Aquel chico que conocí cuando era joven, tenía una chispa especial que irradiaba efusividad y paz. Siempre sonreía y nunca lo vi tan siquiera llorar. Él era el niño bonito que lo tenía todo, perfecto y rebelde. Si alguna vez hubiera podido hacer las paces con él, quizás no sentiría este nudo que me oprime día con día. Si las cuentas hubiesen estado claras, quizás mi madurez estaría completa.
Ya no siento dolor ni ganas de destrozar el mundo entero, tan solo soy yo en una pacificidad que mi yo más joven jamás conoció y buscó tan desesperadamente al rompérsele el corazón mil veces y resquebrajar su alma con cada puñalada de plata. Ya no sé ni siquiera por qué lo odiaba o sentía resentimiento por él, podría ser porque era lo opuesto a mí; era lo que yo quería ser inconscientemente.
Cuando lo veía tenía ilusiones de golpearlo y borrarle esa sonrisa de la cara, de humillarlo y hacerle perder su egocentrismo disfrazado de bravura. No era yo el que hablaba sino mi ego, ese maldito Nosferatu de mi izquierda que siempre susurraba cosas y bebía de mi tormentosa decadencia.
Mi odio cegado solo me permitía verlo derrotado y encontrarle fallas por cualquier aspecto, ¿y yo de qué podía jactarme? Yo, el rey del desperfecto.
Una vez le tendí la mano y le ofrecí mi amistad, pero él la rechazó echándome en cara mis acciones. Quise ayudarlo y ayudarme, pero era evidente que no me escuchaba y no trataría de entenderme. Pensé que ojalá se pudrieran él y toda su calaña de acompañantes.
Su éxito era un ataque y sus arrebatos ardían en la herida; no cicatrizaría hasta que uno de los dos cayera. Parecía que sería yo, estaba al borde del abismo y operaba en piloto automático con el alcohol como mi combustible. Los colores deformes se intensificaban casi al final del síncope y el desahucio del veneno. Era completamente irónico que la risa aminorara el temblor incontrolable de mis lágrimas tan ahogantes y claustrofóbicas como las profundas fosas del océano.
Pienso que he visto un arma, necesito tenerla conmigo y abrazarla con intenso fervor, como un niño a su peluche. No puedo con la reminiscencia culposa; alguien debe devolverme lo que me pertenece, no es azul ni amarillo, en realidad, ni siquiera sé cómo era o por qué se diluyó en mi esperanza.
Qué lejos estoy del suelo donde he nacido, inmensa nostalgia invade mi pensamiento... Demonios, esa letra es de una canción que escuché en Marte. Mientras yo canto con agudos, el niño bonito saca oro de las mangas... Y sonríe. Sonríe. Realmente quiero borrar esa sonrisa de victoria de su rostro. Creo que lo conseguí.
Mi ego está más estable desde que vi una sonrisa esfumarse de su rostro. Pero no sospeché nada sobre el inicio de la caza. No hubo invitaciones ni avisos. Habría querido enterarme o al menos entender de qué iba toda esta historia de detectives.
"No, no lo odiaba" —Pensaba mientras lograba descifrar el final del juego. Quería ser él; quería ser todos los niños bonitos del medio, pero él era diferente y único a su manera.
El cuerpo frío en el ataúd despertó mi dolor y revivió mis más recónditos miedos, la pérdida era mi castigo eterno. Yo tuve la culpa. La condena es mía por negarle mi ayuda.
Porque no vio el peligro en rostros familiares ni notó el primer golpe. Cayó de rodillas y se desplomó estando muerto en vida. Su pesado cuerpo no luchó por salvarlo, solo sus ojos se movieron con intenso desespero lacrimoso. Porque articuló un solo grito de dolor pidiendo ayuda y no pude ayudarlo. Porque su corazón dejó de latir mientras su mente divagaba al más allá con la última vista a sus cazadores.
...
Nunca lo vi llorar para los demás, sin saber que lloraba para él sin lágrimas. No hablaba, pero respiraba fatalidad. Solo cantaba con la voz prestada de un ángel trágico.
No pude detenerlo antes de la caza y solo lo vi irse. Ese día murió y yo con él.
Se ha ido, no dijo por qué, pero parece que lo vi en sus ojos.
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So Fine I
Mystery / ThrillerNunca lo vi llorar para los demás, sin saber que lloraba para sus adentros en secreto. No hablaba, pero respiraba fatalidad. Solo cantaba con la voz prestada de un ángel trágico... Se ha ido, no dijo por qué, pero parece que lo vi en sus ojos.