Alemania algo dentro de él no quería soltarlo. ¿Debió dejarlo irse? Dentro de su saturada mente pensaba que no hizo lo correcto dejando que Alemania tomara el ferroviario, que tal vez él no llegaría bien a su casa, ¿Si hay un accidente que termine matando a su amigo?, en caso de que eso suceda nunca se lo podrá perdonar. Esperaba que todas esas malas ideas no se hicieran realidad, no debía dejarse llevar por lo que su estúpida mente le estaba diciendo, lo mejor en estos momentos es llegar a su tranquilo hogar y tener una charla con su padre para evitar situaciones incómodas. 

᠂ ᠂ ⤵ʡɑɤʈץ. . .   ୵Donde viven las historias. Descúbrelo ahora