Era ya momento del ocaso, en un bosque de coníferas, algo helado, era inicios de otoño, se encontraban un poeta y una curandera vagando por dicho lugar.
La curandera estaba observando las hierbas del suelo, mientras que el poeta, sentado sobre un tronco roto tirado de manera vertical, tocaba algunas melodías en su pequeña cítara, un instrumento de madera y cuerdas que llevaba a todos lados.—¡Atlas! ¿Podrías al menos ayudarme un poco?— dijo la curandera a aquel poeta de cabello castaño, se escuchaba cansada, estaba buscando una hierba específica.
El poeta solo la miró de reojo, detuvo aquella dulce melodía, levantándose del tronco, de un bolso de cuero, este tomó un libro abriéndolo rápidamente en una página específica, le muestra dicha página a la curandera, la cuál se pone colorada de irá al verla.
—NO PUEDO CREER QUE—
Es interrumpida por las risas de Atlas, la cuáles estallaron al ver aquel rostro totalmente rojo
—¿POR QUÉ NO ME DIJISTE?— En un tono un poco molesta, más sin querer gritar.—Oooh Enigma, si no fuera por eso, me habría perdido esa expresión de tu rostro, has estado buscando tanto y estaba en tus narices!— exclamó el poeta
—Vamos, tómala y volvamos a la cabaña, está helando aquí.—"Enigma", aquella curandera de mediana estatura, se agachó a tomar las hierbas para colocarlas en un pequeño frasco de vidrio, tenía pensando en triturarlas cuando se sequen para que sea más fácil administrarlas.
Caminaron por un sendero, el cual los llevó a una cabaña y una casa en el árbol, cubiertos de vegetación, el interior estaba lleno de frascos de vidrio, bayas, algunos calderos y mecanismos de mezcla.
A pesar de estar cubiertos de vegetación, no se veía mal, aquella vegetación que los rodeaba se veía bien, la curandera solía darle mantenimiento.La curandera dejó el frasco de vidrio cerca de una chimenea, esperando a que se acelere el proceso de secarse. Miró como el poeta limpiaba algunos champiñones para cocinarlos.
—Hey! Por cierto ¿De dónde conseguiste ese libro? No lo había visto antes.—
—Se lo compré a una joven cazadora, necesitaba dinero y el libro se veía útil, tiene un montón de información sobre plantas y un poco de ¿Historia? Ese es mi campo especial, quizás lo lea cuando acabe con esto.—
Dijo el poeta en un tono relajado, pensó por un momento, dejó el montón de champiñones y se acercó a la joven curandera.
—Hay una historia en el que quizás te guste, ví el título en el índice, ¿Deseas que lo lea para ti?——No veo porqué no, siempre amo las buenas historias— dijo Enigma, lista para darle un vistazo, le gustarían los dibujos de las hierbas, las cuales estaban muy bien ilustradas.
—¿Me lo prestas mientras terminas de cocinar?—
Al ver a Atlas asentir despreocupado, para después continuar con su labor, tomó el libro, empezando a hojearlo, estaba impresionada con la cantidad de información, hasta que vio algo que nunca antes había notado.
Encontró una página con 3 siluetas, todas eran similares, lo único que las diferenciaba a distancia eran los colores, al lado estaba una tabla con el significado de cada color, con las palabras "Yli", "Skoni"y "Kaan", había escuchado de las primeras dos, más nunca de la tercera, prestando más atención, se trataba de las tres razas comunes en "Kamiuniken", su hogar, el nombre del espacio donde habitaba.Enigma se queda atrapada en el libro, leyendo toda aquella información, aunque era una persona muy conocedora del poder de la naturaleza, específicamente de las plantas y animales, nunca sintió una conexión a las otras razas, ya que no recuerda nada de ellas.
El libro tenía tres categorías de seres de mayor inteligencia, los seres celestiales, los tepew y los simplemente catalogados como humanos.
Cada uno tenía una cantidad distinta de las materias mencionadas.
Así mismo, descubrió una segunda tabla periódica, ya que, aparentemente, no todo funcionaba de la misma manera, ya que había lugares llenos de una energía "celestial", lo cuál era considerado lo común, y ella vivía en una "zona muerta".Era demasiado por procesar, así que tan pronto como pudo, puso un separador en el libro, preparó su bolso, así como unos pares de ropa, corrió directo hacia Atlas.
—Atlas! Atlas! Ya oscureció pero... Deberíamos salir— dijo con un tono de entusiasmo, no conocía tantas cosas, incluso si ella misma se consideraba una persona de conocimiento, había vivido en una burbuja por tanto tiempo.
Atlas: ¿Y eso tan repentino? ¿No quieres cenar?
Enigma: Simplemente empaca!
Atlas: No creo que deberíamos, hay mucho que no conocemos allá afuera.
Enigma: Exactamente! Hemos vivido como ermitaños todo este tiempo, siempre supe de otras especies pero no las esperaba tan interesantes!
Expresó con un brillo de ilusión en sus ojos, por lo contrario, la expresión de Atlas se volvió seria, el conocía lo peligrosos que podían ser los demás seres.Atlas: Enigma, las razas son poderosas, nosotros somos humanos, el mundo está repleto de Tepew, humanos hay pocos y Dioses igual, pero ellos tienen un poder enorme, el poder de los Tepew varía, por lo que es una constante lucha. ¿Sabes qué brinda cada materia de creación, no?
Miró decepcionado a la curandera, tras observarla negar la cabeza.
Atlas: Eres mi mejor amiga desde que tenemos memoria, los humanos simplemente fuimos lanzados sin ningún propósito por quién sabe quién! Somos marginados, no se preocupan por nosotros, los humanos que corren suerte sobreviven allá siendo cuidados por sus amigos de otras razas, te aseguro que son tal inútiles como nosotros!
Enigma estaba confundida, no veía a Atlas capaz de hablarle de esa forma antes, nunca antes lo había visto así. Ella no quería ser grosera, por lo que simplemente le entregó el libro, la joven curandera se retiró, subiendo por las escaleras a la casa del árbol.
Atlas terminó de preparar los champiñones, subió para dejarle el plato, al regresar solo a la parte inferior de la cabaña, observó el libro por unos minutos, quizás debía regresarlo, no quería desperdiciarlo, pero tampoco dárselo a otros humanos, si este fuera el caso, lo daría a alguien realmente capaz y prudente, por lo que, estaba pensando en darle el gusto a su querida amiga, saldrían mañana por la mañana, dispuestos a vender el libro como vendedores ambulantes.
A la mañana, despertó tarde, seguía el silencio de la cabaña, subió a la casa del árbol pero no había rastro de Enigma. Estaba asustado, ya que ella por sí misma no podría sobrevivir en aquel mundo alejado de las zonas muertas, empezó a hacer las cosas para partir en busca de ella, no vio ninguna nota, por lo que se preocupó aún más, aprovechó a tomar el libro, quizás le sería de mejor ayuda.
Estaba por salir, pero en su puerta encontró a alguien quizás desconocido, pero de rostro familiar.
Atlas: eh? ¿Qué haces aquí?
El poeta se puso pálido, como si hubiera visto un fantasma, después de recordar aquel acto poco honrado que había hecho.???: No creí que los humanos vivieran en un lugares tan tristes.
Exclamó la silueta para después abofetear al castaño.
—Ni se te ocurra moverte, no la encontrarás, ella huyó lejos, le indiqué todo lo que quería.—El poeta estaba en shock, fue un error haber robado aquel libro, estaba de pie mirando a la cazadora, aquella a la que le había "comprando", ya que después de todo lo robó.
???: Mi nombre es Sly, y ese libro es demasiado importante para mi cometido, si no me regresas el libro, no te daré el posible paradero de Enigma, Atlas.
Atlas era conciente de la ingenuidad de su querida amiga, en especial lo tentador que sonaba conocer su mundo, del cuál aparentemente ella tenía un conocimiento escaso.
Las zonas muertas. Habitadas por humanos, escasea la magia, todo es tan común y corriente en aquellos lugares.
Atlas: ¡Necesito el libro! Debo terminar mi investigación.
Dijo con voz firme, aunque se notaba aún su rostro pálido.Sly: ¿Y dejar a tu amiga por la borda?
Atlas: No espera! Podríamos trabajar juntos, eso sería beneficiario para ambos, conozco lugares donde podríamos incluso complementar el libro!
Sly: No creo que seas de confianza, debes probar tu valor, aquí mismo, dime lo que sabes.