Capítulo 4

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Las horas habían pasado, y entre pequeñas risitas risueñas y avergonzadas cenaron con tranquilidad, charlando como siempre, hablando de todo y nada a la vez, con el simple objetivo de escuchar la voz del contrario. Ambos se acomodan en la habitación del mayor, ya con la comida sobrante guardada en le heladera y todo lo que usaron limpio, se relajaron sobre la cama. Sus manos entrelazadas tímidamente, sus ojos azul grisáceos fijos en los bicrómaticos, apareciendo cada detalle de su rostro moreno. Las largas y rizadas pestañas, las pequitas que se distribuian por sus mejillas ligeramente coloradas, el suave deliñado en sus ojos y sus labios brillosos a causa del gloss de sabor cherry. Volkov suspira sintiendo como una sonrisa boba se forma en sus labios, estaba completamente enamorado del chico frente a él y no tenía idea alguna de en qué momento pasó.

Quizás aquel golpeteo en su pecho hacia tantos meses atrás fue la primera señal de que había caído bajo los encantos del más joven; Quizás fueron las sonrisas que iban apareciendo nada más Greco mencionaba su nombre o la ilusión de que llegará aquella hora especial en la tarde donde Horacio aparecía con una enorme sonrisa bailando en sus labios, saludándole con un sutil roce de labios en su mejilla y comenzando a hablar de su día. Volkov no lo tenía muy claro, fueron demasiadas cosas en tan poco tiempo, aunque ya casi pasará un año y poco más de la primera vez que se conocieron. Pero si de algo estaba seguro era que Horacio lo tenía a sus pies, rendido ante su mera presencia. Deslumbrandole con su brillo, haciendo de su vida un poco, mucho, mejor.

— Horacio —Deja escapar en un murmullo, nervioso ante lo que va a hacer— Dijiste que querías escuchar mi...bueno mi confección —Las palabras salen entre pequeños tartamudeos, causando una risita en el menor, quien no dudó en llevar su mano libre a la mejilla colorada del ruso, dejando suaves caricias con su pulgar— No necesitas decirlo ahora,...solo me hacía ilusión escucharte, pero puedo esperar —susurra en un hilo de voz, sonriendo de tal manera, qué el oficial siente como su corazón da un vuelco en su pecho.

Niega con la cabeza sutilmente, apretando con delicadeza la mano morena enlazada a la suya antes de llevarla a su pecho, justo donde se encuentra su corazón latiendo de manera alborotada.— Hache, la conexión que siento cuando estoy contigo es simplemente especial, única...va más allá de lo que nunca llegue a imaginar. Provocas en mí tantas cosas bonitas qué jamás pensé en sentir alguna vez, eres alguien tan brillante que lograste derretir toda la coraza que fui forjando con el tiempo. Y quizás sea muy pronto, pero —Hace una pequeña pausa, respirando hondo para calmar los nervios que le corcomían por dentro recibiendo un apretón de manos del más bajó — Horacio, me gustas ¿Te gustó? —Pregunta, recordando la recomendación que alguna vez me hizo el moreno a Alanna.

El silencio reina entre ambos antes de que Pérez riera por lo bajo, acercándose para dejar un casto beso en las mejillas carmín del ruso. Sus manos enlazadas son guiadas al pecho del menor, tal y como hizo el ruso, dejándole apreciar el rápido latir de su corazón — Dime rusito a ti que te parece? —Responde con un tono ligeramente divertido, aunque en sus palabras se filtraba la vergüenza que tan inocente acto causaba. Sus ojos volvieron a encontrarse, mejillas ardiendo en rojo vivo bajo la tenue luz de la luna y las farolas que entraban por la ventana. Sonrisas cómplices en sus labios, los cuales no tardaron en unirse nuevamente, danzando con suavidad y dulzura, disfrutando tal cual dos niños gozando de su dulce favorito. — Claro que me gustas mucho Volkov —.

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Su celular vibra de manera incesante en su bolsillo desconcentradolo de las declaraciones del detenido, bufando por lo bajo le avisa a al compañero que siguiera el  con el trabajo. Alejándose de comisaría por el parking saca el teléfono del bolsillo notando que la llamada era de Greco — "¿Vos no estás en tú día libre?" —Pregunta nada más contesta antes de ser aturdido por varias voces gritando del otro lado— "VOLKOV! TÚ Y HORACIO ESTAN DE PAREJA Y NO NOS DICEN NADA?!" —La voz chillona del hombre de barba se logra distinguir entre las tantas — "¡ESO! Nos enteramos por qué Willy subió una foto de ustedes dos besandose" —Reprocho Kovacs entre risas, dejándole sorprendido. No tenía planeado que sus amigos se enterarán así, junto con Horacio habían planeado hacer una salida entre todos, y ni mencionar de la famila del menor. Volkov quiera ir y pedir su mano, por más anticuado que sonará.

— "¿Cómo?" —Fue la única palabra que salió de sus labios, aún asombrado con la nueva información brindada, la vergüenza instalándose en su pecho — "Lo que escuchas ruso, ahora no te hagas el bobo que hasta la hermana de Horacio nos lo confirmó" —Hablo nuevamente Greco, causando que un insulto en su lengua materna se le escapara de sus labios — "Luego hablamos, Greco, Kovacs" —Se despide sin dejarlos responder y corta la llamada. Sin dudarlo toma su coche y avisa por radio su 10-10, aprovechando la hora tardía en el día. Maneja por las calles hasta llegar a la casa del moreno. Y cuando va a salir del vehículo para poder llamar a Horacio, ve como Charlotte abre la puerta con una bolsa de basura en mano.

La mujer nada más verle, como en otras tantas ocasiones, sonrió ampliamente saludando con un gesto de mano antes de acercarse — Viktor, ¿Cómo estás cielo? —Pregunta una vez la bolsa negra es dejada dentro del cesto  de basura.— B-bien...muy bien señorita Charlotte —Murmura algo avergonzado estaba saliendo con su hijo y ni tuvo la decencia de pedirle permiso piensa negando con la cabeza. Inesperadamente una suave risita sale de los labios de la mujer — ¿Que te parece si entras? Maia acaba de avisarnos su embarazo, sería bonito que tú también estuvieras en el almuerzo que hicimos, al final eres de la familia también, no? —Las mejillas del ruso se colorean de un intenso color rojizo, su mirada se deslizó hacia el suelo por unos momentos para luego dirigirla a la entrada de la casa encontrándose con aquellos ojos bicolores que le tenían a sus pies. Horacio tenía los cachetes de un color carmín parecido al suyo, una sonrisa sutil formada en sus belfos y su cresta roja despeinada.

Sus ojos vuelven a la dulce mujer frente a él, quien le sonríe con alegría, transmitiéndole confianza— Yo...yo estaría encantado, gracias por la invitación —Su voz se traba ligeramente, sin embargo acepta con seguridad. La rubia aplaude encantada, tomando con delicadeza si brazo y llevándolo hacia la casa mientras empieza a hablar de los múltiples postres que había implementado en su pastelería. Y si bien quería prestarle su atención, sus ojos viajaban de manera inevitable a su pareja, cautivandole con su mera presencia — Aprovechando que están los dos aquí, Horacio podríamos mostrarle fotos tuyas de chiquito, si es que eras una ternura absoluta —Menciona la rubia llevando una de las manos a la mejilla del moreno, dejando un suave apretón en esta antes de ingresar a la casa para buscar el álbum de fotos— ¿Eh? No, no, mamá no eh! —Se queja el pelirojo con pánico a la vez que entrelaza sus dedos con los del ruso e ingresan a la vivienda Pérez. —  A mi si me gusta la idea Мой маленький — Murmura Volkov dejándose guiar por el moreno hasta llegar al patio trasero, donde se fueron recibidos por Maia y su pareja ya sentados en una enorme mesa de madera ya preparada con platos y cubiertos, y por Andrés, quien se encargaba de la parrilla toda la tranquilidad del mundo — ah pero bien que luego no me dejas ver tus fotos de la adolescencia, eh perro. Quiero ver al ruso metalero —Pica con una enorme sonrisa juguetona en sus labios. Y el solo ríe, pensando que quizás podría enseñaré aquellas fotos en un futuro.

Lo que puedo haber sido.... Volkacio AuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora