Ah, pero que corte tan limpio y espectacular fue ese. Aemond no podía dejar de admirar el cadáver en la habitación, aquel hombre ya sin la mitad de su cabeza, pero eso sí, conservando la lengua que otrora osó gritar la verdad que todos sabían pero que por mandato de su Real padre, nadie podía decir.
Su mirada se paseó desde el cadáver hacia el autor de tan fantástica acción. Por supuesto que su tío había osado cometer tal acción en frente de todos sin mediar palabra alguna; el hombre había demostrado defender sin miedo alguno a su familia, incluso a aquella que no pertenecía a su semilla.
Cómo admiraba a ese hombre, tan diferente al que es su padre. Porque muy Rey de los Ándalos, Rhoynar y Primeros Hombres podrá ser, pero Viserys no era ni un Rey ni un guerrero ejemplar. Su único gran mérito a sus ojos era haber montado al gran Balerion, el Terror Negro, pero sin ese dragón en los cielos, ya nada hacia especial a su padre. Su amor por su hija mayor tal vez, el mantenerse firme y leal hacia ella, aún cuando eso implicara dejar de lado y menospreciar al resto de sus vástagos, como a él. Pero bueno ¿Quién necesitaba la admiración de un patético y enfermo Rey? Él ya no, claro está.
No, cuando podría conseguir la del resto del mundo, la de su mentor Sir Criston y la del guerrero más feroz que conocía: su tío. Oh, dioses y dragones, cómo admiraba a su tío, su fiereza, lo diestro que era con la espada, lo gran jinete de dragón que había llegado a ser. Aemond sabía que por muy buen espadachín que actualmente fuera seguía siendo un niño del verano, uno que jamás había combatido a duelo fuera de los seguros entrenamientos donde nadie se atrevería realmente a lastimar a un príncipe dragón. No estaba curtido en las batallas como lo estaba Daemon, incluso si tenía a la dragona más grande y antigua, él mismo estaba por debajo en una verdadera guerra.
Y necesitaba estar preparado, pues pronto se desataría una verdadera guerra una vez que su padre exhalara su último suspiro, Verdes y Negros comenzarían una encarnizada pelea, todos bien lo sabían. Él se aseguraría de que así fuera, pues sabía que ese sería el mejor momento de probarse y de finalmente enfrentarse a su tío, de ser su igual y superarlo, estableciéndose como el caballero y jinete de dragón más poderoso de estos tiempos, un digno descendiente de Aegon el Conquistador.
Observa a Daemon limpiar tranquilamente su espada aún cuando su abuelo Otto ordena que lo rodeen, con su soltura y desparpajo de siempre. Es capaz de imaginarse la batalla y saborear el triunfo, se ve a sí mismo haciéndose con Hermana Oscura mientras el cadáver bañado en sangre de su tío yace a sus pies, su dragón agonizando a unos pies de distancia, y él, el Príncipe Aemond alzándose con el triunfo y demostrando que es el mejor y más apto para ser Rey, muy por encima del borracho de su hermano Aegon y la puta de su hermana Rhaenyra.
No puede quitar su vista de la figura de su tan admirado tío, imaginando los miles de escenarios donde este siempre termina muerto bañado en sangre; se desconecta de la realidad y no se da cuenta el momento en que su mente divaga tanto en torno a Daemon que deja de verlo agonizando a sus pies y continua imaginandolo bañado en sangre, pero esta vez con él estando encima suyo, pasando su lengua por ahí donde el rojo líquido fluye.
Se ve así mismo disfrutando de aquello, recorriendo el cuerpo de su tío y encontrando placer en aquello, en someterlo bajo suyo, ya no atravesándolo con su espada, sino que llenándolo profunda y deliciosamente con otra. Imagina cómo sujetará sus muñecas y lo someterá con todas sus fuerzas, porque por muy canalla que fuera y obviamente sin problemas para mantener relaciones íntimas entre familia, sabe que se resistiría a eso. Se opondría a que Aemond lo embistiera, a que lo cogiera con la brutalidad que él sabe ambos guerreros disfrutarían, a que tuvieran el mejor sexo de sus vidas. Daemon jamás se sometería de ninguna forma, y por los Dioses eso era lo único que quería Aemond en su vida.
No sabe en qué momento dejó de verlo solo con admiración para añadir el deseo a la ecuación. Tal vez es un deseo que siempre tuvo reprimido y que ocultó bajo las ganas de derrotarlo en batalla, pero que ahora floreció con toda la potencia de los siete reinos, incendiando todo a su paso. El deseo de vencer y someter a su tío en la cama se había establecido en su cerebro y no se iría hasta que lo hiciera realidad, él lo sabía.
Ah, ahora tiene un nuevo deseo que cumplir, una nueva razón para odiar y envidiar a la perra de su hermana mayor. Cree ya entender un poco a su hermano Aegon y sus sucios deseos.
Comentarios de la autora:
No recuerdo el número del capítulo, pero esta idea nació con la miradota que le dio Aemond a Daemon después de que este le cortara la cabeza al pendejo de Vaemond, que bueno que se murió.
Siempre subo o termino de escribir cuando pasa el tiempo, pero mejor tarde que nunca, espero sea del gusto de alguien ^^
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De la admiración al Deseo
Short StorySolo la inspiración tras un capítulo, solo la admiración y ansias de homicidio de un sobrino hacia su tío mutando en algo más, o tal vez solo añadiéndose a tan particular mezcla. Después de todo, el deseo del Dragón siempre estará mezclado con Fuego...