SeokJin estaba subiendo las escaleras cuando sonó el timbre.
Debatió un momento acerca de responder o no, pero al final volvió a bajar, gruñendo.
Era domingo, su único día de descanso, y hoy no quería hacer frente a cualquier mierda.
Miró a través de la mirilla, y su corazón tembló cuando vio a un marine en el porche.
Llevaba un uniforme de servicio verde y caqui, una boina cubriéndole la cabeza, el petate de marine colgando del hombro, y situado alto y recto de espaldas a la puerta, miraba hacia la calle.
SeokJin se atrapó en la cerradura, con los dedos de repente incapaces de continuar y con el corazón acelerado.
¿Eran noticias? ¿Una buena o mala noticia? ¿Por qué demonios estaría un marine en su porche, si no fuera por traer noticias?
Abrió la puerta, sintiéndose estúpido y torpe cuando el hombre se volvió hacia él.
—¿O'Flaherty?
NamJoon le dio una débil sonrisa y levantó la mano. —Nadie está herido.
SeokJin se quedó de pie, mirándole. No estaba seguro de si creerle o no. Y no estaba seguro de si quería darle un abrazo o golpearle.
NamJoon se rió al ver la expresión de SeokJin, un sonido cansado, sin alegría.
—No hay nada malo, lo prometo.
SeokJin lo miró de arriba abajo, inspeccionándole, buscando las heridas que debieron haberle enviado a casa. Ninguna herida visible.
—¿Por qué estás aquí? ¿Cómo que estás aquí?
—Permiso especial. Cuarenta y ocho horas.
SeokJin frunció el ceño más fuerte. Se dio cuenta de que aún sostenía la puerta, y le dolían los nudillos. La soltó y le apretó la mano.
—¿Permiso especial? —Preguntó, con cuidado.
—Estoy resfriado, —respondió NamJoon, inexpresivo y esperando un momento. —¿Puedo entrar?
SeokJin comenzó asintiendo con la cabeza y apartándose del camino.
—Sí. Mierda. Lo siento, es que... yo solo...
—En pánico, lo sé. Lo siento, no tenía otro lugar para cambiarme el uniforme, —dijo NamJoon al entrar.
Dejó su petate de marine junto a la puerta, el mismo lugar donde JungKook siempre dejaba caer su bolsa de deporte cuando llegaba cansado después de un largo día.
SeokJin la miró por un momento, dejando que el dolor se asentara en el pecho antes de intentar tomar otro aliento.
Finalmente apartó los ojos del petate y trató de sonreírle a NamJoon, que estaba mirándole. Parecía agotado, pero su ceño fruncido era amable. Tenía que sentir la decepción de SeokJin de que no era la bolsa de JungKook.
—Te ves bien, —SeokJin logró decir asintiendo con un gesto de mano.
NamJoon sonrió. —Lo sé. Los marines siempre tenemos buen aspecto.
Se metió la mano en el bolsillo de atrás y sacó una carpeta de cuero, en la cual parecía llevar sus órdenes, y a continuación sacó de su billetera un sobre arrugado y roto y se lo entregó a SeokJin.
SeokJin lo miró lamiéndose los labios y preparándose antes de extender la mano cogiendo el sobre. Se sentía cálido entre sus dedos, y el simple garabato de un nombre le era muy familiar. Era de JungKook, pero tenía la apariencia de una carta que había visto muchas noches en el bolsillo de alguien. SeokJin sabía que una gran cantidad de soldados, marines e infantes de marina dejaban una carta a un amigo en caso de no poder volver a casa.