Los Magos acababan de embarcar hacia Nornui. Una sensación de nostalgia embargaba el pecho de Maxi, apenas había logrado despedirse de ellos. Suspiró profundamente y se encaminó hacia el carruaje que la estaba esperando para llevarla de vuelta a los brazos de Riftan. Haber logrado una reconciliación con él después de tanto tiempo le daba un sentimiento de liviandad en su corazón, de seguridad. No quería estar separada de él ni un minuto más de su vida.
Maxi subió al carruaje y este empezó a marchar, su vista estaba perdida en la multitud mientras ella pensaba con preocupación cómo habría tomado Riftan despertarse sin ella a su lado. Cuando vio una silueta que se le hizo familiar. Riftan estaba parado en medio de la calle quieto de espaldas hacia ella.
–¡Deténganse! – ordenó Maxi al conductor en un grito estridente y autoritario que hizo que el conductor detuviera la marcha de inmediato. Maxi bajó corriendo a encontrarlo y gritó –¿¡Ri- Riftan!?...
Al escucharla Riftan se dio vuelta. Maxi caminó hacia él entre la multitud con una sensación de felicidad en su pecho al verlo nuevamente, pero al notar algo inusualmente sombrío en su rostro la inseguridad comenzó a crecer en su interior. Al parecer el mensaje que ella le había dado a la criada no había llegado a él.
–¿Có-cómo llegaste aquí? Le-le dije a la criada que te explicara bien...
–Tenías razón– la interrumpió Riftan con una voz cargada de dolor. Maxi se detuvo ante la agobiante sensación de que todo lo que habían conseguido los días previos se desmoronaba ante sus ojos. No tenía idea de a qué se refería Riftan, sólo podía sentir su dolor llegando hacia ella como una manta negra que la comenzaba a apretar y que no le permitía respirar ni moverse.
Veía el rostro de Riftan desfigurado de dolor, una tristeza tan fuerte que le oprimía el pecho, haciéndolo exhalar toda su angustia entre gemidos estridentes sin permitirle respirar hasta casi llegar a la asfixia. Entonces sólo por un breve momento la opresión cedía para que inhalara tanto aire como podía, para volver a oprimirlo otra vez.
–Todo este tiempo... he estado intentando protegerme de ti– gritó Riftan cayendo al suelo sobre sus rodillas. El dolor se reflejaba en cada una de sus palabras que gritó fuertemente, incapaz de controlar el volumen de su voz, incapaz de mantenerse en pie.
–Hubo un momento... en el que estaba decidido a llegar a conocerte sin importar lo herido resultase. Pero no sabía que dolería tanto– dijo Riftan gimiendo entre sollozos.
Maxi logró superar esa sensación paralizante y continuó acercándose hacia él. No podía seguir viendo sufrir así a la persona que le causaba su mayor felicidad. Debía apagar este dolor que había logrado hacer llorar al caballero más valiente de los 7 Reinos.
–Nunca quise volver a sentirme así, por lo que... Pero ya no puedo hacerlo.
–Ri-Riftan– dijo Maxi con dulzura.
–No más... – Maxi se paralizó de miedo. En un segundo llegó a su mente la idea de que él se separaría de ella definitivamente. Todos los miedos que había albergado en su interior por tanto tiempo se hicieron presentes: ella no era adecuada para él. El dolor que provocaba su presencia en la vida de Riftan era tan fuerte que él ya no podía soportarlo. Su corazón se inundó de tristeza y sus ojos se llenaron de lágrimas, Riftan la miró a los ojos continuó –Ya no quiero separarme de ti–. Las lágrimas cayeron como cascadas de los ojos de Maxi, pero en una sensación de alivio de no perderlo, sin embargo el sentimiento de miedo había envenenado su sangre y el dolor por perderlo no se retiraba de su cuerpo. Un dolor tan grande que no era simplemente un dolor emocional, era un dolor físico, como ser pisoteado por cientos de caballos. Riftan sentía lo mismo, pero con un dolor aún mayor. Como confirmando esta sensación Riftan dijo.
