Juego Previo

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Las rejillas para la ventilación hacen un zumbido estridente que aturde los oídos de Ochoa. Aminoran el calor que hace afuera, en la ciudad, pero incrementan el estrés que carga el arquero sobre sus hombros.

Mucha de la responsabilidad sobre el resultado del siguiente partido recaía sobre él. La selección mexicana era un equipo, pero no estaba cerca de ser el mejor, o de ser bueno tan siquiera. En los anteriores mundiales y con su entrenador de ese entonces, podrían hacerse pasar por una selección de calidad, aunque en teoría, no lo fueran.

Ahora, bueno... era un logro que hubieran calificado.

No quería menospreciar el esfuerzo de sus compañeros, pero definitivamente este no era su mejor mundial. Ya estaba imaginando a los fanáticos insultándole si fallaba al parar el balón

La puerta del vestidor se abre y una punzada de dolor se acentúa sobre su sien derecha; es bien sabido que, para Memo, estar un par de minutos solo en el vestidor le ayudaban a mentalizarse para tener un buen rendimiento sobre la cancha. Si alguien lo interrumpía en ese momento de mediana calma tendría que ser para algo importante.

Al escuchar el acento inconfundible de Messi no puede evitar voltear.

—Te vi en el partido anterior —le dice él—. Jugás bien.

Ochoa se levanta de la banca y se acerca a su casillero para guardar sus tenis. Messi mira desinteresado los casilleros del equipo mexicano.

—Gracias —le responde dándole la espalda—. Es un halago viniendo de un jugador como tú.

—Pero tu delantera es mala —soltó Messi, como si estuviera obligado a equilibrar sus frases con algo de agresividad.

—Las quejas no van conmigo —dice fastidiado de que el argentino hubiera irrumpido en el camerino solo para decir eso—. Si de verdad te importa nuestro equipo, díselo al entrenador y verás como te ignora.

Messi evita reír ante el comentario sarcástico de Ochoa. Respira profundo antes de acercarse a él.

—No venía a quejarme en realidad... —Messi llega frente a Ochoa. Levanta la barbilla y le mira a los ojos. El jugador mexicano recarga ligeramente la espalda sobre la puerta del casillero— Jugás bien, lo digo enserio.

Ochoa quedó expectante a que Messi terminara su discurso pasivo-agresivo.

—Y te ves bien cuando lo haces —continúa el argentino.

—Si has venido a burlarte, entonces te pediré que te vay...

Lionel toma las mejillas del arquero y junta sus labios en un beso lento, interrumpiéndolo. Al principio, solo es el delantero quien mueve sus labios; cuando su boca se mueve menos impaciente, los labios de Ochoa comienzan a corresponder con lentitud.

¿Por qué? Se pregunta Ochoa sin separarse. ¿Por qué? Ansía conocer la respuesta tanto como ansía los labios del argentino.

—No es broma —le responde al separarse un poco. Se acerca de nuevo: sus movimientos se sincronizan casi al instante; la suave piel rojiza de sus labios se desliza impaciente y danzan unos sobre los otros con pasión intranquila

Messi, temiendo que hubiera sido demasiado, se aleja. Sus respiraciones se hacen nudo frente a sus labios; el hilo se tensa cuando Messi retrocede un paso, pero todo el enredo se corta cuando Ochoa toma aire y se acerca nuevamente al argentino. Se deja besar apasionadamente, deja que el otro descubra su propio ritmo, uno más seguro, más calmado.

—La puerta... —musitó Ochoa sobre los labios de Messi.

Lionel voltea despreocupado.

—La cerré con seguro —le dice para tranquilizarlo. Sujeta las mejillas del mexicano con fuerza y lo atrae de nuevo hacia sus labios. Sus manos comienzan a bajar por el pecho del mexicano; la izquierda se mete debajo de su ropa y toca como si conocieran cada rincón de su piel. Ochoa siente una sensación de escalofríos recorrer su cuerpo cuando Lionel acaricia el costado de su cintura.

Con la derecha, Messi toma la parte de la camisa que cubre el pecho del arquero, y lo guía hasta la banca. Ochoa se recuesta y deja que el peso de Messi encima suyo nuble cualquier mal pensamiento, cualquier arrepentimiento y cualquier pizca de alerta.

La banda deportiva de Ochoa cae de su cabeza cuando Messi comienza a tantear la piel de su cintura. Juguetea con el borde de sus shorts deportivos; apenas y acaricia la ropa interior con el índice. Está atento a la mirada de Ochoa, que se esconde en alguna de las paredes del vestidor con indisposición.

Messi toma las mejillas de Ochoa con la mano izquierda mientras comienza a bajar suavemente su mano libre hasta su miembro. Ochoa tensa el cuello al sentir el frio de las puntas de sus dedos sobre su intimidad.

Sus movimientos son calmados al inicio; hace que el arquero se pierda dentro de su propio placer con lentitud. Acaricia la punta de su miembro con el pulgar y acelera el ritmo mientras obliga a Ochoa a voltear hacia donde está el espejo del vestidor. Su rostro rojizo se refleja nítidamente; trata de apartar la mirada de ahí, pero Messi se lo niega, tomando sus mejillas con más fuerza. De su cabeza comienza a escurrir sudor, gotea por debajo de su oreja y se pierde entre la calidez de su piel. De su boca salen jadeos que intenta callar respirando con profundidad.

De pronto, Messi detiene sus movimientos y se aparta del arquero con rapidez. El bullicio se hace más intenso en los pasillos de fuera.

—Aún no he terminado —le susurra al oído.

Se pone de pie, alisa su camisa de rayas albicelestes y se va, dejando totalmente desconcertado al arquero mexicano.

Ochoa lo había observado bien al salir; la puerta no tenía seguro.

Extiende sus brazos y piernas y los deja caer a ambos lados de la banca. Sus manos y pies alcanzan a tocar el piso, su pecho se mueve intranquilo, su respiración es agitada. Quizá no pueda volver a verse al espejo en un tiempo.

—¡Memo, apúrate! —grita el entrenador irrumpiendo el vestidor, abriendo la puerta con fuerza.

Ochoa se levanta inmediatamente, recoge su banda y sale hacia el pasillo. El ambiente fuera es tenso y cálido también, pero es distinto. Los gritos de los fanáticos se escuchan a lo lejos, la música lo distrae, los comentarios indistintos de los jugadores hacen que su respiración se calme.

Messi habla con Dibu Martínez, arquero de número 23 sobre el pecho, cuando ve a Memo caminar fuera del vestuario. Lo alcanza antes de que llegue con sus compañeros; tiene que hablar con él antes de salir a la cancha.

—Suerte en el partido —le dice, extendiéndole la mano con la que lo había tocado hace algunos minutos.

Ochoa mira la mano de Messi por unos segundos. Duda, pero al final acepta. El argentino le apretuja con fuerza; el frio en las yemas de sus dedos se había perdido.

...

Así es, me he unido a la conmoción mundialista.

Vi el partido de sábado y lo único que les puedo decir es que la tensión ahí estaba fuerte, y eso que casi ni se de futbol. Lo que si se es escribir así que no pude evitar hacer un fanfic.

En fin, esta historia solo tendrá dos partes así que será un two shot, por así decirlo. Aunque no será una historia corta, pq la segunda parte tiene más de 4mil palabras jasja.

Si el escrito tiene el acento argentino mal me gustaría que me lo hicieran saber <33

Nos leemos en la siguiente parte ;)

Rivales en la cancha [Mechoa +18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora