No me gustaba cada vez que él hacia ese chirrido en el plato cuando sostenía la carne con el tenedor y lo cortaba bruscamente con el cuchillo, cuando comía con nosotros en la cena parecía un bicho raro sin educación y falto de criterio humano, mi madre siempre pensó que sería una buena idea cuidar de mi primo hasta que cumpliera su mayoría de edad; una desagradable costumbre de mis padres por supuesto, no conversar las cosas y hacerlas sobretodo sin consultarme, no me hablan mucho desde que les dije que los odiaba por dejarme inválida en el accidente ya hace un año atrás, no solo murieron mis tíos, que eran padres de este ser inhumano, si no que yo morí ese día también, me quede sin mis piernas, sin mis sueños... sin mi vida.
Estaban ebrios, yo también lo estaba, pero ebria de vida, ya ni recuerdo lo feliz que era, es claro que cuando tienes piernas no las valoras, pues siempre están ahí hasta que las pierdes y eres un bulto sobre ruedas, se merecían mi odio, sobre todo después de dejar de pagarme el psicólogo., y bueno él, también está ahí, esta observando, con sus ojos enormes y grises como los de un pescado, sus ojeras negras y pupilas rojas y venosas, ni siquiera recuerdo haberlo visto parpadear desde que llegó hace ya un mes, de verdad voy a vomitar el estofado de mi mamá...
- No puedo seguir así - le dije a mis padres, no se si eran robots o algo, la respuesta fue un dueto a la negligencia, sabían que me refería a él pues no era la primera vez que me provocaba este nauseabundo rechazo.
- Somos sus padrinos y nadie puede cuidarlo - respondió mi mamá, una mujer que cree tener buen corazón mientras esté la razón de su lado.
- Basta María José, es hora de que aceptes a Gabriel en nuestra casa - me respondió mi papá, un ex general de la sexta comisaria de esta comuna de mierda.
Era un gran acierto el de sus padres nombrarlo así por cierto: Gabriel, al menos su nombre no era un escupitajo en la cara como lo eran su aspecto y costumbres. Cada vez que discutía esto con mis padres nunca salía una palabra de su boca, solo me miraba y me miraba.
- Al menos colócate frente a él mientras comes para que veas a lo que me refiero - respondí.
Si, mi papá, no era una figura paterna, más bien era la ley y el orden de la casa:
- ¿¡OTRA VEZ!? ¡TE DIJE QUE BASTA MARÍA JOSÉ! ¿Hasta donde quieres llegar?, ¿hasta cuando vamos aguantar este mal vivir que nos estas dando? - dijo gritando tan fuerte que hasta sentía que la mesa vibraba, no comprendo, la cosa es que por algún motivo yo era la culpable de esto.
Tomé la decisión de siempre, salir de la habitación, y cada vez que me retiraba enojada me sentía una mala broma, nunca es recomendable hacer una escena de joven
adolecente sobre ruedas, es patético girar la silla lo más rápido que puedes para salir del comedor e ir a tu pieza, y más patético es que te pregunten:
- ¿Te ayudo hija? - preguntó ella.
- No - respondí a secas, estaba tan enojada que lo único que quería hacer era salir corriendo de esta mierda de vida. Pero no podía, y nunca podré.
Cuando llegué a mi habitación ni siquiera me había dado cuenta de que tenía la cara húmeda por las lágrimas que me hacen derramar cada día, era algo tan común que ya ni siquiera lo controlaba.
Llegó él, tocó la puerta.
- Prima, ¿puedo hablar contigo? - dijo él.
Me limpie las lágrimas con la manga de mi blusa, nunca me espere su visita, pero sin pensarlo le dije:
- Pasa - lentamente presionó el picaporte de la puerta y se asomó por entre las sombras del pasillo. Por alguna razón, el odio se había ido.
Sus ojos, su mirada constante con expresión de agonía y terror.
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El Grimorio de Mefisto
Mystery / ThrillerUn grimorio es un tipo de libro de conocimiento mágico europeo, generalmente datados desde finales de la Edad Media (siglo XV) hasta el siglo XVIII, siendo muy pocos los que datan en fechas anteriores al siglo XIII. Tales libros contienen correspond...