CAPÍTULO ÚNICO

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A sus cortos nueve años, Jimin no era ningún niño ingenuo, no era como todos aquellos niños que se creían el cuento de Santa Claus o del ratón Pérez, Jimin tenía muy en claro lo que estaba sucediendo, aunque su madre tratara de no decirle nada e intentara no llorar en su presencia, Jimin sabía que el causante de las lágrimas de su madre, era su padre, su padre y esa mujer, con la que lo habían encontrado apenas hace unos minutos atrás, Jimin sabía que su padre era un infiel, que la palabra “adúltero” brillaba con todo su esplendor sobre su frente.

Su madre había intentado cubrir sus ojitos cuando juntos encontraron el tan aberrante hecho, pero él lo había visto todo.

- Quédate aquí mi amor, tengo que ir con tu padre – ella besó su frente antes de salir de su habitación, donde juntos se habían encerrado.

La curiosidad de un niño es algo que si o si tiene que ser saciada, Jimin era un niño curioso, muy curioso, es por eso que cuando apenas su madre salió, él también lo hizo tratando de ser lo mas sigiloso posible.

Se ocultó tras la pared que dividía la sala de los pasillo y prestó completa atención a las palabras de los adultos.

- Mi amor puedo explicarlo – su padre tenía las palmas de sus manos juntas, suplicante – este es una prueba mas de Dios, por favor…

- ¿Es este el mensaje de tu pastor? – su madre esbozó una risa sin gracia – yo como una idiota asistiendo a la congregación de la mano con mi hijo sin contar que mi esposo y la hija del pastor estuvieran revolcándose en mi propia casa.

- Hermana…

- ¡Tu cállate, tu cállate niña!

El grito que la mujer pegó, asustó incluso a Jimin, el pequeño retrocedió unos pasos pero se detuvo al escuchar a su madre nuevamente hablar.

- Tu padre predicaba sobre la confianza entre hermanos, sobre que todos éramos hijos de Dios y todos nos dirigíamos hacia el mismo camino, mírate, creo que te aprovechaste de mi ingenuidad y distorsionaste totalmente el mensaje que tu padre.

- Por favor no le diga nada.

- ¿Que no le diga nada? No, no seré yo quien se lo diga, serás tu, tu y este hombre que tengo de esposo, ahora lárgate de mi casa y no vuelvas a poner un solo pie en esta casa.

Ella así lo hizo, salió de la casa corriendo como su vida dependiera de ello.

- Mi amor…

- Es una niña, ¡tiene quince años por Dios en que estabas pensando!

- Mi amor perdóname.

- Pídele perdón a Dios, Park, pídele perdón a él.

Sin decir una sola palabra más, su madre se dirigió hacia la cocina.

Jimin regresó a su habitación arrastrando sus pequeños pies, el rostro de esa mujer no se borraba de su pequeña cabeza, sin comprenderlo, un sentimiento desconocido invadió su pequeño ser, haciéndole apretar sus pequeñas manos en puños.

El par de días que le siguieron a aquel día en el que todo había iniciado, se resumía en silencios y a veces llantos por parte de su madre, él podía escucharla perfectamente desde su habitación, a su padre no lo había visto y tampoco había preguntado por él.

Ahora mismo el silencio en la casa reinaba, y él podía perfectamente concentrarse en los ejercicios de matemáticas que le habían dejado en la escuela.

Pero para su mala suerte, la calma no duró demasiado, los gritos desde la sala se hicieron escuchar potentes, era la voz de su madre gritándole a su padre y haciéndole saber sobre el divorcio.

"UNA MORDIDA AL PECADO" T.S (Kookmin) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora