Con un sentimiento inexplicable, eso era lo que su cuerpo y cerebro vivían.Porque no había otra manera de expresar lo que era el amor, un conjunto de hormonas que produce y libera el sistema endocrino para sentir «la hormona del amor», la oxitocina, una droga que por mucho tiempo lo tuvo a su merced.
O eso era lo que él quería creer, que solo era una reacción de su propio cuerpo e iba a pasar, ¿pero por qué se sentía tan miserable, tan rechazado, tan inservible? Destrozado.
¿Por qué estaba doliendo tanto?
Era terrible, toda su vida sintió dolor, sabía muy bien lo que era el sufrimiento físico y maltrato emocional, pero nada se comparaba con ese dolor que sentía ahora mismo. Aunque fácilmente podría asociarlo al dolor físico que vivió cuando enfermó de covid.
Si tan solo no hubiera abierto la boca. Su familia siempre le advirtió que ser así iba a alejar a las personas, rebelde, siempre diciendo lo que pensaba, defensor de los débiles. O quizá no debió hacerle creer a Zoro algo que no era.
¿O es que Zoro no creyó que iba a cambiar?
Todo cambiaba, nada era igual a cuando rememoraba su niñez, aquella avenida que no tenía palmeras en las jardineras, ese restaurante de hamburguesas al que le pedía a su madre ir siempre y ahora era una maldita farmacia. Nada era igual y eso le llenaba de rabia, de enojo.
¿Por qué Zoro no entendió eso?
Tres días lloró. Hundió su cara en la almohada que abrazaba pensando en Zoro, se deshizo en lágrimas con música alta para que no le escucharan. Todo le recordaba a él, quería regresar a una semana antes, cuando le dedicaba The Astronaut a Zoro, cuando Zoro le cantaba para dormir o le contaba un cuento.
Basó su vida en Zoro, 6 años de su vitalidad, pensando en él, darle todo y todo su ser.
Su novio de toda la vida.
Habían terminado.
¿De verdad estaba pasando? Tenía mucho miedo.
Sanji, hacía un año que no miraba su reflejo en el espejo como «él», le gustaría tener un pecho pronunciado, una voz bonita, el cuerpo de una chica. ¿Era eso la disforia?
Quizás era trans, tal vez era un chico femenino, o quería ser una chica masculina, no entendía muy bien cómo se percibía.
Duró semanas con el estómago revuelto, se sentía hinchado del vientre y una sensación de querer correr. ¿A dónde?, quién sabe, solo no quería estar con nadie.
Le confesó su «secreto» a sus amigos, recibiéndolo con alegría, preguntándole a Sanji cómo queria que le llamaran por sus pronombres, se sentía amado.
Y como amaba a Zoro, le contó lo que sentía.
¿Ibas a seguir amándome si ya no soy «él», sino «ella»?
Zoro dijo que sí, le cuestionó si quería que cambiara sus apodos tan cariñosos que le había puesto a unos femeninos. Esa ansiedad se había ido.
Y regresó cuando Zoro se incómodo porque el cuerpo de Sanji cambiaría.
Sanji sabía que estaba mal enojarse, estaba mal obligar a Zoro a seguir en una relación cuando ya no iba a gustarle por ser una chica, a Zoro no le iban las chicas.
Mentiroso. Zoro le prometió siempre amarlo fuera lo que fuera, que iba a curar sus heridas y traumas con besos y abrazos.
Pero ya nada importaba.
Porque le amaba, estaba listo para dejarle ir.
Las personas no eran para sanar heridas emocionales, con los años aprendió responsabilidad afectiva, a ser asertivo.
Tres días que se desconectó del mundo, no quería hundirse otra vez como años atrás, porque Zoro le enseñó que debía cuidar su cuerpo, comer bien y ser fuerte.
Habían planeado casarse, tener hijos, y ahora todo eso no iba a suceder. Tal vez por eso le estaba doliendo mucho.
Fue una noche de febrero cuando se hicieron novios y en una noche de noviembre se separaron.
Nunca se había visto dos personas más iguales, posiblemente existía el destino y por eso habían estado juntos solo una parte de su vida.
Le amaba mucho, su corazón se revolcaba de pura emoción y felicidad cuando Zoro le mandaba besos, cuando le decía lindo.
Quedaron como amigos, fue incómodo hablar sin esos «mi amor», no despertar para enviar un «buenos días», esa carpeta de fotos ahora estaba en la papelera.
Tres días, al cuarto, regresó su brillo, había sido amado, y posiblemente en algún momento Zoro encontraría a otra persona para compartir su vida y Sanji estaría feliz por él.
Si pudiera regresar a cuando se conocieron, no se arrepentiría de estar junto a Zoro de nuevo.
Fue divertido. Gracias por recordarme que soy valioso y soy precioso.
Adiós, mi amor, mi vida.
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