-Estoy en casa.-
Grito él, pero lo hizo solo para sus adentros, en el exterior un leve suspiro salió de sus labios, ligeramente se mezclo con el aire frío y polvoso de aquella casa.
Con el primero atisbo de soledad en su mente y alma, tomo con poca firmeza una taza, justo la que solía ser su favorita, alguien se la regalo pero ya no recordaba quien, sirvió dos cucharadas de café, una grande de azúcar y leche, miro su disolver mientras su mente se perdía en aquellas palabras, palabras inofensivas que advirtieron de la más grande de sus tragedias, su mente en una niebla brumosa no se dió cuenta de lo que pasaba, hace ya una hora que miraba aquel café ya disuelto, sin probar ni un solo trago se pregunto.
-¿Es este el comienzo?-
Con mano temblorosa dejo la taza en un borde, después está cayó, dejando así el suelo manchado de café y lágrimas que después él derramó.
Con vista nublada pudo llegar asta su cuarto, tomo su celular y escribió el número de un amigo, acto seguido él lo borró, después de haber andado mil kilómetros en solo cuatro paredes, su cuerpo se detuvo pero su mente no, finalmente escribió el número de su madre, el celular sonó y sonó.Su madre con voz de verano contesto la llamada al otro lado, él al escuchar su voz recordó el otoño.
-Mamá... Estoy muriendo.-
Dijo él, con una voz desolada por el invierno.
Continuara...
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• L.
