Cuando era pequeño mi familia era muy numerosa y mis papás siempre se mantenían en contacto con todos, fue en una fiesta de 15 años donde pude experimentar con la mayor cantidad de pies en mi vida.
—hijo ya métete a bañar que nos tenemos que ir al pueblo a la una para llegar allá a las seis.
—si mamá —le dije mientras me terminaba de despertar.
Después de desayunar y arreglarnos para ir a la fiesta aproveché para ir al cuarto de mi mamá y oler las medias que había usado el día anterior, me encantaba cuando tenía que cubrir doble turno, era cuando las dejaba oscuras y a veces un poco almidonadas por el sudor seco del día anterior, claro sin dejar atrás el fuerte olor que despedían, mi mamá sabía que me gustaba el olor de sus pies, aunque nunca lo habíamos hablado directamente.
Cuando estaba de buenas me dejaba tocarle los pies, pero cuando estaba cansada prefería esconderlos en una cobija o en los cojines, y si insistía me pateaba con la punta de sus dedos rasguñando mi cara en ocasiones.Cuando escuché que mi mamá venía dejé su ropa y me termine de cambiar.
El viaje fue largo e incómodo ya que me tocó un asiento junto a una señora de unos 40 años, que sólo venía durmiendo, me puse a fantasear con que le quitaba los tacones que llevaba y cómo se sentirían sus pies, saber que a esa señora seguramente le olían los pies y las personas de su casa gozaban con su aroma. Cuando menos lo esperé mi mamá me despertó, la señora se había ido, ya habíamos llegado, bajamos del autobús y nos recibió una tía que vivía allá era de complexión delgada, güera y con cabello teñido y recogido, tenía unos 36 años.La central de autobuses era grande y había mucha gente, el ambiente era un poco caótico y era difícil escucharla.
—Ay hijo mira lo grande que estás, ya cuántos años tienes amor.
—Acabo de cumplir 8 tía.
—Estas bien grande mi niño, bueno Marta ya nos tenemos que ir porque este caloron no nos va a dejar ni respirar aquí.
En el estacionamiento de afuera estaba la camioneta de mi tía, una Cherokee roja, mi mamá se sentó con ella enfrente y todo el espacio de atrás era para mí, había un poco de basura y ropa, como sudaderas suéteres y lo mejor, zapatos, disimuladamente olfatee una de sus botas, pero no olían a nada en especial.
Cuando llegamos a la casa de mi tía ayudé a mi mamá con las maletas, el lugar de la casa estaba un poco descuidado, pues era una calle sin pavimentar y la casa sólo tenía una planta, se podía ver qué no había mucho dinero en ese lugar. Cuando entramos el ambiente estaba más fresco, y nos presentaron con la familia.
—mira hijo ella es tu prima Alejandra, hija enséñale al niño dónde se va a quedar hija —Alejandra de unos 17 años y tez morena me dió una seña desinteresada de que la siguiera, tomé mi maleta y fui con ella.
Su cuarto tenía paredes donde aún se veían los ladrillos y dos camas separadas por un buró.
—Esa va a ser la tuya, no quiero que muevas nada de mis cosas y no te subas a mi cama que me la vas a desacomodar —fue un poco frustrante el trato que me dió pero la boda iba a ser en dos días así que no importaba mucho, me iba a ir pronto.
Más tarde en la mesa mi mamá y mi tía se pusieron al corriente en los asuntos familiares, platicaron sobre sus trabajos y cosas que hacían de pequeñas. Cuando acabamos de cenar nos mandaron a dormir a mi prima y a mí, cuando entré a la habitación saqué mi pijama de mi maleta y empecé a ponermela, cuando escuché cómo cayeron los zapatos que llevaba mi prima, eran un par de alpargatas y la plantilla se veía muy sucia, quedé hipnotizado viendo sus zapatos húmedos, y sus pies morenos y brillosos por el sudor, y para mejorar las cosas empezó a sacar basuritas de entre sus dedos.
—¿que quieres? Te gustan los pies?
—sí —¿Por qué dije eso?! Rápidamente desvíe la mirada y no quise volver a verla.
—Pues si quieres puedes oler, yo no me enojo...
No podía creer lo que dijo, cuando voltee a verla tenía sus dos pies sucios apuntando hacia mí.
—apaga la luz y vente —me susurró.
Cuando apagué la Luz me acerqué y ella me tomó de la playera, luego de mi cuello y me acercó a sus olorosos pies, estaban húmedos y fríos y el olor era fuerte, pero no podía dejar de respirar ese delicioso aroma.
—métete —me cubrió con su cobija.
Lo único que recuerdo es que me quedé entre sus pies hasta despertar con mi mamá entrando en la recámara por la mañana.
— ¡hijo! ¿Qué estás haciendo ahí cochino? —En eso se levantó mi prima un poco tensa.
—Yo le dije que se durmiera conmigo tía, es que hacía mucho frío —mi mamá me echó una mirada de enojo y luego se fué.
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Los pies de la fiesta
FantasyUna recopilación de mis experiencias con los pies de mi familia y conocidas