[por favor no se olviden de comentar, ya que me motivan a seguir con la historia. Los tkm]
⚊⚊⚊⚊⚊
Yeonjun nació sin amor paternal. Lo único que tuvo de pequeño fue una madre y un padrastro que lo amaba por igual. Creció en una familia pacífica y respetuosa, así que entre las pocas personas que tenían unos padrastros que los amaban, él era uno que se había ganado la lotería.
Y bueno, cuando cruzó por su adolescencia se empezó a preguntar por su padre real. Su madre le había dicho que su apellido era de su padre real, pero que por mala suerte nunca lo iba a conocer por qué ese hombre se había ido a cumplir sus sueños en el extranjero.
Y claro, su madre como una mujer 100% trabajadora se quedó junto a él y lo crió sola, a los dos años Yeonjun ya tenía un padrastro, un alfa que lo amaba como a su propio hijo. Su madre ya no volvió a tener más hijos, ya que su padrastro era un alfa recesivo y nunca pudo tener hijos a pesar de que lo intentaron mucho. Al final dejaron de hacerlo y Yeonjun ahora era el miembro más amado de esa familia de tres.
Una casa grande, una vida de maravilla junto a su madre quien era una doctora de prestigio y su padrastro quien es un abogado de renombre. La mejor escuela de la ciudad, los mejores amigos y la popularidad que se ganó en su entorno por ser un omega sumamente amable y cálido con la gente.
Claro que nadie sabía que cada domingo iba a clubes nocturnos cuando sus padres trabajaban horas extras por las noches. Yeonjun aprovechaba para tomar algo de alcohol y encontrar un buen alfa para experimentar un poco. La primera vez que lo hizo solo logro un beso, la segunda vez el alfa se quedó dormido en su hombro y está vez era la tercera, con suerte y conseguía algo decente.
Así que camino por el entorno encontrándose con el cantinero, Wooyoung quién le saludo amablemente.
— ¿Qué pedirá está vez mi cliente favorito? — preguntó el beta tomando un vaso que posiblemente tenía piña colada dentro y lo batió.
Yeonjun suspiro y se sentó en el banquillo. ⚊ Lo mismo de siempre Woonie.
Wooyoung asintió con una sonrisa y rápidamente se dio la vuelta para buscar los utensilios que utilizaría. Cuando eso pasó, Yeonjun miró a su lado captandose de que alguien había llegado. Un hombre de un olor potente a cacao y un aura que le provocaba escalofríos.
Por alguna razón eso hizo que el lobo de Yeonjun se cuestionara de quien era el tipo. Incluso quería saber todo de él, hasta el más mínimo detalle.
Con traje de vestir, gabardina de color negra y sus zapatos bien lustrados mostrando en su muñeca un reloj de oro y diamantes. Este hombre definitivamente debía de ser tan rico como la mierda.
Yeonjun se impresionó cuando el hombre le miró de reojo y se dio cuenta el mismo que tampoco estaba disimulando en ver al tipo a su lado. Yeonjun admitirá que el tipo era muy mayor, osea, no lo aparentaba por que su visual era increíble y tan bien conservado, pero su vestir, sus lujos y su fuerte olor agrio le hicieron saber que este alfa aparentemente dominante pasaba de sus 30 años.
Yeonjun no era de cruzarse con alfas mayores. Realmente siempre se había advertido así mismo sobre el riesgo de tener algo que ver con una persona así. Pero esta vez fue distinto, incluso se preguntó tantas veces que sería de ese hombre misterioso que visitaba por primera vez este bar.
— ¿Qué hace un omega tan bello por acá?
La voz gruesa del hombre erizo los bellos del brazos de Yeonjun. El omega le miró ahora dándose un poco la vuelta.
— Yo debería de hacer esa pregunta. ¿Que hace un hyung tan guapo como usted en un lugar como este? Es la primera vez que lo veo. — Pestañeo y sonrió de lado posando sus codos en la barra.
Soobin de igual manera sonrió. — Vine a beber un poco. Ciertamente es la primer vez que vuelvo a este lugar después de mucho tiempo — contestó el hombre.
Yeonjun asintió a lo dicho. – ¿Entonces no eres de por acá...?
— Soy — contestó — Pero hace algunos años tuve que irme a estudiar al extranjero ya que conseguí una beca en la mejor universidad de Washington D. C, llegué solo hace una semana a Seúl.
Yeonjun le miró intrigado esta vez. — Bueno, si es así supongo que parte de tu viaje y por destino era conocerme a mi, ¿no? — preguntó con un tono coqueto.
— El destino tal vez quiso que nos conocieramos. ¿Cómo te llamas, precioso?
Y así inició todo...