Camisa Roja [Luckity]

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Solo dios sabe cómo llegamos hasta este punto, aunque realmente debería decir dioses, pues el karmaland que en algún momento de la historia debió ser protegido por aquellos héroes estaba hecho añicos. Fuego, lava, TNT y todo tipo de destrucción generada por aquellos a los que los dioses eligieron, ¿Era realmente el destino de este mundo?

La guerra que apenas había sido pública hasta hace unas horas era la causante de tales actos, el grupo revolucionario liderado por Quackity enfrentándose al grupo de la resistencia Luzu cómo alcalde, ese fatídico lunes sería recordado como el día que todos hubiéramos elegido intervenir. Por un momento pareciera que un mayor enemigo vendría del espacio, pero no fue así, solo hubo destrozos por sus propias manos karmaladienses.

La sangre de quién sabe cuántos estaba derramada por aquellos antiguos caminos tranquilos, la plaza convertida en una trinchera, la iglesia en llamas y un enorme cráter en el mercado. Todos estaban ya cansados, pero eran más tercos que un burro, pelearían hasta que una granada les explotara en la cara y los cegara permanente.

Entre todo este horrible panorama el ayuntamiento era el peor lugar, una grieta provocada por múltiples explosiones en la parte inferior habían dañado los cimientos del edificio, que dejaban a la vista una enorme caída hacia el infinito. En esta precaria situación apenas si se podía acceder a la oficina del alcalde donde se encontraba el dueño final, un lugar que pudieron compartir en algún momento los vería terminar. Luzu estaba cansado de esquivar balas y Quackity estaba cansado de apuntarle a alguien tan ágil.

-Eres... Un puto conejo o que cabron?!- apenas si podían recuperar el aliento, su adrenalina les hacía evitar el recordatorio de sus propias heridas así que en cualquier momento estarían peor.

-Acéptalo Quackity... esto se acabó, ríndete ahora que...- esquivo por poco un disparo que dejó un rastro de sangre en su mejilla, se había recargado en su escritorio, pero de nada le había servido.

-Yo nunca me voy a rendir pendejo... ¡¡Mi única razón para seguir en este miserable mundo es acabar con tu vida!!- una nueva ráfaga de balas se hizo presente mientras el joven híbrido gritaba con todas sus fuerzas -Yo solo quería ser escuchado!! ¡¡Tener mi propia puta voz!! Y tú me lo arrebataste todo... ¡¡Ahora te mataré y luego me matare a mí!!-

No había vuelta atrás, el diálogo que nunca tuvieron se vio envuelto en una situación tan precaria, las balas se terminaron por fin, sacando las espadas se miraron fijamente sin importarles una creciente grieta bajo sus pies. Un vals se hizo presente por el choque de las espadas, una que otra estocada fallida y pasos de esgrima mal practicados, todo para que terminarán de vuelta separados tras estar frente a frente unas cuantas ocasiones.

-Si este es el final... Entonces te lo diré todo, eres un imbécil Quackity!!- Luzu había llegado a su límite, sabía que de todas formas su final estaba escrito y estaba frente a el, quería que al menos lo escuchará de su propia boca- Si, amañe las elecciones para que perdieras, ¿Pero sabes que? Todo lo hice por...-

No pudo concluir la frase porque una mina estalló a la poca entrada del ayuntamiento, justo debajo de ellos y haciendo que el piso terminará por derrumbarse. Sin posibilidades de sujetarse de algún lado los dos cayeron al abismo, una oscuridad que absorbía todo cuál agujero negro. Las alas de Quackity hubieran servido para salir de esa situación si tan solo no estuvieran quebradas y cortadas, si tuviera suficiente stamina luzu podría bajar con su parapente, pero está más que agotado, sabían que iban a morir, pero no de esa forma tan súbita.

El alcalde solo miro como su pueblo se desvanecía encima suyo entre más caían, todo lo perderían, estiró su mano tratando de alcanzar algo, su cuerpo entro en pánico y solo podía pensar en algo.