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Para cuando Minho llegó, Jisung había recobrado la consciencia y lloraba desconsoladamente en el hombro de Jungwon, quien acariciaba su cabello con tristeza. Por su lado, Felix y Jeongin (quien llegó poco antes) contemplaban el estropicio que había en la floristería. 

Las flores, las decoraciones, lámparas, globos, dulces, macetas, las plantas, incluso esas que había plantado el rubio hacía más de 15 años con sus difuntos abuelos... todo estaba destrozado.

La floristería, la única memoria que le quedaba de sus abuelos, había sido saqueada por Hyukmin y sus amigos la noche anterior, después de la pelea con Hyunjin.

Apenas escuchó la voz de su novio, Jisung soltó a Jungwon y se refugió en el pelicafé, sintiendo un nudo en el pecho. No era capaz de hablar, estaba lleno de ira, dolor y decepción.

— No ha quedado nada— susurró, débil.

— ¿Quién hizo esto?

— Revisamos las cámaras— habló Felix— Ha sido Hyukmin.

El solo escuchar el nombre de su ex hizo que el rubio se aferrara con más fuerza a su novio y soltara lágrimas tan lastímeras que Minho no pudo evitar que sus ojos se cristalizaran. 

— Es mejor que le lleves a otra parte, hyung— sugirió Jungwon, apenado— La policía está registrando el lugar ahora... nos quedaremos aquí y les avisaremos cualquier cosa.

— Okay. Gracias.

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— Vamos a tener que cancelar el contrato con la empresa— desde el otro lado de la línea, Jeyou sonaba desilusionado— Maldita sea, con lo que me había costado encontrar ese terreno.

— No me importa eso ahora, Jisung está destrozado— habló en voz baja, el rubio estaba durmiendo después de tanto llorar.

— Entiendo, pero veámoslo desde el ámbito laboral. Nos quedamos sin proveedor, la empresa no querrá esperar más, tendremos que buscar otra ciudad.

— No abandonaré Connecticut, Jeyou.

— Soy capaz de pagar una cabina personal a cada uno de tus gatos para que puedan viajar sin problemas, pero no puedes dejarme solo en esto.

— ... Jeyou, no creo que sea buena idea. Lo último que quiero ahora es seguir con ese proyecto, lo único que me importa es que Jisung esté bien. Esa floristería lo era todo para él.

— Ya, Minho. Piénsalo ¿Sí? Ahora estás muy estresado.

— Okay. Hablaremos después.

Colgó el teléfono y suspiró, teniendo unas terribles ganas de buscar a Hyukmin y golpearlo hasta hacerlo perder el conocimiento. Pero no valía la pena.

Fue a la habitación, su novio descansaba con los ojitos hinchados y la nariz roja, temblaba de frío y estaba hecho una bolita en la cama.

Sin pensarlo mucho, se acostó rodeando su cintura por detrás, dejando un besito casto en su cuello y otro en su espalda cubierta por la camiseta de pijama que le había prestado. Se quedó apoyado ahí, sintiendo su respiración, su aroma. Le dolía mucho verle tan mal. No podía imaginar cómo alguien sería capaz de dañar (indirectamente) a una persona tan pura, bella y con un corazón tan grande.

— Sunggie... — susurró cuando se percató de cómo el menor se removía en la cama, girando de forma inconsciente y quedando frente a frente con él— ¿Estás mejor?

— Mm— negó con la cabeza, sus ojitos estaban cerrados— Abrázame, Min.

Sonrió, apegando al rubio y rodeándolo con sus brazos, sintiendo cómo este se aferraba a su cuello y aspiraba el aroma del mismo. Siempre decía que Minho tenía un aroma "ideal para atraer a la gente".

Claveles rojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora