Abrí los ojos como un robot y me desperté. Como de costumbre, había sudado.
Cogí un pañuelo de la caja en la mesilla situada a la izquierda de mi cama y sequé mi frente. Mi mente llevaba durante muchos años huyendo de algo que no sabía identificar ni tampoco se lo comunicaba a mi consciente, así que saturaba mi subconsciente mediante los sueños y... Sí, alteraba un poco mi lucidez.
Era el primer día de universidad. En cualquier historia, la protagonista se habría levantado dos horas antes para resaltar su belleza -la cual sería visible para el tío misterioso y problemático de la clase- y aún así, estaría insegura, pero iría y conocería a lo que para ella sería Itziar para mí.
Yo no, claramente.
Yo intenté usar mis privilegios de trastornada mental y escribí a la secretaría intentando que me mandaran la información de la presentación por e-mail al fallar estrepitosamente pidiéndoselo a mis padres. El resultado fue el mismo.
Entré en mi baño para darme una ducha rápida. Me desperté justo para irme, pero no quería hacerlo llena de sudor. Una vez salí, envolví mi cuerpo con una toalla y elegí "modelito": Vaqueros y camiseta con hombros descubiertos.
No por ser sexy, es que es lo primero que había visto. Si fuese un saco de basura, me lo colocaba también.
Me colgué las llaves del piso y bajé por el ascensor. Vivía en la planta 7 en mi apartamento de ensueño: Un dúplex de 69m² con decoración contemporánea (blanco y negro, el tono más vivo era un azul blanquecino) con un local de comida asiática delante. La única pega era la financiación completa de mis padres, que permitía que me controlasen. Lo detestaba pero lo respetaba: Estar bajo su manto era cómodo y seguiría así mientras no interfiriera mucho en mi vida.
Caminé hasta la universidad dejando que el clima de septiembre acariciase cada uno de mis músculos.
Eso y el humo del tabaco, claro.
No tardé mucho en llegar al edificio, aunque necesité de Google Maps para encontrarlo. No porque pasase desapercibido, sino porque parecía un grandioso y pintoresco monumento como otro cualquiera de Madrid.
* * *
Me levanté una vez terminó la presentación. Cedí el paso a la mayoría de estudiantes ya que me senté en la esquina derecha del final, puesto que la izquierda estaba ocupada.
Una vez se vacío la sala, bajé las escaleras, dispuesta a recoger mi horario en secretaría e irme a casa. El director, cómo no, me interrumpió en su camino.
—¡Zaira Ruiz!—dio una palmada y me habló con su voz seca, ronca y desgastada—Estamos tan encantados de tenerte...
—Gracias.—interrumpí. Coloqué mi bandolera con decisión y me dirigí a la salida.
—Es un reto tenerte, pero no el primero.—continuó. Me hizo parar en seco. ¿Un reto?—Las familias adineradas y prestigiosas como la tuya recurren a nosotros para enderezar vuestro camino.
—Primero.—me di la vuelta, advirtiéndole con el dedo—No soy un reto. Y segundo.—bajé mi mano—Mi familia no es prestigiosa.
—En ambas cosas te equivocas. Tu padre es muy conocido en la comunidad científica.—se sentó en un sillón del salón de actos. Estaba cómodo, demasiado confiado—Te entiendo, Zaira. Has nacido con la cuchara en la boca y no has tenido que luchar por nada, pero sí contra tu propia cabeza. Con 20 años has de estar muy confundida, y la desconfianza se proyecta. Lo creas o no, quiero lo mejor para ti, ¿sabes?—arqueé la ceja. Él lo notó y me lanzó una media sonrisa, pero sus palabras no retrocedieron—Sé lo que confías en el sistema sanitario. Tú formas parte de él. Tu ex-trabajo era muy bonito, estuviste un tiempo cómoda y ahora hay que dar el siguiente paso: Medicina.—hizo una pausa y se levantó, dirigiéndose lentamente hacia mí—Confío plenamente en tus capacidades, aunque sé de primera mano que si la cabeza no acompaña, tus notas serán nefastas, independientemente de tus cualidades. Por eso, una vez se te entregue tu horario verás que dispones de psicóloga. Espero que tu estancia aquí sea muy cómoda. También... Me han informado de tus hábitos y forma de vestir y, créeme, tus padres me comunicaron con gran furor su disposición. Quieren que cambies. ¿Yo? No.—su sonrisa se amplió aún más—Tu estancia aquí debe de ser cómoda, y sé que, para ello, un código de vestimenta sería nocivo. Si alguien te hace sentir... Desplazada, que lo hará, has de acudir a mí. No a la secretaria, psicóloga o tutora. A mí. Cortaré el problema de raíz, no te preocupes.
Sin que yo pudiera moverme, salió de la sala con los zapatos resonando gracias al eco. Me quedé unos minutos mirando la puerta.
No sabía qué pensar.
HOLAAAAA
Qué tal? Siento que el capítulo sea tan corto, pero enseguida tenéis el siguiente!! Quería que el primero fuese la introducción y el segundo, ya la chicha.
Porque se viene chicha fuerte!!
Besos, y gracias por leer!!

ESTÁS LEYENDO
La bruma
Lãng mạnZaira es una joven de 20 años con una historia peculiar: Hay una bruma que no le deja recordar extensos momentos de su vida. "Gracias" a esto, su vida es bastante torpe, teniendo que recurrir muchas veces a la fortuna de sus padres para enderezarla...