CAPÍTULO 2

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NARRA NAERYS

4 años después

Estaba en mis clases de etiqueta con Helaena, aburriéndome como una ostra. Me asomé a la ventana que daba al campo de entrenamiento y ví a mis primos entrenar con Sir Crispin. Así lo llamaba papá. Me hubiera gustado más estar luchando con los chicos que aquí haciendo bordados. Aunque la compañía de Helaena era muy agradable. Me gustaba estar con ella, aunque fuera un poco rarita.

—Naerys. —nuestra institutriz me llamó la atención y dejé de mirar por la ventana mientras seguía con mi bordado. A mi prima le estaba quedando mucho mejor que a mí, desde luego. Ella estaba haciendo un ciempiés que recorría todo el círculo del bordado acompañado por florecitas y florituras. El mió era una bazofia, estaba intentando hacer a un dragón escupiendo fuego, pero mi obra se parecía más a una patata que vomitaba. Llevábamos ya 9 institutrices en los últimos 4 años. Casi todas dimitieron.

Adaleia, la institutriz, una mujer rozando ya los cuarenta años, se acercó a nosotras.

—Pero vamos a ver, ¿que os dije la última vez? —nos preguntó molesta.

Helaena no levantó ni la cabeza, seguía en su mundo haciendo el bordado. Como ninguna contestamos volvió a hablar.

—Las señoritas no bordan dragones ni insectos feos. Las señoritas bordan la belleza y la delicadeza del mundo que las rodea. —nos quitó nuestros bordados y nos dió unos nuevos.

—¡No he terminado! —gritó mi prima. Esta gruñó y la institutriz se lo devolvió temerosa. Mi prima era muy tranquila si no la molestaban.

—Pues yo no quiero hacer estúpidos bordados, quiero ir a entrenar con la espada. —dije mirando de nuevo por la ventana. Viendo como el estúpido de mi primo Jace ganaba a mi primo Aemond en un duelo.

—Ya hemos hablado de esto, Naerys. El arma de las señoritas no es la espada si n...

—Si no la belleza y la delicadeza. —terminé la frase harta, rodando los ojos.

—Muy bien. —me sonrió satisfecha y prosiguió con las clases.

No entendía el fin de estas clases. Mientras nosotras aprendíamos a cómo borda, etiqueta, modales, música, poesía, canto, danza o pintura, ellos aprendían a batirse en duelo, esquivar golpes y les preparaban para futuras batallas.

Realmente a mi me gustaba ser una chica y todo lo que ello conllevaba. Las clases no estaban mal. Lo que de verdad me molestaba es que nos separaran por géneros para educarnos de maneras diferentes. ¿Por qué yo no podía entrenar con la espada?

Había intentado convencer a mis tíos de que me dejaran entrenar con los chicos. A mi tío Viserys le pareció buena idea, pero a mi tía Alicent no tanto. Menuda arpía. No la aguantaba. Intentaba controlar todo lo que hacía, y sospechaba que me tenía algo de odio. Menos mal que mi prima Rhaenyra me apoyaba en que entrenara con los chicos. De hecho me prometió que iba a hablar con mi tío para que me dejaran. El problema es que me lo dijo hace tres semanas.

Después de otra hora de tortura con Adaleia, Helaena y yo nos fuimos a pozo dragón con los demás para nuestra clase diaria con los dragones.

Esa mañana me había enterado de que había tenido un nuevo primo. Joffrey le habían llamado, desde luego el nombre no había sido idea de mi prima. Seguramente mi tío Laenor tenía algo que ver. Yo estaba contenta claro, solo esperaba que el pobre niño no saliera como el tonto de su hermano mayor. Aún no había podido ir a conocer al pequeño, pero en cuanto terminara mis clases iría a verlo. Además también me enteré de que Luke fue quien eligió el huevo de dragón del pequeño Joffrey. Seguramente hizo una muy buena elección.

DRAGON'S BLOOD (Jacaerys Velaryon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora