La soledad lleva al silencio

Prólogo (Alice)

Esta mañana me he tenido que poner un vestido súper incómodo - es de un blanco amarillento, súper pomposo y con unos tirantes que se te clavan en los hombros - para salir al balcón principal del palacio junto a mi padre. Algo está pasando. Al lado de mi padre hay un muchacho que tardé un poco en reconocer: es Thomas, el hijo del consejero de mi padre. El rey, mi padre, me dirigió una mirada que decía a claras: "O te comportas como una princesa hecha y derecha o te mando a las mazmorras". Me dispuse a colocarme a su lado, esbozando la falsa sonrisa dulce y encantadora que había aprendido de él.

-Buenos días, mis queridos y amados compatriotas. - comenzó, dirigiéndose al pueblo.- Hoy nos hemos reunido para anunciar el compromiso de mi hija, la princesa Alice Smith, con Thomas Allendue. La boda será en 5 días.

Mi sonrisa falló un momento, pero logré recomponerme antes de que nadie se diera cuenta. La multitud estalló en vítores y nos entregaron anillos de compromiso a cada uno. Me lo coloqué en el dedo mientras mi rostro se ensombrecía. Miré a Thomas. Estaba encantado con esa decisión, y no se molestaba en ocultarlo.

Volvimos, dejando atrás al bullicio y la música. Cuando ya estuvimos lo suficientemente lejos como para que nadie nos oyera, estallé.

-¡No puedes elegir mi vida! - le grité a mi padre, enfurecida.

-Mi amor, relájate. - dijo Thomas.

Me giré hacia él, enfurecida.

-Y tú... ¡Sólo por que me obliguen a casarme contigo, no tienes el derecho de tratarme como si fuéramos una linda pareja cuando en realidad no hay nada entre nosotros! ¡No es...!

No pude terminar. Mi padre me pegó tal bofetón que me caí al suelo. Cada centímetro de mi rostro estaba rojo y ardía de la magnitud del golpe. Pero me dolía más el orgullo herido. Me agarró de mi largo cabello castaño y me arrastró por múltiples pasillos hasta "la habitación de la oscuridad". "La habitación de la oscuridad" es una pequeña habitación de piedra con una única antorcha que emite una luz muy débil, con una silla de madera en el centro y una única ventana que da a un acantilado rocoso. La ventana no era muy pequeña, pero no entraba demasiada luz. Era la habitación más vieja del palacio. He estado muchas veces ahí a lo largo de mi vida.

Cuando llegamos, mi padre, sin pudor alguno, me ató a la silla con una cuerda áspera y me amordazó la boca con una venda. Para asegurarse más todavía que no me escapara, empujó la silla y esta cayó hacia atrás. Por último, me cerró la puerta con llave y colocó fuera un guarda de seguridad.

"Tengo que salir de aquí." - pensé.

"Tengo que escaparme de esta habitación y huir del castillo, de esta horrible vida."

"O si no él me matará. Como hizo con mi madre."

Recorrí la habitación con la mirada e intenté recordar la estrategia que tracé la última vez que estuve aquí encerrada. Estaba preparada. Pero necesitaba una distracción. Y de repente hubo una explosión. Estaban lanzando fuegos artificiales como celebración de mi compromiso. Intenté no preocuparme por eso por ahora.

Me arrastré con dificultad hasta la pared y, al ritmo del sonido de los fuegos artificiales, golpeé la pared con la silla hasta que esta última se rompió. Dejé que la cuerda resbalara sobre mi cuerpo. Me quité el vestido y cogí una bolsita que siempre llevaba atada al borde de mi corsé, en la que llevaba una goma del pelo, unas deportivas, una camiseta, unos vaqueros y una pequeña caja de madera tallada con símbolos del reino, la cual contenía una navaja. Estiré mi vestido en el centro de mi habitación y cogí los trocitos de la silla de madera y la cuerda con la que me ataron. Los coloqué en diferentes partes del vestido, y cogí la antorcha. La lancé sobre el vestido y comenzaron a arder todos los trocitos de madera, prendiendo el vestido también. Saqué la navaja de la bolsa y me corté la mordaza. Luego de guardarla, cogí la navaja y me hice un corte profundo en la mano, lo que me hizo gritar con todas mis fuerzas; y me tiré por la ventana, hacia el acantilado bajo el castillo.