Parte única

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Nunca había sido una persona sociable. Dazai no iba en la misma frase que habilidad social, quizás por eso nadie le conocía en realidad. La única persona que una vez lo hizo ya no estaba, y se llevó ese conocimiento a la tumba. De eso hacia ya unos años, unos cuatro exactamente.

Odasaku había muerto, Dazai dejó su ciudad natal para irse a un recóndito pueblo costero. Le costó, claro. Nadie en su sano juicio se haría cargo de un chaval de dieciséis años que se había fugado de un centro de menores, cuando ni sus padres se hicieron cargo de él al nacer. Quizás por eso vivió en un entorno poco agradable para un niño, y quizás por eso tenía un aprecio hacia su vida completamente nulo. Así fue desde temprana edad, con ocho fue su primera intoxicación por sobredosis de medicamentos, no funcionó, pues los vomitó antes de procesarlos. Con diez, se tiró a un río, un perro le encontró a los pocos minutos de caer, desde entonces los odia. Con doce, decidió autolesionarse hasta desangrarse después de que sus padres se mataran entre ellos, pero un vecino dio la voz de alarma y la policía y ambulancia llegaron antes de que diese su último respiro. Fue entonces que lo enviaron a un centro de menores, no era mal sitio, pero demasiada protección para su gusto.

Sacó algo bueno de esa parte de la historia, conocer a Oda, el que ha sido su único y mejor amigo. Era dos años mayor que él, pero eso no fue impedimento para crear una gran amistad. Siempre se preocupó por su estado, le llevaba comida si no ingería nada ese día, le calmaba si tenía algún ataque, le abrazaba si le veía llorar, fue como un hermano mayor... Quizá justo por eso no duró mucho.

Dazai aprendió a temprana edad que todo lo que alguna vez quiere, se va. Su madre acabó enganchada a las drogas después de que naciese, su padre, un alcohólico incorregible, la mató para después quitarse el mismo la vida, dejándole un mensaje. -Todo es culpa tuya, si no hubieses nacido, esto no habría acabado así.

Nunca tuvo más familia, nunca tuvo algún amigo, nunca tuvo una mascota, pues cada persona que se acercaba a él terminaba huyendo, o pereciendo en el proceso.

Oda no fue la excepción, aunque nunca se supo la causa real de su muerte. Aquel incendio en el orfanato no acabó con él, tampoco el pequeño tumor que se encontró en su cuerpo al examinarlo en la autopsia. Dazai lo sabía, sabía que fue él la causa, aunque nunca dijo nada claro está...

Aprovechó la confusión del incendio, la tristeza de la muerte, y la desesperación en el entierro para esconderse, y después, marcharse, visitándole una única vez.

En la costa le fue bien, todo lo bien que para él era posible. Se tiró al mar un par de veces, aunque nunca funcionó, solía engancharse en las redes de pescadores, que le recogían amablemente para después llevarlo a la orilla.

En este tiempo encontró un pasatiempo, algo tonto e insignificante, pero que se convirtió en una parte indispensable de su día a día.

-Siempre deseé poder terminar de escribir esa historia, y creo que al fin encontré el final...- Esas fueron las palabras de despedida del que fue su amigo. Decidió terminar la historia por él.

Gastó días, semanas, e incluso meses para encontrar el final perfecto. Así fue, eligiendo además ese como título de una pequeña historia que escribió paralelamente, "Perfecto".

El libro triunfó, y el corto cuento también, con ello, la promesa de Oda se hizo realidad, pero faltaba algo. Algo en toda la ecuación seguía sin encajar.

El nudo en su garganta cada noche, el cierre de la boca del estómago al pensar en él, o incluso las migrañas que sentía cada vez que leía su propia historia le hicieron irse de aquel pueblo. Ahora, con veinte años, decidió volver a Yokohama.

Nunca fue capaz de volver a pisar el cementerio, la culpa, remordimientos, malestares... No sabía exactamente como definirlo, pero aquel conjunto de malas sensaciones, de pensamientos negativos no le dejaban visitar el sagrado lugar donde descansaba Sakunosuke.

Quizás fue eso lo que le llevó a volver a atentar contra su vida, aunque esta vez parecía funcionar. Esta vez los cortes no cesaron, la sangre no fue tapada, la ambulancia no llego, y la salvación tampoco. Fue ahí cuando lo recordó.- Vive Dazai, vive por mí, conviertete en alguien de quien me sienta orgulloso, alguien bueno, que ayude a los demás. Sé que el bien y el mal para ti tienen poca diferencia, pero si puedes elegir, ayuda al necesitado, salva al huérfano, y vive.

Ahí recordó la promesa que le hizo a Oda, promesa que ahora nunca cumpliría, porque ya no viviría para poder hacerlo.

Y así fue como su cuerpo, frío y desangrado fue encontrado en su propia casa, una fría mañana de un veintiséis de octubre.

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Es un corto One-Shot, no se si quiera si tendrá algo de sentido. En caso de que lo tuviera, espero que al que lo lea le guste.

Veintiséis De Octubre (One-Shot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora