Toda historia tiene su inicio, sea agradable o molesto para algunas personas, pero esta vez te voy a contar mi inicio, cómo surgió todo.
Bueno, mi vida no ha sido muy buena que digamos. Hace unos años se fue un pilar fundamental en mi vida, mi querido perro Bolt.
Pero mejor voy en orden.
Me llamo Alessa, tengo 19 años y actualmente estudio "Medicina Veterinaria y Zootecnia" como es evidente quiero ser veterinaria, es mi sueño desde muy pequeña; siempre me ha encantado los animales, amarlos, cuidarlos y sobre todo, cómo saber respetarlos y entenderlos.
Mis padres me abandonaron en la puerta de una casa de monjas cuando apenas tenía 2 meses de vida, ya que ellos no se podían ocupar de mí porque eran muy jóvenes y no tenían un trabajo estable además, fue un embarazo no deseado. Y creyeron que lo que mejor que podían hacer era eso. Y sinceramente no me arrepiento porque ahí empezó toda la magia.
Las monjas me acogieron con los brazos abiertos. La casa se sitúa en un pueblo pequeño apartado de la ciudad, sin apenas cobertura, con un solo supermercado que está lejos. Desde el primer momento me han sabido cuidar y amar para que no me falte de nada nunca. Me encantaba pasar tiempo con ellas, recuerdo todas esas salidas que hacíamos (no era muy habitual salir, y cuando lo hacíamos era un completo privilegio), las comidas, la atención, ... Pero sobre todo, las bendiciones que hacemos siempre antes de comer, es tradición. Es una familia muy cristiana. La casa está llena de cuadros de comuniones de ellas, en el salón hay un cuadro gigante con una foto de la líder de las monjas (es sagrado), en todas las habitaciones había una cruz de madera colocada de manera perfecta para que nadie las pueda rodar. Todas las paredes están pintadas de blanco, beige y marrón. La casa es pequeña pero acogedora. Yo solía dormir con una de las hermanas, Charlotte, la que me relajó y estuvo ahí en mis peores momentos, me salvó. Dormíamos juntas en una cama de matrimonio, había mucho espacio entre nosotras y era muy cómodo dormir juntas. A nuestro lado había una mesa de noche con un cajón donde guardamos los móviles apagados y silenciados antes de dormir, para poder descansar bien y despertar como nueva. Cada cama tiene su propia mesa de noche.
Los cumpleaños y celebraciones eran increíbles porque se celebraban en una finca donde nunca había nadie, solo para eso, para festejar algún día. Está situada cerca del monte, lejos de la pobledad. De hecho se le conoce como "finca casilla" porque no vive nadie cerca, no tenemos vecinos y estamos solos. Tiene un campo de golf enorme y muy espacioso donde ahí conocí a Bolt, el perro que me salvó la vida sin el siquiera saberlo.
No lo voy a negar, al principio nos teníamos miedo, aunque más que miedo respeto, me ladraba y gruñía porque era una completa desconocida que llegaba ahí como si nada, es normal. Pero con el paso del tiempo, de las veces que acudimos, ya éramos mejor recibidas, me empezó a gruñir menos, comenzó a acercarse poco a poco, a jugar, a darme besitos, ... Incluso en su 8° cumpleaños le compré una cesta llena de juguetes para que cada vez que fuera jugaramos juntos. Y justo ahí, me cogió más cariño. Una vez hablé con Charlotte y le dije "hermana, ¿podría ir más veces a la finca aunque no fuese un día importante para celebrar?" No fue nada fácil convencerla ya que al principio ella me lo negaba constantemente, pero cada vez que me veía con Bolt me veía sonreír, era mi salvación y mi vida de escape. Y al fin me dejó ir. No me lo pude creer, ¡me dejó ir! Y ese día se convirtió uno de los mejores días de mi vida.
Para mí ya era costumbre ir todos los fines de semana y rezaba todas las noches para que los días pasarán rápido y poder verle.
WoW, es increíble lo que se puede amar a un animal. Te sanan queriéndote, y no hace falta hablar para decir un simple "Te quiero" porque la mayoría de veces es mejor demostrarlo que decir unas palabras que se pueden borrar con el paso del tiempo, o quedarse en el olvido.
Él sin quererlo fue mi diario animal, es decir, le contaba todo lo qué me pasaba, cómo me sentía, le he contado mis cosas, mis preocupaciones, mi vida en sí. Y siento que es mejor habérselo dicho a él que sé que no me va a criticar ni me va a decir nada respectivo o algo que me pueda afectar.
A medida que fueron pasando los meses, cada vez que salía de clases iba a verlo con muchas ganas. Esa era mi manera para despejarme, aislarme y desconectar sobre lo que estaba ocurriendo a mi alrededor.
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De camino a la soledad
RandomTodos estamos acostumbrados a vivir rodeado de gente, pero cuando nos vemos solos es un auténtico desastre aunque no lo es tanto...