Capítulo uno

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Justin.
Quiero vivir la vida según mis propias normas, pero soy canadiense, lo cual significa que, quiera o no, mi familia siempre está ahí para guiarme en todo lo que hago. Bueno, tal vez "guiar" no es el verbo más adecuado. Dictar se acera más.
Mi madre no me preguntó si quería dejar mi casa y trasladarme a Colorado a vivir con mi hermano Scooter durante mi último año de instituto. Ella fue la que tomó la decisión por mí de enviarme de vuelta a los Estados Unidos "por mi propio bien". Cuando el resto de mi familia se puso de su lado, no hubo vuelta atrás.
¿De verdad se piensan que enviándome allí evitarán que vaya a la cárcel o acabe a dos metros bajo tierra? Desde que me despidieron de mi trabajo, me he dedicado a vivir la vida loca y nada conseguirá cambiar eso.
Bajo del avión y voy hacia la zona de recogida de equipajes. Al salir de la terminal, veo a mi hermano Scooter esperándome al otro lado de la barrera. Me había hecho a la idea de que quizás no le reconociera o tal vez le sentiría como a un extraño en lugar de un miembro de mi familia. Sin embargo es imposible confundirle...su rostro me es tan familiar como el mío propio. Constato, con cierto orgullo, que soy más alto que él y que ya no me parezco al hermano pequeño y enclenque que dejó atrás.
- Ya estás en Colorado - me dice mientras tira de mí y me abraza.
Cuando me suelta, descubro antiguas cicatrices, ya borrosas, sobre sus cejas y cerca de su oreja. Parece mayor, pero le falta esa mirada cautelosa que siempre tuvo consigo como un escudo.
- Gracias - respondo. Él sabe que no quiero estar aquí.
- ¿Aun no se te ha olvidado el inglés? - me pregunta mi hermano mientras vamos hacia la recogida de equipaje.
- Sólo llevamos dos años en Canadá, Scooter - respondo poniendo los ojos en blanco- O debería decir mamá, Jazzy, Jaxon y yo. Tú nos dejaste abandonados.
- No os abandoné. Voy a la universidad para poder hacer algo productivo con mi vida. Deberías hacerlo de vez en cuando, ya sabes.
- No, gracias.
Cojo mi petate de la cinta transportadora y sigo a mi hermano hacia el exterior del aeropuerto.
-¿ Por qué llevas eso colgado? - me pregunta
- Es un rosario - respondo, acariciando la cruz hecha de cuentas negras- Me he vuelto religioso desde la ultima vez que nos vimos.
- Y una mierda. Sé perfectamente que es el símbolo de una banda - dice mientras nos acercamos a un BMV gris descapotable. Estoy seguro de que mi hermano no se puede permitir un coche así; debe habérselo prestado Yael, su novia.
- ¿ Y qué pasa si lo es?- Scooter era miembro de una banda cuando vivíamos en Chicago, y mi padre lo fue antes que él. Aunque se niegue a admitirlo, lo llevamos en los genes. No me quejé ni una vez cuando ganaba menos de cinco dólares al día trabajando como un esclavo después del colegio. Cuando empecé a trabajar con los Guerreros el Barrio, ganaba mas de mil al día. Puede que se tratara de dinero manchado, pero al menos en casa siempre había un plato de comida sobre la mesa.
- ¿ Es que no has aprendido nada de mis errores? - me pregunta
Joder, cuando Alex estaba en los Chicago Bloods, yo le idolatraba.
- No te gustaría la respuesta.
Scooter sacude la cabeza y me quita el equipaje de la mano y lo mete en el maletero del coche. ¿Que mas da que consiguiera salir de los Chicago Bloods? Llevará los tatuajes el resto de su vida, así que siempre estará unido a los CB.
Le observo detenidamente. Es evidente que ha cambiado; lo me notado nada mas verle.
Es Scooter Bieber, no hay duda, pero ha perdido su espíritu combativo de antaño. Ahora está en la universidad, cree que puede jugar según las reglas y hacer el mundo un lugar mejor. Parece haber olvidado todo lo vivido.
Vamos callados todo el trayecto hasta su casa.
Mientras aparca el coche, me dice:
- Entro a trabajar dentro de una hora, pero antes pasaremos por casa para que te instales.
Sé aue trabaja en un taller para pagar el dineral que le ha costado la universidad y los prestamos del gobierno.
- Ya hemos llegado - dice señalando el edificio que tenemos delante- Tu casa.
El edificio de ocho plantas parece una mazorca de maíz. Poco tiene de hogar, pero me da igual. Cogemos el ascensor hasta la cuarta planta. El pasillo huele a pizza podrida y la moqueta esta cubierta de manchas. Entramos en el piso de Scooter. Es evidente que no vive entre lujos y algodones. A un lado de la estancia hay un cama de matrimonio cubierta con una colcha de color negro; un mesa y cuatro sillas ocupan la parte derecha del conjunto y junto a la puerta hay una pequeña cocina en la que difícilmente caben dos personas. Ni siquiera es un apartamento de una habitación, es más bien un estudio.
Scooter señala hacia la puerta que hay junto a su cama.
- Ahí está el lavabo. Frente a la cocina hay un armario donde puedes guardar tus cosas.
Guardo mis cosas y le pregunto:
-Mmm... ¿ y donde duermo yo?
-Yael me ha prestado un colchón hinchable.
- Genial - digo observando de nuevo la habitación- ¿Y la tele?
- No tengo.
Mierda. Eso sí que no me gustaba.
- ¿ Y que hago cuando esté aburrido?
- Leer un libro
- Estás chiflado. Yo no leo.
- A partir de mañana lo harás - me dice mientras abre la ventana-. ya he pedido el traslado de expediente. Mañana te esperan en el Instituto Flatiron.
¿Instituto? ¿Mi hermano me está hablando de volver a clase? Tío, eso es exactamente lo ultimo que quiero.

Let's fall in love in the rainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora