-Daryl-.

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-¡Carol!- no llegó a gritar, pero movió sus labios y su voz se escapó en una exhalación de aire.

Y solo la pudo ver a ella: en mitad de la multitud, entre todos los que eran sus amigos, entre aquella marabunta de caminantes... ella.

Ella buscando abrirles paso.

Ella cruzando su mirada con la suya una décima de segundo, una sola, la justa para encontrar un ápice de esperanza, y a la misma vez la suficiente como para descubrir una preocupación tan intensa como la suya.

-¡No!- escuchó a alguno de todos los demás decir y, aunque quiso hacerlo, no pudo girarse.

No pudo hacer otra cosa que no fuera sostener entre sus brazos a Judith y atender a la mano de Carol.

Tal vez necesitaban ayuda. Tal vez estaban a punto de morder o herir a alguno de los suyos, pero solo a su mano, solo a aquella indicación muda fue a lo que pudo atender.

Acababa de clavarle el cuchillo en la cabeza a uno los muertos y ahora le tendía la mano, no para que se la cogiera, no para que la ayudara, sino para que la siguiera.

-Daryl- se movió rápidamente. -¡Vete!- le gritó ahora, porque acababa de abrirle el camino, porque no quedaba tiempo, porque tenía que pasar.

Tenía que salvar a Judith.

Tenía que pasar por el lado de Carol y no hacer nada para impedir que aquellos caminantes se abalanzaran sobre ella al igual que había hecho con los demás.

Tenía que salvar a Judith.

Judith.

La miró y el tiempo se volvió a detener al compás de su corazón.

Un segundo.

Dos.

-¿Papá?- aquel susurro le devolvió a la vida para, acto seguido, clavarle en el pecho un puñal aún más doloroso.

Judith se estaba consumiendo su sus brazos mientras el recuerdo de Rick parpadeaba en su mente. No podía fallarle, no podía... ni a la pequeña, ni a su amigo, ni a Michonne.

Tenía que conseguir ayuda.

Tenía que salvarla.

-¡Ayudadme!- entró dando una patada en el hospital. -¡Ayuda!- se le rompió la voz.

-¡Eh!- se le acercó corriendo una mujer. -¿Qué le ha pasado?- buscó alguna herida en la niña y la encontró de inmediato.

-Le han disparado- fue todo lo que alcanzó a pronunciar mientras trataba de comprender si lo había logrado, si había conseguido o no poner a Judith a salvo.

-Ya veo...- murmuró.

-¿Qué ha pasado?- ahora un hombre, con el mismo uniforme que ella, apareció a su lado.

-Un disparo, hay que llevarla corriendo a quirófano, puede haberle dañado algún órgano- planteó con prisa, consciente de el tiempo apremiaba en una situación así.

-¿Cómo le han disparado?- su compañero, en cambio, aunque la escuchó y estuvo de acuerdo, prefirió tomarse algunos segundos para indagar, para averiguar el arma y la distancia a la que la bala había sido disparada.

Daryl, en cambio, no fue tan allá, se quedó en quién y en por qué, y supo que ninguna de las dos respuestas podían ser dichas en voz alta.

Aún menos con un soldado al otro lado del pasillo, mirándole y acercándose lentamente hacia ellos.

-¡Vamos! Luego averiguamos todo eso- habló la médica.

Él no la escuchó.

El soldado, que hasta hace unos días había sido su compañero, agarró su arma para apuntarle en una amenaza a la que Daryl prefirió no hacer caso.

-¿Dónde está?- preguntó sin apartar sus ojos de aquella ametralladora.

-¿El qué?- no entendió el médico.

-¡El quirófano!- contestó al instante, pero, aún así, ya fue demasiado tarde.

Hubo de echar a correr hacia el interior del hospital, rezando porque no se atreviera a disparar, esperando que entre los pasillos y la gente pudiera perderse lo suficiente para despistarle.

Giró un par de veces.

Entró en el ala de rehabilitación.

Subió las escaleras de emergencia.

Miró hacia atrás: nadie.

Volvió a girar. Izquierda, esta vez.

Cirugía.

-¡Ayuda!- pidió, pero nadie pudo escucharle, pues apenas un segundo después, una alarma, como la de un incendio, comenzó a sonar.

-¡Por las escaleras!- salió un enfermero de una de las salas para tratar de dirigirles.

Pero él no podía volver atrás.

No si no quería acabar con la vida de Judith y con la suya propia en el acto.

Continuó avanzando y casi le alivió ver como la gente salía de habitaciones y consultas para ir justo en sentido contrario al suyo.

Eso le despistaría, le camuflaría entre la gente, le permitiría ganar tiempo.

Tiempo.

A Judith quizás se le agotaba.

Podría entrar en una de las consultas, pedirle a uno de los médicos que le ayudara, obligarle incluso a salvarla... podría tumbarla en una camilla, aprovechar que allí había luz para ver la gravedad real de su herida... podría...

Pateó la siguiente puerta que encontró y lamentó encontrarse la sala vacía.

Una silla y una mesa, una puerta al fondo y poco más.

Se volvió dispuesto a salir, pero hacía largos segundos desde que comprobó sus espaldas y ahora fue demasiado tarde.

Un golpe en el hombro casi hizo que Judith se le cayera de los brazos.

-Dixon...- bufó el soldado.

-Miller, por favor...- tragó saliva.

-Lo siento- usó ahora su pierna para hacer flaquear una de sus rodillas.

-Por favor- repitió y, aunque le dolió más que aquel impacto, soltó a Judith en el suelo rápidamente para tratar de enfrentar aquella pelea con cierta oportunidad de victoria, pero fue tarde.

El soldado ya estaba dispuesto para canalizar toda su fuerza sobre su cabeza y el sonido de la culata del arma impactando contra su sien fue lo último que Daryl pudo sentir y escuchar antes de que todo desapareciese a su alrededor. 

-be carefull-.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora