Capítulo 1

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Lo despertó su propio estornudo, mismo que le avisaba que se estaba enfermando. Se había formado una gotera en el techo de la cabaña justo sobre su cabeza, por lo que estuvo mojándose buena parte de la noche sin siquiera darse cuenta. 

Gimió adolorido mientras se sentaba en el suelo, haciendo rechinar las maderas y tronando los huesos de su cuello y espalda. Se dio cuenta entonces de dos cosas: Hoodie seguía sentado en el mismo rincón que la noche anterior mirando en su dirección, y en realidad había goteras por todas partes, incluso sobre la cabeza del encapuchado, pero no parecía importarle aquello.

— Tenemos órdenes del Operador. —Lo escuchó decir. Gruñó en respuesta, eso no le entusiasmaba en lo más mínimo, pero no se podía quejar.

Se apresuró a buscar sus botas, las mismas que siempre usa para andar por el bosque. Revisó que no le faltara nada tanteando todos sus bolsillos, y luego salió con la cabaña con su compañero detrás de él.

Buscó su cajetilla de cigarrillos y sacó uno para encenderlo.

Los molestos y enormes mosquitos de aquel maldito bosque zumbaban en sus oídos sin poder picarlos, ya que no encontraban piel al descubierto. Era mucho más fácil atravesar el bosque ahora que la tormenta ya se había marchado, pero ahora, debían cuidarse de las criaturas en su lugar. A criaturas como The Rake o The Sedeater no les gusta llamar la atención y ser vistos pero eso no implica que no puedan tener hambre. A pesar de eso, Tim no les tenía un especial terror a los monstruos. Era bastante bueno con las armas y no dudaba en usarlas en defensa propia. Las armas le daban más seguridad que confiar en su fuerza o rapidez para huír. 

En el caso de Hoodie era diferente. Si bien él también era bueno con las armas, contaba con la ventaja de ser más alto, más grande y por ende más fuerte y pesado que el otro.

Cuando Masky tenía complicaciones, el encapuchado siempre estaba ahí para defenderlo. Lo necesitaba a su lado. Eran un equipo.

Tim caminaba a la par del contrario siguiendo la dirección a la que se dirigía, hasta ese momento no había hecho ninguna pregunta, después de todo el Operador le dió la orden a él. Aún así, quería prepararse mentalmente por si tenía que ver cadáveres, así que tragó saliva y dirigió su mirada cubierta por la máscara hacía el más alto. Le dió una calada al cigarrillo que ya se estaba por consumir.

— ¿Cuáles son las órdenes del Operador? — Procuró que su voz sonara firme y limpia. No podía titubear.

— Debemos ir a un campamento que armaron unos instrusos en el bosque. El Operador dijo que estaban ahí hacía dos semanas. — Explicó.— Llevaban consigo cámaras de vídeo.

Tim advirtió que su compañero no tenía más que decir, pero volvió a interrogar.

— ¿Cuál es su estado? — Sabía la respuesta.

— Están todos muertos. 



Pasaron las horas y el Sol se empezó a sentir especialmente sofocante, por lo que revisó su reloj de muñeca, ya era pasado el medio día.

Tim arrugó la nariz y cerró un momento sus ojos para soportar el olor nauseabundo que lo invadió cuando llegaron al campamento y entraron a una de las tres carpas previamente destruidas. Los cuerpos estaban en pleno estado de descomposición, y todos eran adolescentes.

Evitó verlos más tiempo a la cara y se alejó de ellos. 

Hoodie, por su parte, revolvía por todos lados en busca de cámaras, DVDs, cintas, CD's, teléfonos celulares, y cualquier otro aparato electrónico que encontrara. De casualidad encontró algunas drogas, y sin decir nada, se las guardó también.

Tim no dejaba de pensar en que tendrían que deshacerse de aquellos jóvenes muertos más tarde. 

La suerte de encontrar comida le subió el ánimo; una conservadora con latas de cerveza, sándwiches y un poco de carne. Miró disimuladamente en dirección a Hoodie, y como estaba distraído en lo suyo, se guardó todo lo que había en la conservadora dentro de su mochila.

No le iba a dar nada a ese bastardo, si por Tim fuera, se podía morir como un perro abandonado.

Sonrió amargamente sabiendo que el hijo de puta de Hoodie tenía todos los privilegios de chuparle los tentáculos al Operador. 

"Es una puta triste." La voz de Toby se reprodució en su cabeza, e hizo todo lo posible por no reírse.

— Vámonos. — Tim asintió en respuesta. Al parecer ya habían terminado ahí.

Apenas salieron de aquella zona cuando un doloroso ruido de estática se apoderó de la mente de ambos, haciéndolos bajar la cabeza. Escucharon la voz del Operador empezar a hablarles telepáticamente:

" Masky, Hoodie... Mis muchachos." — Cuando Tim y Hoodie se recuperaron de la molestia, pudieron alzar de nuevo la vista, descubriendo al jefe parado frente a ellos.

No tenía ojos, ni nariz, ni boca ni orejas. No había nada en su cara, pero siempre eran vigilados por él, sabía todo lo que hacían. Sabía dónde estaban, podía oírlos, podía sentir sus pisadas en el bosque. 

No podían huír del Operador. Y su voz, profunda como un agujero negro.

Hoodie le entregó todo lo que había encontrado, saludando con una reverencia y completa sumisión. Tim imitó su acción, porque estaba cagado del miedo, no por respeto.

Así mismo como apareció, Slenderman volvió a desaparecer. 

"Sigan a Toby, él los llevará al nuevo refugio." 

No sé habrían dado cuenta de que el chico tics estaba presente si no hubiera sido mencionado por el Operador. Extraño, pues Ticci Toby era normalmente muy hablador.

Toby miró a ambos hombres e hizo un gesto con su cabeza para que lo siguieran antes de empezar a caminar. 

— Bu-Bu... —Su dificultad para armar una oración y los tics le hicieron saber a Tim que no había tomado sus medicamentos. — Bu-Buenos días.

Nadie contestó.

Nadie dijo nada durante todo el camino, hasta que Toby se detuvo. 

Señaló una gran casa abandonada que se visualizaba a la distancia. Se veía mil veces más firme que la cabaña que habían dejado atrás. 

— Ahí.

Ese sería su nuevo hogar.


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⏰ Última actualización: Nov 10, 2022 ⏰

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