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Los cuchicheos iban y venían por los pasillos, Marsolie no había tenido que despertarlo esa mañana porque él estaba bien despierto y preocupado desde el amanecer a causa de aquello, más no podía salir de su habitación a comprobar que era aquel murmullo colectivo que las sirvientas intercambiaban.

Generalmente eran discretos a la hora de cotillear, esa mañana no parecía importarles. Pasaban frente a su puerta una y otra vez, hablando con voces fuertes y claras para los oídos de Harry, solo que no podía comprender la razón de las mismas, oyó su nombre, el de padre y madre, por lo que claramente involucraba a la familia.

Algo pasaba en la casa, algo de lo que no estaba enterado y sus damas de compañía no querían comunicarle aún cuando las atosigaba hasta el cansancio con preguntas y cuestionamientos.

– Su padre y madre quieren hablar con usted en la cena, mademoiselle, lo sentimos pero no podemos decirle nada, sabe como se pone su madre con las sorpresas, por cierto, hablando de sorpresas ¿Han visto a Janette Bouvier? Dicen las malas lenguas que... – parloteaban pero nunca algo que le interese realmente.

Harry no odiaba a nadie, no le nacía, pero realmente podía llegar a detestar a sus "amigas", si es que podía llamar así a un grupo de chicas a las que su padre pagaba con vestidos y zapatos para reunirse semanalmente con él a simplemente admirar la existencia y criticar la crema y nata de la corte como si fueran unas inmaculadas criaturas que no rompían un plato. Harry prefería pasar sus tardes de un modo distinto, pero no toleraba estar solo y la idea de ser el foco de sus cotilleos por extraño y antisocial le daba pánico, entonces se tragaba sus opiniones y toleraba aquella hipócrita reunión, además complacía a sus padres verlo rodeado de la alta alcurnia y no desviándose a los establos o a las huertas.

Seguir la corriente, sonreír y asentir lo mantenía a salvó de los ojos críticos y lenguas bífidas de las nobles omegas francesas.

El alboroto silencioso de su madre entrando en la habitación le terminó de confirmar que algo extraordinario estaba por suceder ese día; su querida madre estaba tan ocupada con sus labores de duquesa que no lo veía fuera del horario del almuerzo y cena, a veces ni en esas ocasiones, por lo que verla entrar en su espacio habitual a la hora del té emociono a Harry.

No había cosa que no quería más que echar a ese grupo y sentarse solo con su madre a pasar la tarde, estaba seguro que su relación mejoraría si compartían tiempo a solas, pero aún no se había dado, como ella decía, Harry era muy joven para reuniones de adultos que no le debían interesar, ese día debía haber hecho una excepción enorme solo por la ocasión desconocida aún.

– Señoritas, voy a tener que despedirlas por hoy, pero estaremos encantados de verlas por aquí en el baile, les haremos llegar las invitaciones lo antes posible – aseguró la imponente mujer, Harry anhelaba ser respetado así, pero sabía tristemente que no tenía su carácter ni en el dedo meñique.

No sé había enterado de aquel baile, ¿eso vendría a decirle su madre? No, Marsolie se lo hubiera dicho, no habría fingido ser sordomuda de nacimiento al oír sus preguntas, un baile en la casa del duque es una cosa muy llamativa y comentada, en especial a los anfitriones.

Se despidió de las jóvenes sin mucho revuelo, prácticamente correteó con su madre, pero está lo frenó, dejándolo estático y tontamente parado en medio de la sala.

– No corras, Harry, no tienes seis – dijo seriamente abriendo las puertas otra vez.

El sastre de la familia entró seguido de maniquíes con preciosos vestidos nuevos, definitivamente había un baile imprevisto. Suspiró y saludó a todos, no era muy entusiasta de esos bailes pero le gustaban los vestidos y el brillo, lo hacían sentir bonito.

king of my heart - l.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora