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Elena Ortega junto con su hija Jenna de 16 años, llegaban a su pequeña casa pues hace poco la castaña había sido dada de alta del Hospital estatal de Westlake Corner, después de sufrir una sobredosis de segundo grado, la joven tuvo suerte, su corazón ya había dejado de funcionar, los enfermeros y doctores hicieron todo lo posible para reanimarla aunque la chica deseaba con todo su ser dejar este mundo, pero por alguna razón aun seguía con vida.
—Enserio no puedes hacer nada bien Jenna?Eres una estúpida.–reprochaba la madre con ira. —Si te querías morir de sobredosis por lo menos asegúrate que nadie te encuentre, te dare un consejo, disuelve la cocaína e inyéctala en tu cuello, te asegurara una muerte rápi..
—Cállate ya mierda!! Si tanto quieres verme muerta pronto lo veras, si tanto me desprecias porque regresaste y me buscaste? después de años de abandono porque regresaste?! Porque lo hiciste?Estaba mucho mejor sin ti.–contesto la menor con ira y tristeza en su voz que sus ojos se empezaron a llenar de lagrimas hasta no poder contenerlas. —Porque no te largas de una buena vez para siempre que jamas eh necesitado ni una mierda de ti, no mereces mi respeto, eres una maldita puta! Ni siquiera del dinero que ganas por prostituirte fuiste capaz de darnos algo, no sabes lo que yo eh sufrido por tu maldita culpa,Por, por, por tu culpa Natalie murió!!—los gritos de la castaña retumbaron por la pequeña casa donde vivían, sus lagrimas comenzaban a salir bruscamente al recordar la muerte de su hermana menor.
La mujer se acercó a la castaña con furia en sus ojos, tomando del pelo a la menor y arrastrándola hasta fuera de la casa. —No vuelvas a mencionar a tu hermana, no fue mi culpa, fue un accidente, entiéndelo!–la mujer le gritaba a la castaña quien trataba de zafarse del agarre de la mujer y pataleaba para poder levantarse del suelo.
—No trates de justificarte, fue una accidente que se pudo evitar, si no fueras una madre de mierda ella seguiría viva, espero que algún día te pudras en tú miseria, envejecerás y te pudrirás en tus remordimientos!–la mujer comenzó a impactar el estomago de la menor con sus patadas llenas de ira, hasta que la chica quedó agonizando de dolor.
—No quiero que te vuelvas a parar por aquí, tu jamás serás mi hija, maldita basura.–la mujer cerro la puerta con fuerza, dejando a la persona que le había dado la vida agonizando de dolor. Sin embargo para Jenna lo que mas le dolió era no tener apoyo de nadie. Estaba sola en este mundo, así como siempre lo había estado desde que tiene uso de razón. Lo único que la menor tenía era su hermana pequeña Natalie de 7 años quien por desgracia había dejado este mundo, ella era lo único que tenía, un propósito, una motivación para seguir adelante.
(Hace dos años)
Las hermanas Ortega se encontraban en su pequeño hogar disfrutando de películas que pasaban en la tele abierta, la menor de ellas se encontraba sentada jugando con dos muñecas de trapo que su hermana mayor Jenna había echó con materiales reciclados, se las había regalado por su cumpleaños número 7, y la mayor se encontraba haciendo una sopa para la cena de hoy.
Las niñas vivían solas, de vez en cuando tenían que huir del lugar para que las autoridades no se las llevaran, en ese tiempo su madre las había abandonado. La mayor de ellas trabajaba como dealer para mantener a su hermana, jamás había consumido drogas, no quería ser un mal ejemplo para su hermana menor.
Un día como cualquier otro en la vida de Jenna y Natalie, alguien tocó la puerta, como estaban alerta todo el tiempo las menores guardaron silencio, la mayor camino lentamente a una de las ventanas de la casa para poder ver de quien se trataba, Jenna al ver a la persona detrás de la puerta, tomo el picaporte de esta y colocó todas sus fuerzas para no dejar entrar a la mujer que se hacía llamar su madre.
