El infierno de la sirena, mar de Ross
Dicen que después de la muerte vas al infierno, es tu castigo eterno por pecar, el calor que lo rodea es tan fuerte que te quita todo sentido y sentir dolor es casi un alivio.
Yo he podido comprobar que esto no es cierto, o por lo menos en mi infierno no hay un calor abrasador ni es necesaria la muerte para vivirlo.
Mi infierno es frío, un gélido bloque de hielo con forma de persona, donde los pequeños copos de nieve se meten entre la piel hasta llegar a los huesos, congelándolos como si no fueran nada, hasta que ya no hay dolor, no hay sentimiento, no hay nada.
¿Qué puedo hacer si lo mismo que me mata es lo que me da vida?
No lo entiendo, no puedo simplemente arrancarlo de mí.
¿Por qué? ¿Por qué no puedo?
Lo entiendo, cada vez que me miras entiendo el porqué de mi sufrimiento, por qué en la noche el rostro de la soledad me sonríe, se apiada de mí, me mira con ojos tristes y me abraza, me abraza tan fuerte que da miedo soltarla.
Pero no solo ella, las sonrisas de tus labios que me hacen rogar, ellas se burlan de mí, me ilusionan cada vez que gastas un minuto en mi presencia, me engañan cruelmente esperando destrozarme más. Son crueles, ¿no lo crees?
¿Se puede amar así? ¿Sin medida y tan fuerte que el dolor en el pecho me deja paralizada? Todos me dicen que está mal, y yo lo entiendo, no puede estar bien el sentimiento que me hace llorar de miedo.
Miedo por perder un segundo de tu atención, terror por no poderte ver más, por el día en que la arena deje de correr y los caminos se separen tanto que nunca puedan volver a encontrarse.
Pero el peor miedo de todos, el de ver la realidad, esa realidad en la que vivo constantemente y trato de evitar. Esa en donde la risa es efímera y los comentarios ingeniosos solo se quedan grabados en mi mente.
Y es que ¿Cómo puedo no amarte? Es algo casi tan natural que no necesito esforzarme por hacerlo, tan espontáneo que no importa el momento, la hora, el lugar o el más mínimo detalle, siempre sale de mí intentando escapar y llegar a ti. Esperando que lo tomes en tus brazos y no lo dejes ir.
¿Cómo no amarte si el destino se empeña en seguir cruzándome contigo?
Intenté evitarlo, esconderme, perderlo en cada esquina o enterrarlo junto a la tumba de mi paciencia, pero no pude, siempre encontraba la forma de escapar y llegar hasta mi como un balde de agua helada.
¿Entonces qué hago? No puedo olvidarte, no puedo amarte, simplemente no puedo estar a tu alrededor.
¿Qué ecuación matemática es necesaria para despejar mi corazón?
Tal vez debería solo sacarlo y entregártelo, en definitiva sigue latiendo solo por ti, aunque seas mi infierno, mi infierno congelado.
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Los enigmas de una sirena (#2)
SpiritualDicen que las segundas partes siempre son malas, pero qué hay de las primeras partes con segundas personas.