Extraño la nieve, odio este calor, siento que me evaporo; ya estamos a mitad de mes y sigue siendo todo tan igual al día anterior, esa monotonía tan gris, sumado a que aborrezco el colegio, sigo asistiendo porque... porque sí.
Me sorprende lo difícil que se me hace cada día el despertar, y lo penoso que me resulta abrir los ojos y que sean dañados por ese ridículo circulo amarillo, prefiero la apacible noche, con la fiel compañía de mi almohada y algún que otro aperitivo y algún liquido caliente que nos amenice las horas y horas de bellísima lectura; dejaré de divagar, mejor me apresuro, me vestí, preparé todo y lo más rápido que pude corrí al colegio.
Ya faltaba poco para la hora límite de entrada, apenas unos escasos cinco minutos, camino lo más apresurada que puedo y acabo tropezando con alguien, es un chico que se detuvo de repente delante de mí, sus ojos son café bastante lindos, caímos los dos, trato de recoger con esmero mis cosas y me dice sin previo aviso - que ojos tan lindos son como la noche- no he podido más que ruborizarme, que vergüenza, estoy huyendo de allí y me es muy curioso que lo haga porque muchos chicos me han dicho cosas similares y nunca reaccioné de esta manera ante ninguno y hace que mi corazón lata rápido.
Logré llegar en tiempo a mis aburridas clases, que día tan diferente con ese chico tan, me pongo roja de solo recordarlo, que reacción tan única, es la primera vez para mí con algo así. No le tengo apego a todo esto de estudiar, pero es necesario para mi vida, si quiero un futuro esta agónica rutina es necesaria, hay tantas personas, es sofocante el día, desaparece ya Sol y deja que la serenidad de las estrellas nos cubra a todos por igual. Que desdichada soy, que singular resulta que a pesar de estar rodeada de tantas personas es cuando más sola me sienta y que en la oscuridad cuando nada me rodea, me sienta acompañada... a veces pienso que es mejor desaparecer.
Ha pasado bastante tiempo hasta que por fin es momento de descansar un poco, estoy agotada, he subido las escaleras, perdida en mis pensamientos y sin darme cuenta terminé en la azotea, nunca antes estuve aquí, es muy tranquilo, vendré más seguido.
-... el día- suspiro.
Coincidimos muchas veces, en las que trato de hablarle sin lograrlo, me pongo nerviosa, aunque siempre que lo veo luce feliz y cuando nuestras miradas se cruzan veo un brillo en sus ojos que hace palpitar mi corazón de emoción, y así pasaron muchos días incluso meses.
Hoy hubo mucho ruido en casa, así que, aquí estoy en la azotea del lugar que me obliga a despertar temprano, la brisa es agradable y aunque puede ser algo imprudente, estoy sentada en el borde, no temo realmente a caer, aunque preferiría no hacerlo, aun debo terminar este libro que me tiene enganchada, llevo media hora aquí y me ha parecido ver a alguien corriendo allá abajo.
- Quizás lo imagi –el ruido de la puerta me interrumpió.
-... no cometas una locura- dijo el chico agitado.
- no la haré- río alegremente la chica.
- ...yo creí, que tú- volvió a decir el chico sin haber recuperado aun el aliento.
Ella lo miró luego le dio la espalda y señaló al cielo.
-No te parecen lindas... las estrellas, aun cuando están tan solas brillan con tanto esplendor, me hace pensar que no necesitamos a otros para ser felices, por qué simplemente no podemos ser todos así y-fue interrumpida
- Yo te necesito...
La chica no pudo hablar más y lo miró fijamente a los ojos.
- Creo que fue el destino que nos encontráramos ese día. -dijo él.
- Más bien fue gracias a mi desvelo- pensó ella.
- Sabes, no puede dejar de pensar en ti desde ese momento en que me perdí en tus ojos, en que una flecha desgarró mi carne e incrustó tu nombre en mi corazón, si las noches se volvieron aún más insoportables para mí, solo era por tu ausencia, si incluso los días que llovía y el cielo era completamente oscuro se volvían deslumbrantes era debido solamente a que estabas allí, aun cuando no hablábamos o pasábamos tiempo juntos, una mirada tuya valió más que mil palabras o que un millón de personas sentadas a mi lado.
Ella se quedó sin habla, sentían lo mismo, era un amor que no necesitaba cosas inútiles como las palabras.
Él suavemente se acercó a ella y la tomó de las manos.
-Mis noches son duras y creo que tus días también lo son, -la sujetó por la barbilla y ambos se miraron fijamente- por qué no te vuelves mi Sol en las noches y yo me convierto en tu Luna en los días.
Ella cerró sus ojos y Él la besó...