Parte 1 Gallinero

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GALLINERO

Justina dice que Dios no le manda hijos pero le manda pollitos. Cada mañana se dispone a atender su casa, cuidar de los animales. Regar, sacar las malezas del huerto. Es una mujer fuerte, nacida y criada en el campo. Hace siete años que está junto a Eulogio. Pañuelo en la cabeza para proteger su cabello rubio y largo. Sus manos curtidas, muestran unas uñas bien cortadas y prolijas. Pone mucho empeño para que su gallinero sea el mejor de la zona. Hace unos meses, Eulogio había cambiado las chapas, blanqueado con cal las paredes. Los alambrados se ajustaron para preservar de cualquier alimaña. Los gatos y las comadrejas están al asecho.

Pasan las semanas, sus pechos se ponen rígidos, le duelen. Le gusta observarlos en el espejo del baño. Acaricia su panza que también está dura. Sabe que tendrá que llevar otra vida dentro por treinta y nueve, cuarenta semanas. Esboza una leve sonrisa. Su cuerpo escuálido pronto cambiará, sus caderas comenzaran a redondearse.

Luego de varias semanas su vientre se vuelve prominente, casi no ve sus pequeños pies. Le cuesta barrer y mantener aseado el gallinero. Se mueve con parsimonia, imita a las gallinas.

De todos modos se las arregla para que las batarazas puedan incubar sus huevos en un lugar cómodo al abrigo del viento y las tormentas. Con el mismo esmero prepara la cuna, borda las sábanas. Lava y desinfecta las telas para los pañales. Con la ayuda de Eulogio, trasladan la cama al lado de la cocina económica. Acomoda el espacio para que su bebe esté al abrigo de la calidez de los leños.

Es la tercera camada de pollitos en lo que va del año. Barre el excremento, limpia los bebederos, acomoda el cajón de la comida. Las observa como permanecen en el nido, casi sin moverse. Solo se despegan de sus huevos por unos minutos para picotear algo, tomar agua y estirar su patas. Protegen y cuidan las futuras vidas fuera de ellas. Las mantienen abrigadas y húmedas, les brindan el calor necesario.

A la tercera semana, el día veintiuno comienzan a romper los primeros huevos. La vida puja desde adentro, a medida que asoman al mundo, las batarazas los cobijan bajo sus alas.

Justina observa callada, silenciosa. Toma su panza con ambas manos. Cierra los ojos, un dejo de dolor aparece en su cara. Se desliza por una de las paredes del gallinero, un líquido pegajoso se expande por sus muslos, pantorrillas y tobillos hasta quedar todo mezclado entre esas cascaras de los polluelos recién nacidos. Puja otra vez, junto con sus lágrimas asoma la vida. El niño espera que su madre lo cobije en sus brazos, lo contenga, corte el cordón umbilical que todavía los une. Lo amamanta.

Los pollitos recorren alborotados picotean sangre y barro. Vidas que hacen que la existencia continúe sobre la tierra.

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⏰ Última actualización: Apr 11, 2023 ⏰

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