Culpa.

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La lluvia caía triste sobre aquellos que fueron al funeral. Desconocidos y extraños se revolvían alrededor de la pequeña lápida, la única fina barrera entre ellos y las gotas heladas, eran los paraguas oscuros. Papá abraza a Eunbi y Eunha con más fuerza, acercándolos a él y a Mamá, quienes se mostraban altos en medio de la multitud.

Eunbi rasca sus brazos ante la picazón de su vestido negro. Sus papás no la dejaron llevar su abrigo amarillo. Ni siquiera ahora que llovía.

Es la primera vez que no ha usado aquel abrigo en años.

Papá no dice ni una palabra hasta que llevan el ataúd. Ahí es cuando se rompe y es acompañado por llantos que sacuden su ser. Mamá abraza a Papá, incluso cuando ella dijo que nunca le hablaría otra vez. Hoy se rompen todas las reglas, aparentemente.

El ataúd es llevado hasta la tumba.

Es más pequeño de lo que debería haber sido. Eunbi siempre pensó que Yerin era mucho más alta que ella, porque ella era su fuerte hermana mayor.

Pero Yerin ya no es su hermana mayor. Yerin ya no es nada en lo absoluto.

La policía había sentado a Eunbi y Eunha en unas pequeñas sillas cerca de la estación el día que sucedió, explicándoles todo.

Un accidente fue lo que pasó, habían dicho. Aquella parte del parque donde se encontraban había sido cerrada y marcada como peligrosa. El acantilado que se mantenía observando todo tenía una pequeña cascada que caía de él, y las piedras eran empinadas y resbaladizas gracias al agua y el musgo.

Esto es cierto, Eunbi lo sabe. Ella había estado ahí.

Yerin se había acercado mucho al borde, había dicho la policía: al parecer Eunbi había tenido la suerte de quedarse atrás y no seguir a su hermana mayor.

Esto. Esto es falso. Eunbi lo sabe.

Eunbi había estado ahí, después de todo.

Eunbi no va a la escuela por un rato.

No es necesario.

Más bien lo agradece. La escuela era algo solo para Yerin. A Yerin le gustaba leer en la biblioteca, le gustaba correr en el recreo, y le gustaba hablar con sus amigos en el almuerzo. Yerin había golpeado a los niños de su clase cuando se habían burlado de Eunbi por no hablar mucho y de Eunha por ser tan débil y pequeña. Yerin había obtenido un castigo, pero nadie volvió a golpear a Eunbi después de esto.

En lugar de la escuela, Eunbi tiene que ir al doctor. Él le pregunta muchas cosas a Eunbi, cosas que ella no responde porque está muy ocupada escribiendo palabras en sus hojas que ni siquiera puede leer todavía.

¿Cómo te sientes? ¿Eras muy cercana a tu hermana? ¿Qué piensas de tus padres? ¿Tienes amigos?

A Eunbi no le gusta el doctor. Es gordo, y tiene una nariz enorme. Sus manos parecen arañas rechonchas que se mueven cuando escribe en sus hojas amarillas ante la falta de respuesta de la niña.

Eunbi solo se sienta en la silla y espera, espera y espera y espera. Pronto, el doctor tendría que dejarla ir.

Yerin la rescataría, piensa Eunbi. Yerin haría un berrinche frente a la puerta hasta que el doctor la abriera y sacaría a su hermana de allí, el doctor se enojaría y llamaría a sus padres, y ambas serían perseguidas por arañas rechonchas y narices grandes. Yerin las golpearía como golpeó las arañas reales que aparecían en la habitación de Eunbi por la noche. Ambas volverían a la cascada, riendo como siempre.

La cascada era el segundo hogar de Yerin y Eunbi. Siempre iban ahí cuando Papá llegaba a la casa, porque ahí Mamá y Papá empezaban a gritarse.

Guilt | Sinrin OneshotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora