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Kagome ayudaba a Sesshomaru a limpiar la herida, él no había deseado seguir hablando con su madre y ella le pidió a Kagome encargarse hasta que su hijo estuviera listo, habían pasado dos días, estaba un poco mejor, pero aun dolía, de pronto, Naomi entró exaltada, enojada y miraba fijo a Sesshomaru.

–¡Un grupo de hombres viene en esta dirección, te siguieron y estamos todas perdidas!– gritó mientras alejaba a su hija– ¡ha sido tu culpa, has llegado solo para hacernos daño!

–Madre cálmate– Kagome trataba de hacer que la viera, pero no funcionaba– él venía inconsciente, después de pelear por defendernos.

–¡¿Y sigues creyendo en el?!– Se volteó indignada, Kagome solo veía miedo en su mirada– ¡Te ha traicionado para traer aquí a sus amigos, para llegar a nosotras! ¡Jamás debiste salir de aquí!

–De no haber salido su hija, Rin habría sido...– le provocaba asco el solo decirlo, sus manos temblaban, esa niña había sacado sentimientos paternos en él– la habrían violado, mancillado, un puto grupo de hombres que solo desean poseer a una mujer, ¿Cree realmente que estoy de acuerdo con ello?

No esperó respuesta, salio de allí y en el camino se topó a una mujer que tenía una espada y un arma, se las arrebató y pidió la abrieran las puertas, ellas no dudaron, lo dejaron salir y Sesshomaru avanzó hasta que solo vio un amplio campo, cubierto de césped y flores.

Siguió su camino, al primero que vio fue a su hermano, se veía asustado, tenía la misma mirada de miedo cuando su padre lo obligaba a entrenar, esto no era algo que él disfrutaba.

–Dime....¿ella esta aquí?– estaban a unos metros, ambos apuntándose con una espada al cuello– ¿Siquiera.. me recuerda?

–No ha dejado de hacerlo en ningún momento– aseguró e Inuyasha aguantaba las ganas de llorar– sabes que Toga está mal, debes ayudarme a protegerlas.

–Hace años, encontré a una mujer, era hermosa y la cuide todo lo que pude, pero sabía que debía volver aquí– dijo mientras bajaba la espada– siempre supe cual era su camino, cuide años el secreto, y ahora ellos están aquí.

Inuyasha volteó, poniéndose junto a su hermano, Sesshomaru alzó la mirada y vio a su padre, cojeando y tres hombres iban tras él, apretó su herida, ahora comenzaba a doler, pero no le importaba, defendería ese lugar así tuviera que matar a su propio padre a manos.

Toga se acercó primero, Sesshomaru se acercó pero pasó de él.

–No valdria la pena matarte primero, serás el bono extra– le dijo mirando aquellos ojos igual a los suyos– por tantos años no has entendido, ellas no te necesitan, mira lo que formaron, sobrevivieron sin ti, un hombre que se cree mejor que los demás.

–Caerás, y ellas igual, volverán donde pertenecen, a nuestro lado satisfaciendo nuestras necesidades– iba a golpear a Sesshomaru, pero él fue más rápido y le dio una patada en la pierna lastimada– ¡maldito, yo te crié, te enseñe todo lo que sabes!

–Te equivocas, mamá me crió, ella me hizo diferente a ti, no soy un imbecil que engañaria a su mujer– le golpeó la mejilla y se puso sobre él dando más puñetazos– todos estos años, he sentido asco de ti, odio hacia ti, por que es tu culpa que ella se fuera.

Los demás hombres de Toga se acercaron, quitaron de encima a Sesshomaru y lo comenzaron a golpear, una de las patadas le llego a su herida, gritó de dolor pero trató de ponerse en pie de igual manera, Inuyasha dudó, por incontables segundos se quedó paralizado, hasta que escuchó el grito de su hermano y fue a ellos para golpearlos y a uno le cortó la mano.

Los dos hermanos pelearon juntos, Inuyasha trataba que Sesshomaru no se esforzará mucho ya que su herida había comenzado a sangrar, Toga aún  o podía ponerse en pie y era testigo de cómo uno a uno sus hombres iban cayendo.

Tras las puertas de la ciudadela, Kagome le pedía a su madre ayudarlos, no saliendo a combatir, si no con las flechas, Naomi tuvo que aceptar, y también admitía que se había equivocado con Sesshomaru.

Todas quienes sabían usar el arco a la perfección, estaban subiendo un lugar donde pudieran tener buena vista, apuntaron procurando no darle a alguno de los dos chicos quienes les estaban salvando y comenzaron a disparar, todos gritaban de dolor cuando no solo sentían la filosa hoja de la espada, sino, que las flechas se encrustaban en su piel, haciendo difícil moverse e incluso terminaban muertos.

Estaban cansados, y aún les faltaban unos cuantos que estaban escondidos en los árboles, Sesshomaru respiraba agitado mientras caminaba a ellos, dos hombres sonrieron cuando lo vieron caer de rodillas, su cuerpo comenzaba a sentir el dolor y cansancio, jamás se había enfrentado a tantos.

Uno se acercó dispuesto a matarlo, pero un disparo desde lo alto le voló la mano, desesperado gritaba, buscaba al culpable pero dejó de moverse cuando una nueva bala le llegó en la frente, Sesshomaru alzó su vista, una silueta bajaba y quedaba frente a él, no lograba verlo bien, pero escuchó varios disparos.

–Vamos hombre, debes descansar– se giró a su derecha, su viejo amigo le sonreía– mucho sin verte Sesshomaru.

–Naraku, bastardo– dijo sonriendo un poco– creí estabas muerto.

–¿Yo? Pero si soy el mejor– ambos rieron, él lo dejó junto a Inuyasha, quien estaba recostado recuperando el aire, tenía moretones, algunos cortes de dagas, pero nada grave– ¿vinieron todos, o aún quedan en el campamento?

–Todos están aquí, solo se quedaron los ancianos que no podían caminar– miró a su alrededor, Toga iba a ellos con espada en mano, Sesshomaru se levantó con dificultad y también tomó una arma– ¿que harás?

–Acabaré con esto– el choque de las hojas filosas resonó no el lugar, los tres recién llegados se voltearon cuando mataron al último de ellos, caminaron esperando ayudar a Sesshomaru, pero Inuyasha desde el suelo les negó, esto debía terminarlo él– si solo la hubieras dejado ir, nada de esto estaría pasando.

–¡Tu escondiste a una mujer!

–¡Hablo de mi madre!– gritó agitando la espada y haciendo que ambos cayeran por que sus cuerpos ya no aguantaban– ¿Crees que no sabía de la amenaza? ¿Crees que no escuchaba tus gritos a las cuatro de la madrugada? ¡eras un bastardo con ella, prohibiendole llevarme, irse de tu lado por que dejarías de tener todo ese lujo!

–¡No sabes nada!– Toga se tiró sobre su hijo, comenzando a ahorcarlo, Inuyasha se movió hacia ellos y pateó el rostro de su padre– ¡y tu que! ¿También te pondrás de su lado? ¡te di un techo, una familia!

–Mi familia me la dio Irazue, ella cuidó de mi, a pesar de solo ser hijo de tu secretaria– ayudó a Sesshomaru, Naraku se acercó y le dio su pistola.

De la ciudadela salio Irazue, asustada por sus hijos, Toga al verla quizo llegar a ella, le gritaba mil improperios y las cosas que le haría, asustada por estar frente al hombre que tantos años la tuvo amenazada cayó de rodillas viendo como llegaba a ella y le apuntaba con la espada, ambos hijos fueron lo más rápido que pudieron, Toga alcanzó a lastimar su mejilla y antes de que pudiera lastimarla más lo quitaron y ambos lo golpearon, con ayuda de Naraku se levantaron y le apuntaron.

–Tu jamás nos mostraste un poco de afecto, nos enseñaste a odiarte, a pelear y matar, y eso haremos– cargó el arma, Inuyasha le ayudó a apuntar y ambos cerraron los ojos mientras apretaban el gatillo– quizá nos veamos en el infierno, padre.

Un Mundo CaídoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora