Llegamos a Chemainus...

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Llegamos a Chemainus a media tarde. La misteriosa nota que había caído en mis manos días atrás había mantenido a Erik demasiado preocupado durante el resto de la semana. Yo prefería no pensar en ello. La sensación de desasosiego seguía ahí, instalada en mis entrañas como una garrapata, pero intentaba ignorarla por el bien de los dos. Si algo había aprendido del año anterior, era que las desgracias venían solas. El que seguía robándome el sueño era Luke, ni Beth ni yo habíamos vuelto a saber nada más de él, pero algo me decía que los extraños sucesos acontecidos y este malestar que me carcomía tenía mucho que ver con el pelirrojo. Quizá fuera mera coincidencia, o quizá no.

El caso es que iba a intentar por todos los medios, humanos y extraterrestres, que nada ni nadie me chafase la ilusión de disfrutar de mi madre después algo más de quince días de llamadas y mensajes.

Nicole llevaba mi ausencia peor que yo. Estaba en la puerta esperándonos cuando llegamos a su casa. Erik estacionó con una maniobra diestra. Sin esperar a que apagase el motor, abrí la puerta y salí disparada del coche, borrando la distancia que me separaba de mi madre con una pequeña carrera. Ella también hizo su parte del recorrido hacia mí a la carrera y con los brazos extendidos. Chocamos, fundiéndonos en un fuerte abrazo, tambaleantes por el impacto de nuestros cuerpos, riendo como tontas por nuestro encuentro accidentado.

-Estela mi vida, ¿qué tal estas? Pareces más flaca, ¿comes bien?

-Mamá por favor, que solo hace dos semanas que no nos vemos. ¿Cómo vas a verme más flaca? – Contrapuse sonriente. – Además, como muy bien. Al final Beth ha resultado ser una cocinera genial.

 Si mi madre supiera la de pizzas y hamburguesas que habíamos tenido que comer, porque mi amiga no era capaz de cocinar nada sin carbonizarlo por completo. Ella que era «anti comida rápida», se rasgaría las vestiduras.

Por lo visto no había convencido del todo a Nicole, porque seguía mirándome con cara de preocupación, frunciendo el ceño y entrecerrando los ojos. En su rostro se dibujó alguna que otra arruga de expresión, como yo si llevara dos meses en una misión en la selva amazónica y no dos semanas de educativa universidad.

-¿Os quedaréis a cenar?

-Claro que sí –afirmé pasándole el brazo por los hombros mientras agarraba a Erik, que estaba a mi lado, con la otra mano, completando el cuadro de familia feliz.

-Será un placer -añadió mi flamante novio con su dulce voz, arrancándole una sonrisa de satisfacción a mi madre.

La relación entre ambos había pasado por múltiples altibajos, pero ahora podía calificarse de aceptable, incluso buena dentro de lo razonable. Erik trataba a Nicole con amabilidad y respeto, a pesar de que ella en un principio se había opuesto a nuestra relación. Por suerte mi novio se había ganado de mi madre el mismo favor condescendiente.

La cena fue muy agradable. Nicole nos contó como había empeorado el servicio de urgencias últimamente. Estaban bajo mínimos y sus jefes se negaban a contratar a más personal. Era indignante. Cuanta ineptitud. Erik escuchaba con marcado interés. No sabría decir si de verdad estaba tan interesado como parecía o si solo lo hacía por agradar a mi madre, en cualquier caso la velada transcurrió sin prisas, de forma distendida y relajada. Hasta que mi madre abrió la caja de Pandora.

-¿Y tu hermano que tal está?

Estábamos terminando la tarta de limón que ella había preparado como postre, cuando su pregunta hizo que me atragantase con un trozo que acababa de meterme en la boca. ¿A qué se debía este interés en Luke por parte de mi madre? Jamás había preguntado por él desde que desapareció y sin embargo ahora sacaba el tema a colación.

-Está bien, gracias –contestó Erik tajante, pero con una sonrisa arrebatadora que disminuía el efecto de sus palabras.

-Cuando lo veas dale recuerdos. Fue muy amable al ayudarme el otro día –argumentó Nicole haciendo que mi boca se abriera de par en par.

-¿Has visto a Luke? -Pregunté con torpeza, atrabancándome con las palabras.

-Sí -admitió mi madre alegremente.- Lo vi hace un par de días. Estaba descargando las compras del supermercado y él, que pasaba por aquí, se detuvo a echarme una mano con las bolsas. -Se volvió hacia Erik para añadir:- Tu hermano es un cielo. Podrías traerlo la próxima vez que vengáis a cenar –concluyó, dejándome de piedra en mi asiento. Ni siquiera me atrevía a mirar a mi novio, ni a respirar. ¿Luke un cielo? ¿Acaso estaban volviéndose todos locos o la loca era yo?

-Claro, se lo comentaré la próxima vez que lo vea -repuso Erik con demasiada naturalidad, aunque sus ojos se enturbiaron sutilmente.

Estaba alucinando. Erik había visto a Luke. Beth había visto a Luke. ¡Hasta mi madre lo había visto! Todo el mundo menos yo. ¿Por qué? ¿Tanto rencor me guardaba? La deliciosa cena de Nicole empezó a agriarse en mi estómago provocándome acidez y malestar.

Estábamos despidiéndonos de Nicole en la puerta de su casa cuando otra nota anónima cobró protagonismo.

-Por cierto cariño, el otro día llegó esto para ti -dijo mi madre pasándome un pequeño sobre color vainilla. Lo guardé en el bolsillo de mi pantalón sin abrirlo.- ¿No vas a ver qué es? -Preguntó curiosa.

-No, tenemos que irnos, -decidí añadir algo más al ver su cara de insatisfacción- lo leeré de camino, hace frío para estar aquí afuera.

Nicole me besó tiernamente en la mejilla e hizo lo propio con Erik. Nos despedimos de ella con la mano cuando ya estábamos entrando en el coche. Mi madre se quedó de pie en el umbral, esperando bajo el frío de la noche a que el coche se pusiera en marcha. Observé su imagen hasta que empezó a ser una distorsionada sombra reflejada en el retrovisor.

-¿Vas a leer nueva nota? -Inquirió mi novio con excesiva dulzura, como si con ese tono quisiera aminorar la preocupación que sentía, cuando lo que me provocaba era justo el efecto contrario.

-¿Cómo sabes que es otra nota? -Pregunté mientras rebuscaba el pequeño sobre en el interior del ajustado bolsillo de mi pantalón.

Erik no me contestó, pero podía notar cómo me miraba de reojo mientras yo luchaba por arrancar el papel de su escondite. Finalmente el pantalón cedió, liberando el sobre en mi mano. Lo abrí con parsimonia. Si era otra nota descabellada no me apetecía nada leerla. Solo conseguiría angustiarme todavía más y hacer que el sobre protector de mi novio alienígena se obsesionase con mi seguridad hasta límites desconocidos.

Mis iniciales volvían a estar garabateadas en el dorso del papel. Esto no auguraba nada bueno.

«No me has hecho caso. Estás agotando mi paciencia. Demuéstrame que eres inteligente y déjalo»

Parpadeé incrédula ante semejante tontería. ¿Quién se atrevía a meterse así en mi vida? ¿Quién se empeñaba en sacarme de quicio con estas notas como si estuviéramos en la guardería? Solo había una persona capaz de exasperarme y de sacar a relucir lo peor de mi persona. Luke.

Por eso había vuelto. Por eso no venía a verme. Esta era su peculiar manera de hacerse notar, amargándome la vida. ¿Cómo era posible que hubiera echado de menos a ese pelirrojo insufrible? ¿Acaso no recordaba cómo me había martirizado una y otra vez anteriormente?

Tormenta de Arena (Parte 2 de "Luna Azul")Donde viven las historias. Descúbrelo ahora