Barcos que deambulan

I

Las nubes saltan a la vez
que el Sol colisiona
entre las montañas.

Bajo la colina son dos
luciérnagas que
sobrevuelan un
pastizal abarrotado.

Que dispuesto a desfallecer
ante la penumbra.
Iluminada ella
solamente por un par de
diminutos focos.
Un último brillo
sobre la cima se estira.

Un frío beso
transforma una fina
cuasi indivisable capa atmosférica
en un paraíso rosáceo que pasa el horizonte

Un solo cuerpo
danza y se precipita.
Viene y va.
Viaja y regresa en el complejo extenso
mientras bajo el espectro cristalino
es reflejado cada movimiento.

Aquel manto observa y se mueve
como firme puño
con delicadeza
persevera en imitar.

Encontrar cada detalle
alcanzar cada sutileza
replicar cada respiro.
Siempre incapaz de corregir.
Incapaz de perfeccionar.

La tierra solo admira.
El cuadro es estático.
El tiempo se desgrana
infinito como un recuerdo.
Escarba en la mente y se clava
inextirpable en la memoria.

El más próximo astro hace aparición
la luz que emite sume al espejo
en la más desoladora oscuridad.

“Parpadea tres veces”
pronuncia en un susurro.

Rocas impactaron el lecho oceánico
sin poder avanzar
tras el primer parpadeo.
Barcos que deambulan en los desiertos
dejan de respirar
y aguardan de nuevo expectantes
al siguiente movimiento celestial.
La humanidad vibra pero
el suelo se mantiene inerte.

Luego un segundo parpadeo sucede
y ni siquiera el viento
se perturba en lo más mínimo.

Al tercer parpadeo
el mundo se detiene.
Una bola envuelta en llamas se apaga
se desvanece entre revoloteos
tras resquebrajar el delgado cristal.
Los fragmentos se esparcen
y se juntan nuevamente.

La tierra
solo admira
se distrae.

El más próximo astro regresa a su cueva
y el eterno resplandeciente
vuelve otra vez inalterable.

Las nubes saltan al ver al Sol
aparecer de vuelta.
Bajo la colina son
dos luciérnagas las que yacen
pacíficas, apagadas
sin presencia de nada
en un pastizal deshabitado.

El pastizal
dispuesto a revivir algún día
pero incapaz.

Aquella danza
continúa infinita.
Imparable.
El cuerpo indeleble permanece armónico.

Cegado por la soledad pero nunca
será desanimado por la quietud.
Mantiene siempre sintonía con su
entorno, eternamente majestuoso.

Siempre pacífico
danza y se precipita.
Viene y va.
Viaja y regresa en el complejo extenso.