capítulo único

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Un muchacho pelinegro corría debajo de una amenaza de lluvia, se escuchaban gritos que exigían que se detuviera justo ahí, sin embargo, no lo hizo

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Un muchacho pelinegro corría debajo de una amenaza de lluvia, se escuchaban gritos que exigían que se detuviera justo ahí, sin embargo, no lo hizo.

Un estruendoso trueno se escuchó al momento que la lluvia comenzó a caer de golpe, empapando cada vez más al muchacho jadeante tras toda la persecución. Esperaba no caer en una de esas veces que sus botas se resbalaban en el lodo que se creaba por todo el camino.

"Alcaldía" grito por último el albino que venía persiguiéndolo, "¿por qué haces esto?" preguntó en un grito desgarrador, y cansado de seguirlo no pudo hacer más que rendirse.

Es que él no quería volver ahí, realmente, díganle demente, pero no quería seguir recibiendo tantas órdenes y si no las cumplía como se quería recibiera un doloroso castigo, detesta con todo su ser eso y espera que el futuro sea más bueno con él y lo deje libre de todas esas torturas.

Siguió corriendo por un rato, no convencido de haber dejado atrás al menor. A lo lejos vio una sencilla casa a lado de montones de árboles. No tenía otra opción más segura; corrió hasta donde sus piernas aguantaron, casi cayendo más de una vez ya sea por el resbaloso lodo o sus piernas queriendo fallarle, a fin de cuentas, llegó dándole gracias a Dios... uhm si, ese dios que le han enseñado a adorar. ⁽¹⁾

Volteando a ver repetidas veces hacia atrás para asegurarse de no ser atrapado antes, tocaba la puerta de la casa repetidas veces con desesperación.

Adentro, el único habitante se sobresaltó por el repentino estruendo de aquellos golpes. Era casi imposible tener visitas ahí.

Al estar viendo hacia atrás y con la adrenalina del momento; el pelinegro no se dio cuenta que había sido atendido hasta que su mano dio un golpe al aire, casi cayendo del impulso que llevaba.

─ Ehh... ¿tú quién eres? ─ preguntó totalmente confundido un hombre de cabello totalmente rubio que era recogido en una coleta de caballo, elevando una ceja sin dejar de mirar de arriba a abajo al muchacho totalmente empapado.

─ Por favor, déjeme entrar. ─ sólo lo miró cuando dijo eso, volteando nuevamente hacia atrás con el temor de ver no sólo a el albino sino a otros más.

─ ¿Por qué?, ¿quién eres? ─ volvió a preguntar, es decir, no va a dejar entrar a un completo extraño a su hogar sólo porque se lo pidió por favor...

─ Por favor, le diré todo lo que quiera, pero ayúdeme. ─ suplicó.

Definitivamente no iba a dejar entrar a un completo -aunque muy bonito- extraño a su casa sólo porque se lo pidió por favor... ¿no?

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Una tetera comenzó a hervir, siendo atendida y su contenido servido en unas pequeñas tasas de porcelana, llevó estas tazas hasta una pequeña mesa en la sala cálida por la presencia de una chimenea.

𝐌𝐔𝐍̃𝐄𝐂𝐎 𝐃𝐄 𝐏𝐎𝐑𝐂𝐄𝐋𝐀𝐍𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora