Prólogo

9 5 0
                                    

°°

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

°
°

  No había mucho que hacer en aquel gran lugar. Las largas paredes de colores claros se entendían con algunas indicaciones y escasas decoraciones junto a los pasillos de baldosas blancas. Las muchachas de uniforme iban de un lado a otro llevando papeles o extraños carritos con herramientas pequeñas, algunas también empujaban las sillas con ruedas de ancianos de aspecto triste.

  « El abuelo también tiene una así... » pensó el niño observando como la enfermera doblaba llevando al paciente en su silla.

  Regresó sus redondos ojos verdes a la ventana de enfrente, pero un puchero de frustración moldeó sus labios al notar que el pequeño animalito había desaparecido. Miró el cuaderno de hojas blancas en sus manos, observando el dibujo a medias donde se podía apreciar un gato bastante infantil y caricaturizado, pero que prometía mucho. El felino descansaba cómodamente en una ventana con su cola levantada y su cabeza suavemente apoyada sobre sus patas delanteras. Aquella imagen con trazos un poco desordenados eran el reflejo del gato que al parecer se despertó y alejó cuando la enfermera pasó demasiado cerca de la ventana que había tomado por trono. Sintiendo su espacio invadido decidió buscar un nuevo lugar de reposo sin saber que dejaba a un pequeño humano con su posible obra maestra a medias.

  El jovencito de abundantes rizos tomó su lápiz y mordió la parte trasera pensativo, un mal hábito suyo. Ahora estaba enojado.

« ¿Qué puedo pintar? »

  Aquel lugar era muy aburrido y no era para menos. No es que un niño de siete años tenga mucho que hacer en un hospital. Volvió a mirar a su alrededor pero nada le resultaba atractivo como para ameritar ser plasmado en un papel por sus curiosas manos, a fin de cuentas el solo dibujaba las cosas que realmente le gustaban de alguna forma.

  Estaba por darse por vencido y cerrar su libro, cuando una voz cantarina habló con emoción a su lado, haciéndolo respingar.

  — ¡Que lindo! ¡¿Tú lo dibujaste?!

  Era una niña.

  « Una niña muy bonita... »

  Concretó observándola sorprendido. Tenía un hermoso rostro aniñado y redondo, con grandes mejillas algo pálidas. Sus ojos eran grandes y vivarachos con una hermosa tonalidad azul cielo muy cristalina. A ambos lados de su rostro caían cabellos dorados con ligeras ondas que parecían bastante despeinados, pero eso al joven no le pareció menos bonito. ¿Habían sido siempre las niñas tan bonitas? Era algo que estaba viviendo por primera vez.

  La damita que probablemente tuviera su edad ladeó la cabeza y curvó las cejas con duda. Agitó su manito frente al rostro del niño quien finalmente reaccionó.

Te regalo un deseo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora