Empate

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—¿Si viste lo que pasó con el entrenador de Uruguay? —le pregunta Lozano a Ochoa, tomando asiento al lado suyo, junto a la ventanilla del auto que Messi había pedido para el equipo.

—¿Qué pasó?

—Las coreanas dicen que es atractivo. Algunas hasta lo empezaron a emparejar con el número nueve de Corea —le enseñó las imágenes del director técnico y los memes que salían en su inicio de Twitter. Ochoa a duras penas sabía usar Facebook—. ¿Te imaginas que hagan memes así con México?

—Los creo capaces.

Estar lejos de Lionel había aminorado su mal temperamento. Se sentía más ligero que hace un par de horas; sin embargo, si antes no tenía cara para ver a Messi, ahora menos que se había tocado pensando en él. Y, aun así, se había subido al auto que los llevaría al hotel donde se estaba hospedando, ¿en qué pensaba?

—Ya salió el primero —le dijo Chucky mostrándole su celular de nuevo—. Dice "te entiendo Ochoa, yo también me la dejaría meter por Messi"

Guillermo solo se removió incómodo sobre su asiento. Los otros chicos tenían conversaciones indistintas y el bullicio no le dejaba pensar bien. Agradecía eso, en parte.

—Bueno, seguro después salen unos más graciosos... —dijo guardando su teléfono en el bolsillo de su pantalón.

—Ese es gracioso —dijo con el rostro serio. Lozano se ahorró los comentarios obvios.

Al llegar y bajar del auto los hicieron pasar casi de inmediato. El interior del hotel no difería mucho del que se hospedaban ellos; ambos eran lujosos y llamativos en exceso, después de todo, el país sede de este mundial era conocido por su inmenso poder de adquisición y riqueza.

La habitación que tenían, en cambio, era enorme: contaba con un balcón gigante donde cabían perfectamente los jugadores de ambas selecciones, un par de dormitorios y una cocina completamente equipada. El arquero intuyó que esa estancia había sido pedida exclusivamente para la celebración de esta noche.

Messi se acercó a los jugadores mexicanos y Ochoa le extendió la mano por cortesía; Lionel la tomó y lo atrajo hacia él para saludarle con un abrazo. Su mano palmeó un par de veces su espalda, y bajó discretamente hasta su cintura.

Ochoa se alejó enseguida.

Estaba furioso, pero no con él. Tal vez solo era la frustración de haber perdido el segundo partido, combinada, quizá, con las sensaciones indescriptibles que Messi le comenzaba a provocar.

Decidió que quería divertirse; pasarla bien con sus compañeros y amigos mientras bebían y degustaban la carne preparada por los argentinos. Era lo menos que se merecían luego de un juego tan tenso.

Virtual Diva de Don Omar comienza a reproducirse en los altavoces que se encontraban en el balcón. El bajo resuena en las paredes y entra en los oídos de Ochoa, él resiste la tentación de moverse al centro de la sala y comenzar a bailar; en cambio, mueve su cabeza desganado y abre el refrigerador para tomar una cerveza; la lata tenía algo escrito en árabe. Ni siquiera intentaría preguntar en qué lugar habían conseguido el alcohol.

Busca con la mirada al argentino, quien parece perderse debajo de las cabezas de sus compañeros. Sus mechones castaños sobresalen de repente y le regresa la mirada con una sonrisa. Ochoa oculta su nerviosismo bebiendo un largo trago de su cerveza.

Contrario a lo que el guardameta pensaba, la reunión se desarrolló de manera amena. Sobre el balcón y la cocina había grupos dispersos de mexicanos y argentinos conviviendo con genuina tranquilidad.

Otamendi, quien iba y venía del balcón a la cocina, había encendido el fuego de la parrilla como a las siete de la noche, ¡y ya estaban a punto de ser las 11!; decía que, si interrumpían su largo ritual, el asado no conseguiría el jugoso sabor que lo caracterizaba. Era paciente con como trataba a la carne, casi igual de paciente y gentil que con su compañero De Paul, con quien compartía habitación.

Rivales en la cancha [Mechoa +18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora