Prólogo

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Nadie estaba listo para la expansión imperialista del estado de Aglia; sus ejércitos, profesionalmente entrenados, armados con rifles y pagados con el saqueo de las ciudades conquistadas (una tradición enraizada en lo más profundo de los aglianos), salieron de la nada y, a fuerza de plomo y pólvora, tomaron el control de todo el mundo conocido, todo en menos de una generación.

Esto parece increíble a ojos del lector profano, pero se puede entender fácilmente si se analiza un poco la sociedad, la política, la economía, los avances militares, el celo religioso y las expresiones culturales de las gentes de Aglia, que desde sus orígenes mostraban tintes imperialistas y de ambiciones a controlar todo el mundo conocido.

Modesto en un principio, el estado agliar no era más que un pequeño poder regional entre muchos poderes regionales en pugna que luchaban por el control del noreste del mundo. Fue por esta época pretérita que el consejo agliar decidió declararle la guerra a sus vecinos más poderosos, los lujiares, estado centralizado como el suyo, oficialmente por motivos religiosos, extraoficialmente para asegurar su hegemonía en su rincón del Gran Continente (algo que se volverá la norma en el breve siglo I a.e.c.).

La documentación que nos ha llega de esa guerra, la del siglo XV a.e.c., nos indica que Aglia recibió el apoyo diplomático de sus vecinos al oeste y al sur de sus fronteras, en parte porque estos poderes deseaban ganarse el aprecio de los agliares, ávidos comerciantes, en parte porque Aglia había demostrado ser una fuerza que uno no querría antagonizar, sino tratar con sumo respeto.

El comercio de larga distancia, por más de un milenio, floreció en las tierras de Aglia. Sus largas caravanas atravesaban el continente en todas direcciones, y sus convoyes marinos surcaban las costas hacia el lejano sur, yendo y viniendo con especias, sedas, granos, joyas, maderas, inciensos y diversos artículos de lujo extraídos o fabricados en el extranjero. La influencia de estos viajes comerciales se siente hasta hoy, pese a que el comercio bilateral ha cesado completamente con la conquista absoluta del planeta aún quedan retazos de estas interacciones entre los pueblos cuando estos eran libres.

Pero hay que comenzar con el principio, con la fundación de la ciudad sagrada de Aglia en el valle de Maglia, comenzando todo en el lejano siglo XVIII a.e.c., cuando el primer rey, Aglerkon, tomó la corona y armó su consejo de ancianos.

El imperio AglianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora