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Evita frotarse la cara aunque quisiera hacerlo con toda la angustia que le hacía doler el pecho de una forma horrible. Aunque no era el único sentimiento que tenía en ese instante, también estaba totalmente emputado, enojo que hago que cierre sus manos en puño cada vez que veía como los del equipo contrario le tiraban miradas burlonas, o lo jalaban. No se quejaban ahí pero cuando estaban en otro sector y uno de sus compañeros le soplaban, esos hijos de puta no tardaba en caer al suelo, ganando la atención de aquel pelado.

Cuanto odiaba a ese pelotudo.

Cae al suelo por culpa de alguna torre andante que juega para el equipo que viste naranja, gruñendo bajo su respiración cuando nota que todo sigue como si nada.

Sin falta, al parecer.

Otra vez.

—Pelado cabron!— grita con molestia al observar aquello en la pantalla que trae de lado. Su omega había sido casi atropellado por esos incompetentes que portaban la polera de países bajos, y el árbitro siquiera había hecho caso alguno, como ya las muchas otras veces.

—Neta, que robo de partido.— complementa su pensamiento a un lado suyo su ex-compañero de la selección mexicana. El mayor suspira, apoyándose más en los barandales, encabronado con los estupidos Holandeses, y sobre todo con el muy hijo de puta del árbitro.

Era muy estresante.

Había empezado algo flojo, lo único interesante siendo la parte que ganaban en goles, todos felices. Estaban haciendo un gran juego, hasta que los de países bajos intercambiaron algunos jugadores. Desde ese instante, todo se fue al carajo. El partido había lentamente avanzado cada vez con más faltas innecesarias o estupidas por parte del árbitro, el calvo de mierda que Memo sabía que tenía un pique con Lionel. Al menos las podían soportar esas, aunque enojados, pero ahora era más de jalarse, patearse, y rodear. Era un tanto agresivo, notoriamente habiendo un empute creciente entre ambos equipos. La hinchada que rodeaba las primeras filas podía olfatear a los alfas y omegas en la cancha, tan agrio y desagradable que hasta los betas, quienes usualmente no tenían ese sentido de olfato tan fino como los otros, hacían muecas de disconformidad de rato en rato.

Pero el arquero de la selección mexicana no sabía que era tan intenso aún, y si hubiera sabido, con más razón hubiera saltado de el balcón donde se encontraba viendo todo. Ahí, zona para familias de jugadores en lo más alto de las gradas, haría lo que fuera para poder dirigirse a los escalones y bajar  hacia la cancha para poder encarar a los jugadores de el equipo naranja, pero en específico al que daba tanta tarjeta amarilla. Por ahora si tenía ganas de bajar pero se contenía aunque fuera dificultoso, aún más cada que veía a su omega ser rodeado por tres torres enormes detrás y delante suyo, o cuando agarraban su camiseta. Esa mierda lo enfurecía.

—Ya wey, bájale a tu olorcito que Thiago esta cerca. se que te encabrona pero contrólate.— musita. Los ojos del alfa de rizos dirigiéndose hacia un lado abajo para ver a su pequeño de seis años observando el partido con más tranquilidad que él, no tan cerca como para notar la molestia de su padre pero lo suficiente para escucharlo maldecir.

Suspira tratando de recomponerse, orbes cafés chocolate deslizándose desde Thiago hacia su otro pequeño, Mateo, atrás de todos los asientos en el lugar para caminar, divirtiéndose con su nana mientras los demás disfrutaban del juego. Era un simple partido, lo sabía, no debería-

—Penal! —Guardado exclama, guillermo oyendo como los que apoyan a la argentina empiezan a gritar con mucha emoción. Rápidamente observa la pequeña pantalla. En efecto, Acuña se encontraba en el suelo justo al borde de la línea que separaría la falta de ser un simple tiro libre, a un penal.

Quarter-finalsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora