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Ada

Salí de la habitación dejando el cuerpo muerto del rey adentro.

Erwen me siguió y sinceramente pensé que estaba boquiabierto.

-vámonos. – le dije a Daren mientras tomaba la delantera y comenzaba a bajar las escaleras. Me sentía mareada, me sentía mal, me sentía... no estaba sintiendo.

Tantas cosas pasaron por mi cabeza que no podía creer las cosas que pensaba.

El rey mando a matar a la hija. ¿Cómo fue capaz de eso? Lo hizo para que nosotros podamos encontrarlo en esta situación y matarlo igual. Se notaba que él quería que nosotros lo encontráramos, pero eso era obvio ya que ya sabía que vendríamos y trataríamos de matarlo. ¿pero porque quería decirnos todo lo que nos dijo? ¿Por qué si sabía que igualmente lo mataríamos? ¿Por qué?

Por ejemplo, que la sección solar y no iba a tener tres Reyes o tres Reinas después de los juegos cuatrienales, no iba a tener eso nunca más y la verdad que nadie sabía por qué. O nosotros no sabíamos por qué. Y eso era algo por lo que me preocupaba, pero la verdad que nada me ponía tan mal como lo que dijo de mi hermana.

Era sencillamente imposible que mi hermana tenga ese tipo de contactos. Imposible. Sencillamente imposible que conozca al Rey de Monet, que haya venido hasta aquí, haya hablado con tantas personas como para llegar a siquiera interactuar con El Señor Oscuro, que lo conozca, que lo haya visto y que hable con él. Que llegue a hacer un maldito trato con El Señor Oscuro. Nadie con un poco de cerebro de por medio llegaría a siquiera pensar hablar o cruzar dos palabras con El Señor Oscuro y muchísimo menos hacer un trato, era estúpido para que Leila cayera en eso. Y aunque las personas en si no sabían demasiado de él, lo básico era aterrador. El rey de la sección lunar y eso, era más que peligroso.

Y me daba miedo que mi hermana estuviera metida en algo así.

Por eso le corte el cuello al rey, por mentiroso o por realista.

-Ada, espera, espera solo un segundo. – me dijo alguien tomándome del brazo, ya estábamos en el primer piso, me encontré los ojos acaramelados de Erwen contra los míos, había abierto sus labios y luego cerrándolos como si quisiera decirme algo. Me zafé de su brazo tan fuerte que creí rompérmelo mientras lo miraba tan mal que pensé que se echaría para atrás.

- ¿Qué paso? – preguntó Daren, llegando hacia nosotros entre la escalera en forma de caracol que dejamos atrás. – ¿qué paso Ada? – me miro a mi sosteniendo mi brazo ahora suavemente, el príncipe se alejó un poco respirando fuerte por la nariz mientras dejaba que Daren me pregunte lo que quería preguntarme.

-nada. – le dije, soltándome lentamente. –vámonos, tenemos que salir de aquí.

Los guardias estaban demasiado ocupados en arrastrar el cuerpo sin vida de la Princesa lejos del castillo, asique fue relativamente fácil encontrar a Gray y salir por las mismas puertas de este castillo rebosado de sangre de la realeza. Sublime ante la idea de largarme de aquí lo antes posible, busque con la mirada entre las puertas abiertas del castillo a América y a Manya, ambas se encontraban jugando con sus dedos cerca de unos árboles de la derecha. Cuando las vi casi corrí hacia las chicas, parecía que necesitaba, que anhelaba estar al lado de mis dos amigas. Y yo no era una chica que tenía demasiadas amigas. Pero ellas lo eran, y verlas de alguna manera me hacían sentir un poco mejor ante toda la situación anterior.

-larguémonos de aquí. – les dije en cuanto llegamos, Gray no había preguntado nada al encontrarnos. Supongo que la mirada de su príncipe lo hizo callar durante un rato y básicamente no preguntar nada. Era bastante estructurado en eso ya que obviamente era un soldado y los soldados no eran sueltos, muy pocas veces salía de su personaje. Cosa que resultaba llamativa y divertida, esta no era una de ellas. Los demás tampoco dijeron absolutamente nada, solo caminamos en silencio hasta las puertas del pequeño enano que cuidaba las murallas. En cuanto le dije que queríamos salir me dijo que no se le permitía abrir las puertas por orden del castillo. Erwen le dijo que lo deje pasar o sino no tendría orejas para escuchar lo próximo que diría el castillo, solo asintió con la cabeza y dejo que saliéramos a la intemperie rápido como si tuviera miedo de que alguien entre otra vez a Monet. Cosa que no sería rara ya que dejo entrar a los culpables del asesinato, aunque el Rey se lo pidiera.

Caminamos en silencio. La idea de pasar por los volcanes que unían Ostium y Monet no me reconfortaba, pero ahora mismo mi cerebro no podía dejar que el miedo ocupe espacio. La imagen de mi hermana era para lo único que servía mi cabeza ahora mismo. Reproducía momentos que me hacían sentir chiquita, como una hormiga y tan indefensa que como si volviera a ser una niña otra vez. En ese momento entre uno de los volcanes me di cuenta que aun tenia aferrado a mi mano derecha la navaja ensangrentada con la que maté al rey.

Guerra De Corazones (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora