Prólogo

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Estaba a punto de cometerse un asesinato.

La oscuridad del anochecer había envuelto el denso bosque cuando un coche se detuvo junto a la única gasolinera en kilómetros a la redonda. Un hombre de mediana edad descendió del vehículo, buscando a algún empleado encargado del turno nocturno en el establecimiento.

Sin sospechar que todos los trabajadores de la gasolinera yacían sin vida en su interior, la sangre de sus cuerpos inmóviles pintaba las paredes y formaba densos charcos en el suelo.

—¿Hay alguien aquí?—gritó desde el exterior del edificio—. Ni que fuese tan tarde...—murmuró para sí mismo.

En el sepulcral silencio del lugar, unos pasos sonaron cerca.

—¿Quién está ahí...?

El pánico se apoderó de él y, casi corriendo, se apresuró hacia su vehículo.

Antes de que pudiera siquiera alcanzar el tirador de la puerta de su coche, una bala atravesó su cráneo, y su cuerpo cayó sin vida al suelo. Dos hombres, vestidos con ropas negras de estampado militar, manchadas con tierra y barro, que ocultaban sus caras tras pañuelos oscuros, emergieron de la oscuridad, revelándose a la luz del establecimiento.

—Coge las llaves—ordenó uno a su compañero—. El jefe nos está esperando.

El hombre obedeció, sacando del bolsillo del muerto un par de llaves plateadas. Ambos se subieron al vehículo y, con el motor rugiendo, se adentraron en la oscuridad de la noche.

Ellos (Recuerdos I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora