Sus manos temblaban y picaban por tocarle, de verdad que sí.
Tenía el pelaje de un hermoso blanco, manchado de suciedad y lodo, su cuerpo era tan pequeño que le daba tocar y lastimar si se excedía con su fuerza, sus ojos eran tan hermosos, de un azul eléctrico impresionante y una esponjosa cola, junto con todo su pelaje mojado por la lluvia. Harry sintió que su corazón se derretiría y supo en ese instante que tenía que salvar a ese gatito.
- Qué ni se te ocurra. - la voz grave y aterciopelada de Tom le detuvo incluso antes de que Harry pudiera dar un paso hacia el hermoso animal apretujado contra la pared de ese callejón, tratando de protegerse del frío. Alzó la mirada encontrándose con los ojos azules del mayor y supo que era una batalla que no podría ganar, sin importar las muecas que hiciera o promesas que dijera.
- Pero, ¿no le ves? Es hermoso y está lloviendo, tenemos que llevarle y...
- Harry. No podemos llevar animales callejeros a la casa, es la regla. - no hizo un puchero, y si Tom decía lo contrario lo golpeaba. Abrió la boca con la clara intención de intentar convencer a su pareja pero este le gruño en desacuerdo y Harry agachó la cabeza. Su Tom no quería ayudar a ese pequeño animal, su alpha no iba a dejarle llevar al gatito. Harry sintió un nudo en su garganta y comenzó a caminar a casa sin esperar a Tom.
Tom estaba irritado pero a la vez enternecido. Harry no le había dirigido la palabra en lo que quedó de la tarde. Cocinó para ambos y cenaron prácticamente en silencio y canto como siempre hacía mientras aseaba, moviéndose por todo el lugar, impregnando su casa con ese aroma tan adictivo: tierra mojada, hojas secas, menta fresca, frutas silvestres. A Tom le embriagaba.
Pero su suave aroma estaba un poco empañado con tristeza y enojo. Su alpha le decía que debería de complacer a su omega, que fuera al maldito callejón y trajera al maldito animal con tal de ver una sonrisa en su pequeño compañero; pero Tom sabía que ese sería un detonante que no podría detener. Harry comenzaría a traer cuanto animal viera en la calle. No podía dejarle hacerlo por más tierno que se veía haciendo pucheros.
Para las 10:37 de la noche, Harry estaba seguro de que Tom dormía como un tronco. Se movió lo más imperceptiblemente que podía y tomo con rapidez su abrigo favorito cuando Tom comenzó a moverse en sueños, buscando su cuerpo para enterrar su rostro en el hueco de su cuello como hacían siempre al dormir, para buscar la fuente de su aroma.
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El estúpido gato blanco
RomanceHarry quería ayudar al pequeño animal, pero Tom no iba a dejarle llevárselo. Por eso Harry debía llevar a cabo un cabo algún plan. Tom se sintió indignado al pelear con el maldito gato por el amor de su compañero, y humillado al saber que estaba per...