Boss

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Sana, durante sus veintitrés años de vida, nunca había sido tan estúpida como para ilusionarse luego de un par de salidas nocturnas. Bueno, en realidad fueron más que un par, pero ese no era el punto. Sea como fuese, conocía la reputación que rodeaba a la directora Park apenas entró por las puertas de cristal de la empresa y teniendo en mente todas esas aparentes verdades que se contaron de boca en boca, tuvo la osadía de...ilusionarse. Claro que hasta ese momento no se atrevería a usar el otro término exacto para lo que estaba sintiendo porque aceptarlo o pensarlo sería admitir una derrota que confirmaría lo imposible de vivir en el hermoso castillo fantasioso.

¿Y quién se había encargado de hacerla caer en esa terrible realidad?

Park Jihyo. La directora ejecutiva de la empresa en la que trabajaba desde hace nueve meses.

Ella había sido bien clara al preguntarle, con una voz reacia y neutra, si tenía sentimientos románticos por ella. Sana no supo que responder en ese instante pues, antes de que la directora lanzase esa pregunta, estuvo a punto de confesarse. No obstante, los ojos sin ilusión de Jihyo y la forma en la que se expresó terminó por hacerle caer en cuenta de lo mucho que se equivocó al pensar en un futuro dulce para ambas.

Estúpida.

Entonces, lo que fue una hermosa cita al atardecer concluyó de una manera tan agria que Sana tuvo que darle una excusa absurda para huir antes de lo previsto.

— Dios, sabía que no debías meterte con ella. —dijo Momo cansada.— Es que...¡las jefas son la peor combinación en una relación!

— Ni siquiera estaban saliendo, Momo. —agregó Mina antes de taparse la boca y ver como Sana se llenaba con cerveza el vaso por décima vez en la noche.— Pero, Sana, al final no te confesaste. Quizás si lo hubieses hecho...

Sana negó enseguida, como si aquello evitase que la siguiente frase le quemase la piel.— Su cara me lo dijo todo. Además, entre nosotras solo hubo un coqueteo y obvias salidas nocturnas.

— Tuvieron relaciones sexuales.

— Te enredaste entre sus piernas.

Momo y Mina se miraron. Sana solo asintió sin remedio.

— Sí, sí, tuvimos acostones...

— Ya, entonces... —Momo miró a su amiga en busca de ayuda para continuar pero al no obtener respuesta, decidió decir lo que pensaba.— Tú te creaste un mundo.

Mina le pellizcó por debajo de la mesa. El rostro de Sana se ensombreció.— ¿Tenías que decirlo de esa forma? —susurró.

— No, simplemente digo lo que es evidente. —Momo se sobó la pierna con resentimiento.

— Deberías decir mierdas de la directora como la primera vez, no empeorar la situación emocional de Sana.

— Quiero que se sienta mejor. —admitió Momo— Pero el primer paso, es aceptar los errores que se comete-

— No tienes un gramo de empatía ni en tus enormes tetas.

Momo estuvo a punto de contestarle ácidamente, sin embargo, el fuerte sonido del vaso contra la mesa la detuvo. Sana estaba elevando nuevamente la botella de cerveza y sirviéndose con una lentitud agonizante que preocupó a Mina. El sonido de las conversaciones ajenas incluso pararon siendo ellas ahora el centro de atención.

Sana elevó la cabeza sonriendo a modo de disculpa.— Momo tiene razón. Aquí la única que se ilusionó fui yo.

Al día siguiente no pudo recordar con claridad cómo fue que llegó a su cama, pero al ver a sus amigas durmiendo desparramadas y con el maquillaje aún en sus rostros supo que habían cuidado muy bien de ella. Esa mañana las consintió como nunca y luego de pensar en lo mucho que bebió, decidió olvidarse de Jihyo.

boss. (sahyo) os Donde viven las historias. Descúbrelo ahora